Rafael Loret de Mola
07/08/17
*Reglas no Escritas
*Mercenarios Atacan
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No hay duda alguna sobre los intereses estadounidenes en la maltratada Venezuela de nuestros días en donde el liderazgo chavista –guste o no el legado del controvertido comandante-, cayó en manos en iluso, Nicolás Maduro Moro, tan ignorante como arrogante, en plena debacle de valores políticos y sociales. El hambre, la desesperación y el abandono de un colectivo cercado, rehén de un mandatario descocado, no pueden taparse con un dedo.
Desde luego, México no marcha muy a la zaga; por el contrario. La descomposición del régimen peñista es tal que su condena, a más de un año del finiquito impostergable, está asegurada y, no lo dudamos, se verá inmersa en un océano de protestas y polvorines que podrían estallar si la insensibilidad, como la inercia del mandato en curso, se prolongan más allá de los comicios que se prevén tan sucios como sus predecesores, sobre todo los de 2006 cuyo deleznable cauce fue la vil usurpación del poder por parte de felipe calderón a quienes algunos ilusos defienden con el ahínco puesto en las posibilidades mínimas de la pobre consorte deseosa de situarse al otro lado del lecho presidencial.
Cuando gobernaba Hugo Chávez Frías, aliado de Cuba y de las naciones sudamericanas con tendencias izquierdistas si bien cada cual aplicando doctrinas y métodos diversos –es difícil encontrar coincidencias, por ejemplo, entre el brasileño Lula da Silva y el extinto jefe de la revolución bolivariana-, alguna vez sentí dolor e impotencia al observar el entreguismo de vicente fox y el empuje en pro de la soberanía venezolana de Chávez, aun con sus frecuentes salidas de tono. Confieso que me hubiese gustado ver a alguno de los mandatarios mexicanos, posteriores al general Lázaro Cárdenas del Río, alzar la voz para defender a México del acoso inmisericorde de los pretendidos neoconquistadores con muy malo cálculos hacia el futuro y pésimo conocimiento de la historia. Pero no ha sido así.
Si Venezuela tiene petróleo, lo que hace difícil un bloqueo comercial y promueve la invasión norteamericana con la falsa bandera de la democracia –la de allá es más tuerta que la de acá y con veneros hacia Rusia-, México está en la misma condición y, peor aún, con un horizonte plagado de obstáculos para el desarrollo pleno de la democracia; en pocas palabras: quienes postulan unos comicios limpios para 2018 deben estar esperando un milagro en el Tepeyac.
De lo anterior surgen peligrosas coincidencias que pueden llevarnos a un remedio mucho peor a la enfermedad, sobre todo por la intolerancia, la intransigencia y la ceguera de las clases gobernantes, la de México y la de Venezuela, atrapadas en sus propios remolinos, más bien tornados de elevado rango, con la demagogia y la intolerancia pululando dentro.
He aquí la importancia de no enfrentar a Venezuela en esta hora terrible; si la dejamos sola, aunque nos parezca Maduro un predador, la soga seguirá su ruta hacia nuestro país y las consecuencias pueden ser terribles.
La Anécdota
Los mercenarios, al servicio de las peores causas a cambio de aumentar peculios y deshonras, prosiguen sus ataques cibernéticos contra cuantos –muy pocos- no nos sometemos a los criterios de la oficialidad ni podemos estar de acuerdo en el surgimiento de figuras tan deleznables como la ladrona yucateca, Ivonne Ortega, como desquiciadas aspirantes presidenciales. Por ello, claro, pretenden hacerme sentir mal por cuestiones que ocurrieron hace ¡cuarenta y tres años!
Me refiero, claro, al crimen contra un arrogante campechano, Efraín Calderón, que formó parte de una conjura campechana –todos eran oriundos de allí, el asesino, el asesinado, el autor intelectual y quienes pretendieron hacer una leyenda del sujeto-, durante el régimen de Carlos Loret de Mola Mediz, mi padre, en Yucatán. Todo es tan falso que no pueden contrarrestar las pruebas que tengo en mi poder y acusan, directamente, al cacique Carlos Sansores Pérez, padre de la Layda inquieta. Lo he señalado muchas veces.
Claro, lo sucio no se borra y la señora Ortega Pacheco, modelo de pijamas y exhibidora de piernas, ha recurrido a la veleidosa versión superada desde su origen cuarenta y tres años atrás. ¡Y la pretenden usar contra mí! La imbecilidad no tiene otro calificativo, salvo uno muy altisonante… pen….