Rafael Loret de Mola
26/03/18
• Flagelo Universal
• Sin Vuelta Atrás
El terrorismo, como cauce “moderno” de la guerra de guerrillas, es y será interminable. Por desgracia, tendremos que acostumbrarnos a vivir con este flagelo como antes lo hemos hecho respecto a la miseria del mundo, las permanentes catástrofes naturales –llámense terremotos, huracanes e inundaciones-, la violencia en México cada vez más cercana al estado fallido, los vaivenes de una economía tambaleante, los feminicidios –no sólo en la estigmatizada Ciudad Juárez-, los fraudes electorales, los registrados y cuantos vienen, y los horrores derivados de la descomposición del tejido social –desde los enajenados tiroteos en las escuelas del “primer mundo” hasta la cacería de indocumentados que tanto alienta el fascista “pato” Donald Trump-.
Vamos sumando agravantes cada vez sin poder remediar los que ya cargamos. El martes 22 de marzo de 2016, volaron el aeropuerto de Bruselas y algunas estaciones del Metro de la capital en donde se asienta el Congreso Europeo luego de la declaratoria de la Unión, acaso como una advertencia de que no se extinguirá el terror mientras los bombardeos no cesen, y aún si lo hace, sobre el llamado Estado Islámico extendido a Siria y Libia. El dolor, cada vez mayor, y el miedo desbordante son los signos de la (in) convivencia humana en este lamentable principio del tercer milenio. Y cada que se van diluyendo las noticias volvemos a la normalidad asimilando hechos que la mayor parte no entiende y creyendo que lo único factible es olvidarlos. Pero no se puede.
De hecho, Europa es un blanco vulnerable permanente como lo es Estados Unidos. Primero fue Nueva York, luego Londres y Madrid; y más tarde París y Bruselas. La lógica indica que la mira está puesta en el Berlín de Ángela Merkel, esto es del centro neurálgico del Cuarto Reich, pese a las previsiones tomadas para expulsar, nada menos, a ciento treinta mil inmigrantes que no provenían de las zonas de guerra.
Este dilema lo percibí en la capital de España, hace poco más de dos años, en donde no hay gobierno pero las adherencias anglosajonas son mayores –de allí el incesante empeño en prohibir corridas de toros antes de elevar la preocupación contra la desvaloración de las vidas humanas-, en pleno colapso de la razón de Estado y pese a la decadencia de una monarquía de zánganos que son incapaces y no están facultados para resolver el vacío prevaleciente en la estructura gubernamental.
Debate
Estados Unidos, con todo su poderío e intacta la tendencia a considerarse los policías del mundo porque desde Washington despacha, dicen, “el líder del mundo libre” –de decencia, cabría agregar-, pierde en cada jugada del destino y ante las demostraciones del terrorismo que puede extenderse hacia donde quieran las células extraviadas del Islam, ofendidas por la ruptura, sin vuelta de hoja, que representan las mutuas agresiones desde y contra occidente.
No parece haber vuelta atrás en un torbellino que basa su ideología en la globalización cuyos hilos conductores han llevado al mundo a una mayor pobreza, misma que se ocupa en equilibrar –según los mandos de la ONU- el entreguista ex presidente mexicano, ernesto zedillo ponce de león, el gran simulador. Uno de nuestros peores políticos –sólo falta que también aparezcan adoradores de éste como sucede con los de los señores calderón en vindicación tortuosa por las comparaciones oficiosas con el peñismo y expertos en manipulación de masas para favorecer a Margarita, la incendiaria-, quien empobreció a México con sus líneas neoliberales y la ausencia de inversiones públicas que desarrollaran algo de infraestructura, es el supuesto equilibrador.
Los terroristas, productos extremos del hambre universal, sencillamente ni lo toman en cuenta.