Desafío

Rafael Loret de Mola

3/04/17

*Una Guerra Verdadera
*La Playita del Zócalo
*Sarcasmo por Rencores

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Cualquiera supondría que, cuando menos, se tratara decente y generosamente a quienes, con vida, lloran a sus familiares muertos y “desaparecidos” como consecuencia de las atrocidades de la política. Sí, porque de “guerra” nada; a menos de que coloquemos la violencia dirigida contra México en este renglón aun cuando el objetivo central, reducir el tráfico de drogas, es plena y grotesca simulación: ni un solo gramo ha descendido la “exportación” de estupefacientes a los Estados Unidos mientras de este lado de la frontera sumamos cadáveres. Jamás las vejaciones contra los nuestros habían alcanzado el nivel actual, un genocidio orquestado desde la Casa Blanca y no le demos más vueltas.
Hace un tiempo tuve ocasión den conversar con Don Mario Rodríguez, padre de unos de los normalistas de Ayotzinapa –una población que pocos conocían hasta el drama brutal que cercenó al espíritu nacional y universal; dudo mucho igualmente que a alguna familia se le haya ocurrido conocer el célebre municipio en estas vacaciones-, quien se enfadó cuando le dije que, en todos los sitios a donde concurría a dialogar con diversos auditorios, pedía un minuto de silencio:
–No –me corrigió enseguida-. No hay minutos de silencio; nuestros hijos están vivos.
–Lo pido por el dolor de México –rectifiqué, porque así lo hago-. La tragedia se prolonga y es necesario recordarla a cada rato. No podemos olvidar.
–¡Ah! Entonces está bien –cortó, drásticamente, como si la garganta comenzará a raspársele-.
Y, es verdad. La suya y la mía. Algunos le llaman obcecación o terquedad y acaso lo sería de no conocerse cuanto hay detrás del escenario de la persecución villana al amparo de la familia infernal, los abarca, conocidos e impulsados por Andrés Manuel López Obrador aunque estoy cierto de que éste no podía percibir una conclusión tan feroz y dramática de la existencia política de la pareja. Sin embargo, insisto, debiera dar una explicación certera sobre sus relaciones con la misma para evitar que los eclipses del odio y la maledicencia se impongan. Cuidado con esto y no sólo a la vista de los comicios de junio de este año sino igualmente los de 2018… si llegamos a ellos.
Si viven estos muchachos –la esperanza crece porque no hay manera de identificar los cadáveres encontrados en tantas fosas clandestinas y en las afueras de Cocula-, eso significa que el gobierno peñista lo sabe porque sus genízaros bien conocen las cavernas de alrededor de la región en donde son explotados, es decir esclavizados, cientos de inmigrantes, luchadores sociales y posiblemente jóvenes normalistas. Como no tienen salidas posibles, son exterminados a lo largo de meses de esfuerzos sobrehumanos y con la complacencia de las mafias dominantes con infiltraciones hacia el poder político.
A quienes reclaman por sus muertos –y en esta clasificación entran algunos que han organizado movimientos sueltos sin detenerse a pensar la importancia de unirlos en una sola acaso por la soberbia de quienes dicen encabezarlos-, se les condena a ser observados como subversivos bajo vigilancia estrecha y sin consideraciones por parte de la autoridad. Otra cosa sería que olvidaran –resulta muy fácil expresarlo fuera de la piel de quienes sufren de verdad-, porque con el punto final las tensiones, para el gobierno naturalmente, desaparecerían y el silencio prolongaría la omnipotencia de un gobierno que en vez de servir a sus gobernados lucha denodadamente contra ellos.
A veces tengo la impresión de que la actual administración federal, bajo el mando de enrique peña nieto, busca incendiar la República entera hasta convertirla en un nudo hirviente para ponerla en manos de los rectores internacionales confirmando la condición de “estado fallido”. Tal sería una traición peor a la de los conservadores del siglo XIX quienes fueron a postrarse a los pies del emperador de Francia, Napoleón III, para pedirle un “príncipe extranjero”, un Habsburgo, para “reinar” sobre su patria convirtiéndose en súbditos del mismo. Ninguna bajeza histórica puede ser comparada con ésta por mucho que se fustigue, siempre injustamente, la inmensa figura del Benemérito Juárez.
Por cierto, algunos lectores me han solicitado explicar, una vez más, qué debe entenderse por “estado fallido”. Se llega a éste por la pérdida del “monopolio de la violencia” que recala en los órganos de fuerza al servicio del gobierno. Esto es: si la estructura oficial pierde su capacidad de control porque otros grupos armados se imponen ello significa que carece de capacidad para encausar el destino nacional y, por ende, conduce al país al abismo de la autodestrucción.
En uno de sus más recientes discursos, con la misma ciega torpeza de siempre, el señor peña nieto aceptó que “las policías” están menos pertrechadas que las bandas de mafiosos listas a avasallarlas para someter a los alcaldes menos favorecidos y a quienes se pone en la terrible disyuntiva de aceptar el yugo de los sicarios o morir en el intento de gobernar; la segunda parte de la oración es conclusión del columnista, pero si peña acepta lo evidente, la pobreza de los uniformados, está dando casi un aval para quienes en el exterior ya se plantean el “rescate” de México, sobre todo después de los informes de los relatores de la ONU sobre la “tortura generalizada”.
Lo que no puede negarse es la tendencia a mantener a nuestro país dentro de las franjas noticiosas de los países más violentos; sobre todo porque con ello las inversiones del exterior son mínimas y muy elevados sus réditos, automáticamente mientras exportamos menos, cada día, y la balanza comercial nos asfixia a pesar de las reservas monetarias que comienzan a descender lentamente en el último intento para evitar un pánico de inversionistas nacionales.
Estamos siendo atacados por diversos flancos y uno de ellos tiene que ver con las informaciones sobre el deterioro del núcleo gubernamental que se evidencia en el profundo temor del mandatario en funciones no sólo para dar la cara, rodeado de custodios, sino incluso para cortar un listón con la condición de alejar hasta a los empresarios del turismo que serían los últimos en interesarse en causar daño al señor peña por cuanto ello opacaría, hasta el nivel de la oscuridad profunda, el rostro de México. Hay tontos pero no tanto.
Pero, desde luego, tenemos lacayos al servicio de Washington, bien parapetados y destinados a ser llamados en cuanto sea necesario. El principal de ellos, el gran simulador, ernesto zedillo ponce de león, accionista y consejero de algunas de las empresas a las que favoreció durante su mandato neoliberal empobrecedor. Por ejemplo, la Union Pacific que comparte con Ferromex, del lacerante Grupo México explotador de mineros, la exclusiva de aprovechar cuanto nos queda de vías férreas mientras terminan de “rasurar” el histórico Monte de las Cruces para dar paso a las constructoras españolas y chinas quienes ya pagaron sus respectivas comisiones a Ana Cecilia y Verónica Peña Nieto, las felices hermanas del mandatario; el otro fraterno, Arturo, vive administrando “los negocios de la familia” que, según entendemos, eran exiguos antes de asumir enrique el gobierno del Estado de México. Un “boom” espectacular.

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