Rafael Loret de Mola
17/01/17
*Sanciones Sociales
*Banco de videgaray
*Fuerte Recordatorio
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Una tarde por San Miguel de Allende, guiado por su anfitrión Enrique Fernández Martínez hijo de un gobernador de Guanajuato y ex dirigente de la CNOP, miguel de la madrid hurtado recorría algunas de las céntricas calles de la ciudad en donde, como burócrata joven, buscaba las delicias de los besos furtivo muy al estilo de los del Callejón de Beso. El gran “padrino” de personajes siniestros como manuel bartlett y emilito gamboa, sonreía mientras algunas personas le descubrían y le pedían tomarse fotos con él como si fuera un atractivo turístico más aunque fuese casual. Nadie parecía recordar la tragedia que él llevó al máximo tras los sismos de 1985 ni la galopante inflación que rebasó todos los indiciadores anuales –con más de cien por ciento al año- ni la devaluación del peso estimada en 3 mil 100 por ciento durante una administración funesta sólo amable para los especuladores que ahora también olvidan su memoria.
Durante su sexenio, además, en situación de disparidad extrema, el gobierno mexicano se sumó al GATT –sistema internacional de aranceles-, como senda abonada para el posterior y asimétrico Tratado de Libre Comercio de Norteamérica mismo que nos convirtió en el traspatio de las potencias del norte. Y, por si fuera poco, durante su triste periodo se asesinaron a ochenta y cuatro periodistas y a más de trescientos luchadores sociales para lo cual contó con el “brazo duro” del asesino bartlett, ahora paje de Andrés Manuel López Obrador en la intocable corte de una izquierda desvencijada.
Por cierto, una de sus veces más acertadas, el icono de MORENA, cargando un infarto en su interior desde diciembre de 2013 –lo apunto porque ello hace más meritorio el ánimo con el que enfrenta el futuro incierto-, dio a llenar a los integrantes de la Cámara baja mencionando, sin nombrar a los recipiendarios del señalamiento, que cuatrocientos ochenta de sus miembros, de quinientos totales, tienen nexos no santos; ello debió haber dado lugar a las denuncias correspondientes porque no es posible generalizar a la ligera sobre una acusación tan grave y obviamente tratando de deslindar a sólo veinte de los diputados de la fracción que simpatiza con él aunque hubiesen tenido trato directo, por ejemplo, con el matrimonio abarca en Iguala. Sólo ellos son impolutos.
De haber sumado a los senadores habría tropezado, cuál si se tratase de una roca imposible de vadear, con la crónica negra de bartlett, ahora su compinche, y de otros de los suyos muchos de los cuales salieron blindados económicamente para convertirse en la nueva clase de banqueros y empresarios de un México golpeado severamente por la desigualdad. ¿Hubiera disculpado los antecedentes de su actual consejero bajo la firme idea de que son “cosas del pasado” como ha repetido en otros casos de salinistas célebres cooptados por la izquierda amorfa? Porque no se atrevió a tanto, optó por hablar sólo de los diputados aunque en el recuento más de cien se creen estar dentro de los veinte “libres de pecado” de acuerdo a las hipótesis incontestables del tabasqueño.
Pero, ¿acaso tiene temor por revelar sus nombres y apellidos o supone que es intocable por lo cual puede señalar a cualquiera sin la menor prueba? Los funcionarios públicos, por deber constitucional, deben denunciar cualquier delito del que tengan conocimiento por muy menor que sea la coerción; Andrés Manuel no es parte de la burocracia pero sí es un líder político, veterano en las lides electorales y a quien siguen quiérase o no, millones de mexicanos ansiosos de ser redimidos y creyentes fervorosos de sus palabras a favor de defender los derechos de los pobres, y en tal condición no puede actuar superficialmente, generalizando, sin proceder por las vías judiciales correctas contra los predadores de los que él tenga información bastantes –o suficiente- para retirarles, en el caso de los legisladores, el fuero. No se vale, en su circunstancia, lanzar denuestos impregnados de vociferantes sentencias para alborotar a las multitudes que reúne y luego ocuparse de otros asuntos. ¿Por cierto, hace cuánto tiempo que dejó de hablar de las víctimas de Tlatlaya e Iguala? ¿Será porque no se siente invulnerable del todo y la espada de Damocles pende sobre su cabeza?
La cuestión es que el terrorismo político es guiado por cada uno de los partidos con registro que nos han vuelto rehenes de su propaganda hasta en los cines en los que se paga un boleto para ver una cinta y no los largos mensajes de los postulantes perredistas o de los nefastos verdes que se “encuentran” con imágenes de elefantitos amarrados, suponiendo que se les está domando sin reparar en que es posible otra cosa: por ejemplo, una cura o la necesidad de ayudarles a andar por haber nacido en cautiverio, como sucede en los zoológicos; impera, en cambio, la aviesa manipulación para justificar la normativa que prohíbe los circos con animales al suponer que éstos sufren maltrato y sin detenerse en cuanto padecen los seres humanos. Demagogia llevada a la cúspide al amparo de la cursilería; y gracias a ella se limita el derecho de los padres a enseñarles a sus hijos el mundo, conociendo las habilidades de los seres zootécnicamente inferiores para obtener de ellos las mejores enseñanzas para la convivencia feliz con la naturaleza. ¿Nadie les explicó esto a los imberbes y poco estudiosos niños verdes?
(Me sigo preguntando si no existe crueldad al mantener encerrados, muchas veces en los lavaderos de las azoteas, a los cachorritos recién nacidos o a sus progenitores; o al sacarlos a “pasear” encadenados para intentar “educarlos” a no ensuciar con sus excrementos los interiores de un departamento de escasas dimensiones que se vuelve inexorablemente un punto de alta contaminación. Con rascar un poquito aparecen las perversas intenciones políticas de los farsantes).
Lo extraño, para mí, es que sigamos en estado de contemplación; esto es, sin desfogar siquiera nuestro desprecio a los grandes predadores humanos que han pasado como Atila sobre el presupuesto público. A quien más cerca le ha llegado la soga al cuello es a echeverría quien fue arraigado en su domicilio mientras se mantuvo, fugazmente, la acusación por genocida con referencia a los sucesos del Jueves de Corpus de 1971. A salinas y zedillo se les conminó a declarar, ministerialmente, sobre los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu en 1994, pero hasta ahora la información sigue blindada bajo los siete candados de la complicidad. Los demás, incluyendo a los derechistas que paralizaron al país dejándolo en manos de sus socios del sector privado, han sido objeto de chascarrillos –“memes” les llaman ahora con sus figuritas respectivas-, pero jamás de procedimientos judiciales serios. Y es esto lo que debe preocuparnos: las sinrazones de quienes carecen de memoria y suelen ser carnes de cañón.