Desafío

Rafael Loret de Mola

.23/01/17

*¿Renuncia Papal?
*Bélicos Alcances
*Panistas Defeños

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Durante su viaje a Brasil, en julio de 2013, el Papa Francisco debió guardar cama porque a lo largo de tres días, literalmente, no podía levantarse por los dolores que le aquejan; para cumplir el resto de su agenda debió someterse a inyecciones muy fuertes, sobre todo de Demerol, para poderse sostener y hasta mantener la sonrisa esporádicamente. Sólo así, dopado, pudo cumplir con las expectativas aun cuando todo ello desató una serie de rumores pocos divulgados en México y el resto del mundo.
Cumplidos los setenta y nueve años, y pese a que su pontificado apenas cumple los tres años –muy poco tiempo si consideramos la permanencia de sus predecesores, el ya extinto Juan Pablo II con más de veintiséis años en el Trono de San Pedro; y el todavía vivo Ratzinger, quien sumó ocho años nada más antes de renunciar y aislarse en El Vaticano como una especie de fantasma socarrón-, Francisco sabe bien que no va a poder continuar por muchos meses más en su misión a la que ha honrado con tintes de vindicaciones sociales y fuertes regaños a los empresarios, multimillonarios y esclavistas, esparcidos por el mundo. Ha tronado la voz superando muy antiguos tabúes y contrariando a la célebre Curia Romana intransigente sobre ciertos asuntos de Doctrina.
No son pocos, incluso personajes de izquierda, quienes me han revelado que simpatizan con la discursiva papal aunque duda que pueda llegar muy lejos; y también leo severas descalificaciones al actuar del Pontífice que arrastra algunas de las lagunas dejadas por Wojtyla, tan querido, como estigmas contra México: el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, la complicidad política con carlos salinas y, sobre todo, la tolerada e ignominiosa, así como protegida, carrera de Marcial Maciel, padre fundacional de los Legionarios de Cristo y sólo recluido los últimos años de su pecaminosa existencia, “en oración”. Lo sabía Wojtyla; también Ratzinger.
Además, en otros mexicanos sensibles, pesa el desdeñoso ejemplo sobre el peligro de una “mexicanización” en Argentina, generalizando dolorosamente a millones de sus fervorosos fieles quienes buscaban, más que un calificativo hiriente, un consejo, una mano sobre la espalda, un recogimiento espiritual, para intentar soportar el inframundo en donde estamos encallados. Dijéramos que si hubiese optado por un exorcismo de palabra no habría caído tan mal como la ofensiva sentencia acerca de una de las naciones con más católicos en el mundo: México, siempre fiel.
Más allá de las cuestiones políticas y la polémica acerca de si hablará o no sobre los conflictos sociales y políticos de nuestra nación, la duda que pervive es si puede continuar en su gestión pese al precario estado de salud que los médicos disimulan con drogas –legales-, para entumecerlo, adormecerlo y hacerlo parecer resistente. Una situación, además, muy parecida a la sufrida por el estadounidense John Fitzgerald Kennedy quien debía imponerse curaciones inyectadas con muy altas dosis de metanfetaminas. Y así llegó hasta el drama de Dallas, cumpliendo apenas con dos años y diez meses al frente de la Casa Blanca.
Estimamos que no es prudente sugerir la posibilidad de un atentado contra el Papa aunque debemos subrayar que incluso en esto se ha pensado por cuanto dicen, alegan y hasta maldicen sus enemigos, la ultraderecha dominante en la Curia y entre numerosos Obispos en distintos Episcopados, quienes no tienen, precisamente, las manos muy limpias. No se olvide, como muestra, el fin de Juan Pablo I, con suposiciones serias de asesinato cuyos archivos no están disponibles ni siquiera para los mayores investigadores con licencia para entrar a la enorme biblioteca y a los Archivos Generales de la Santa Sede, incluyendo los “secretos”. Por supuesto, al ser así, la tesis conspirativa se confirma por el resguardo exagerado de las pruebas que, en todo caso, podrían exonerar a quienes, como el célebre Arzobispo Paul Marcinkus, fueron los mayores sospechosos.
Pero, ¿qué tiene el Papa por lo cual sufre en silencio? Entre los males físicos conocidos debemos apuntar que carece de un pulmón, tiene fortísimos sacudimientos por una Ciática que va desarrollándose y, para colmo, padece de arritmias. Es más sencillo, me dicen, explorar cuáles partes de su cuerpo están bien… porque la mayor parte del mismo tiene efectos sumamente difíciles de sobrellevar. Nadie tiene comprada la vida y, por supuesto, aun en el caso de que fuera así, el argentino Bergoglio contaría ya con escaso crédito. La edad avanzada además le hace meditar varias posibilidades.
Una de ellas, filtrada por algunos cercanos civiles a El Vaticano, es que Francisco, como su antecesor, ya piensa en renunciar luego de cumplir los ochenta años el 17 de diciembre de este 2016. Con ello acompañaría a Benedicto XVI en el retiro y se daría el insólito caso de que el Cónclave eligiera a un tercer Papa vivo. Por supuesto, de acuerdo a las mismas fuentes, al parecer Ratzinger tiene mayor fortaleza y salud que su antecesor acosado por sus adversarios, dentro y fuera de los límites de la Santa Sede. Por supuesto, hubo quienes le pidieron no viajar a México y, mucho menos, con el ánimo de llegar hasta los núcleos de mayor riesgo, como la Chiapas indígena –en donde pervive un alzamiento aunque se haya convertido en caricatura-, o Ciudad Juárez, considerada entre las urbes más peligrosas del mundo a causa de la demagogia de los últimos tres regímenes presidenciales y de la sorna de los investigadores de feminicidios.
No puede preverse, entonces, si cumplirá con su agenda aunque, insisto, los dolores se controlen artificialmente para darle tranquilidad a la feligresía; algo similar a cuanto ocurrió durante la semana mexicana desde el 12 de febrero de 2016.
Por ello, el debate se centró en los gestos del Papa y su voluntad de romper ciertos protocolos. Por ejemplo, contra el supuesto compromiso de no hablar sobre los dramas políticos y sociales del país, invitó a que le acompañan en el aeropuerto durante la ceremonia de bienvenida –en la que estuvo el presidente peña también, listo a encontrar reflectores aunque la recepción oficial fuese hasta el día siguiente en Palacio Nacional-, a los familiares de los 43 o 42 normalistas de Ayotzinapa todavía en la condición de “desaparecidos”. Recuérdese que uno de ellos es militar en ejercicio y no tiene, por tanto, la misma condición de estudiante. Con ello se obligó, nada más pisando suelo mexicano, a mencionar una de las mayores afrentas contra la comunidad nacional bajo la égida del mexiquense peña. ¡Qué pena para peña!
Y luego ludió hablar de las matanzas conocidas, desde Tlatlaya hasta Tanhuato y demás secuelas, tomando posición contra las versiones de las fuerzas armadas y de los secretarios de la Defensa Nacional y Marina. De haberse dado, la felípica e habría escuhcado hasta el último rincón del planeta debilitando, aún más, el infamante sexenio peñista. El Obispo de Roma lo sabía y midió sus posibilidades, prudente ante las incomodidades que pudiera causar a la vista de su retiro, sea por enfermedad o porque estime que los ochenta años es una edad adecuada para dejar uno de los cargos de mayor responsabilidad en el mundo.

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