Desafío…

Rafael Loret de Mola

14/09/17

*VIOLENCIA MAFIOSA
*NADIE TOCA A CAMIL

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No es la primera vez. El 30 de abril de 2015, en las inmediaciones de Guadalajara, los elementos del poderoso e intocado grupo criminal, “Nueva Generación”, derribaron un helicóptero Cougar, matrícula 1009, con dieciocho elementos a bordo: cinco de tripulación, once pasajeros militares de mando medio y dos agentes de la Policía Federal. Al grave incidente se le restó importancia a sabiendas de que, por primera vez, se confirmaba que los cárteles más radicales ya contaban con misiles capaces de un operativo similar.
Hace un año, el martes 6 de septiembre de 2016, la Defensa Nacional reportó la caída de otro helicóptero que transportaba a tres policías federales, amén del piloto, quienes murieron luego de intentar perseguir a uno de los grupos enfrentados en La Huacana, Michoacán, en donde, según dice, se “tiene controlada” la zona. Baladronadas del gobernador Silvano Aureoles Conejo, perredista de cepa y suspirante lejano a una candidatura presidencial, quien sigue rebasado por los mandos castrenses.
No hay duda de que el poder de fuego se ha acrecentado entre las mafias dominantes. La diferencia es que, en el caso de La Huacana –esto es en los alrededores de Pucuán del Río, otra comunidad perdida que se hará célebre por efectos de la violencia y la torpeza extrema de los organismos institucionales con poder de fuego-, y pese a que la aeronave pertenecía a la Procuraduría General y no al ejército, fueron los responsables militares quienes precisaron que en la agresión se utilizó una Barret calibre 50, acaso para despejar sospechas sobre la posibilidad de que se hubiese dado al banco con un misil. Ahora, los voceros de la Defensa actuaron más rápidamente para intentar despejar sospechas sobre los pertrechos en manos de las bandas de mayor rango en el país y ya capaces de operar igual a los terroristas de Medio Oriente y sus derivados.
El hecho, desdeñado por la mayor parte de los medios locales, encendió una aguda polémica entre los informadores estadounidenses –favorables al partido Demócrata, por lo general-, por cuanto a que confirman la tesis reciente de Hillary Clinton en el sentido de que “en México la violencia crece, la tortura también, y los feminicidios continúan”; un deplorable informe, pero cierto, como severa respuesta a la parodia de Trump, el perro rabioso, tras aquella visita infamante a México en condición de candidato “republicano”.
No puede negarse, a estas alturas, que el mayor riesgo para este país, en este momento, no es sólo la ingente corrupción de sus dirigentes políticos –cada uno peor al otro-, ni la falta de visión en torno a los descalabros financieros que dañan la perspectiva de nación; lo más serio, y preocupante, es la capacidad bélica de cárteles y otras células delincuenciales, armadas hasta los dientes y con suficiente movilidad como para poner en riesgo la estabilidad nacional. De hecho, tienen en sus manos la llave de la puerta hacia la anarquía; y esto lo saben bien quienes, desde el poder, no saben cómo decírselo al señor de la banda… tricolor.
La Anécdota
Insisto: desde 1999, cuando menos, he señalado a Jaime Camil Garza, padre del actorcito, como el principal contrabandista de armas desde Estados Unidos a México desde donde se colocan y envían a diversas naciones de Asia y África; es un negocio superior al de las drogas y, sin embargo, aun definiendo el nombre, NUNCA nadie, mucho menos la autoridad judicial, se ha dignado a abrir una indagatoria al respecto porque resulta que Camil se hace “amigo” de cada uno de quienes se convierten en huéspedes perentorios de Los Pinos. Sólo falta que duerma también allí como ya lo hizo e célebre guerrillero guatemalteco, Gaspar Ilóm, quien tomó el nombre del personaje central de “El Hombre de Maíz”, escrito por su padre, el Nóbel ilustre Miguel Ángel Asturias. Sí, fue precisamente en 1993, unos meses antes del levantamiento neozapatista en San Cristóbal de las Casas, como si se hubiera urdido todo, hasta sus consecuencias actuales, en los salones de la residencia oficial en donde, acaso, el rebelde no necesitó de sus cartucheras.
Este es uno de los puntos que me han hecho dudar, siempre, de la verosimilitud de este movimiento, venerado por cientos de indígenas que, eso sí, lograron cuando menos el respeto y la dignidad pisoteadas con el paso del tiempo.

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