Opinión


Desafío


Rafael Loret de Mola

27/04/15

*¿Lo Sabemos Todo?
*Controles Perdidos
*Traiciones del PAN

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La masacre de Tlatlaya, perpetrada el 30 de junio de 2014 fue apenas incluida en los interiores de algunos periódicos y ampliada su información tres meses más tarde, en las vísperas de otra tragedia, la de los normalistas de Ayotzinapa el 26 de septiembre. En aquella ocasión, los voceros castrenses se cansaron de explicar que se había tratado de un “operativo” contra una banda de secuestradores ya desmantela; las imágenes, transmitidas en una cadena estadounidense, lo contradijeron: un niño y varias jovencitas, en actitud en arrastrase hacia los muros por el más explicable instinto de conservación, evidenciaron la total ausencia de legalidad en las acciones de la soldadesca que silenciaron a las víctimas sin permitirles la menor posibilidad de defensa. Sencillamente los acribillaron: eran veintidós.
A las víctimas de Apatzingan, en hechos perpetrados el 6 de enero de este año, esto es hace más de tres meses y medio, los policías federales, paramilitares como aquellos siniestros “halcones” de 1971, les aplicaron la vieja sentencia de los caudillos de otros tiempos: “¡Mátenlos en caliente!”. Por lo menos podemos así interpretar los gritos desbordados, “¡Mátenlos como perros!”, aplicados a los grupos de la Fuerza Rural quienes permanecían en plantón en los portales del Palacio Municipal. Quienes vociferaban eran miembros del “eficaz” vG-250 creado por el entonces comisionado de Seguridad en Michoacán, personaje de todas las confianzas del señor peña nieto, alfredo castillo cervantes, quien fue retirado de la zona y el cargo para ser designado ahora director de la CONADE, acaso porque despertó el interés presidencial en ganar una medalla de oro en tiro libre durante los próximos Juegos Olímpicos. Todo queda en familia… aunque los jardines de Los Pinos, como los de “Las Poquianchis”, allá por San Francisco del Rincón en donde tienen asientos las heredades de los fox, también se caractericen por las fosas clandestinas. ¡A este nivel hemos llegado de la mano de la peor corrupción de la clase política en la historia!
Lo más curioso del asunto es que quienes protestaban lo hacían por la disolución, ordenada por el mismo criminal castillo, del G-250, suponiendo que con ello el estado de indefensión crecía sin remedio. Y quienes no recibieron sus sueldos a tiempo se cobraron… matando bajo el cobijo de una impunidad que dura hasta hoy cuando castillo se ocupa de los deportes –dice- y alega haber sido despedido para que entraran en juego las “nuevas medidas” destinadas a la distención de un conflicto antes de que fuera aprehendido Servando Gómez Martínez, “La Tuta”, el 2 de marzo de este año, apenas dos meses después de la masacre disminuida en los cotidianos de mayor circulación y silenciada en los medios masivos. Otra vez el ominoso silencio tras la matanza de dieciséis personas, vestidas de civiles y desarmadas, además de decenas de heridos. Otra vez, el recuerdo de los acribillamientos en masa en la India colonial, cuando Ghandi clamaba por la resistencia pacífica, nos conmueve e indigna.
La insensibilidad social patética del señor peña alcanza los más altos decibeles imaginables. No ha sido capaz de proceder contra la cúpula militar a pesar de que la Cámara de Diputados subrayó que los soldados habían actuado, bajo sus mandos, con absoluta discrecionalidad en Tlatlaya; y respecto a los sucesos de Apatzingán fue evidente su intención de ocultarlos como los anteriores. Y seguramente habrían pasado otro tanto en Iguala y Cocula de no ser por los sesgos políticos de la historia devastadora. Al ser “destapado”, ya no como candidato sino como negligente mandatario, no tuvo ropero a donde acudir.
Pese a los hechos, muchos nos tememos que no los conocidos no sean los más graves ni los más siniestros. ¿Cuánto no sabemos? ¿No creen ustedes que acontecimientos similares se han dado en más de una decena de entidades del país en donde han sabido desviar la atención de la prensa para ocultarlos de la opinión pública. Porque las matanzas se han dado en Coahuila, Tamaulipas, Chihuahua, Sonora –casi todo el norte-, lo mismo que en las entidades que son litorales del Pacífico y el Golfo. Algunos testigos tratan de “filtrarlos” pero son pocos quienes lo consiguen. La barbarie continúa en toda su expresión.
Recientemente, Reynosa estuvo sometida a un tiroteo que duró más de doce horas con decenas de víctimas y el consiguiente terror de las familias de bien y provocado que las cabezas de las mismas estén dispuestas a tomar las armas para proteger a los suyos. Es la ley de la selva, nada menos, mientras otros huyen, sin remedio, hacia la frontera en un éxodo incesante como si la guerra se hubiera apoderado de todo el territorio nacional; para ellos así es y buscan refugio. Y es curioso que “pueblos mágicos”, publicitados por la Secretaría de Turismo, como Ciudad Mier, se hayan convertido poco a poco en fantasmas por la ausencia de pobladores que optan por retirarse de los campos de batallas entre los narcos para preservar sus existencias. ¿O acaso lo ignoran en las esferas oficiales?
Los crímenes son tanto por negligencia, omisión de acciones o como consecuencia de una premeditación. En los casos descritos lo último tiene prevalencia porque, en cada uno de los sucesos, han prevalecido las emboscadas o las provocaciones que dieron cauce a las “desapariciones” o los genocidios. Desde junio de 1994 a la fecha, ya sabemos de tres medallas colocadas en la casaca del “comandante supremo” del ejército y mando superior de las fuerzas federales, enrique peña nieto. ¿No sentirá por las noches, siquiera, la intranquilidad que asfixia a quienes son responsables intelectuales de crímenes de lesa humanidad, de acuerdo al Estatuto de Roma?
Lo peor del asunto es que los mexicanos, en donde reside la soberanía popular, carecemos de instrumentos para proceder en contra de los grandes predadores del sistema. Y es muy lamentable, sobre todo cuando conocemos hasta dónde llega el nivel de la intolerancia y el de la opresión. Sólo falta derramar sangre en el Zócalo en donde, ya varias veces, se ha quemado la esfinge –más bien la piñata- de peña nieto como una muestra evidente de repulsa a sus políticas devastadoras y a los asuntos que le han rebasado no sólo en cuanto a la violencia sino igualmente en los renglones sociales, económicos y políticos.
Pero aseguran que el mexiquense tiene tanta suerte que puede atestiguar victorias importantes para su desquebrajado partido gracias a las divisiones irreconciliables en el PAN y en la izquierda en su conjunto que presenta tantas opciones que los electores se perderán buscando congruencias que los animen. Sólo así puede preservarse el deleznable peñismo cuyo saldo sangriento es brutal, el económico está dándose hacia niveles a la baja jamás conocidos –se teme una drástica caída en el ejercicio presupuestal hasta niveles cero, esto es sin la menor posibilidad de invertir-, y el social en donde las desigualdades, vía especulaciones, se acrecientan para hacer más evidente el éxito de la oligarquía contra todo girón de democracia.

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