Rafael Loret de Mola
5/12/16
*Ejército Agredido
*¿Aguantará peña?
*Legitimidad Real
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Ahora resulta, en la pluma de un mercenario de la profesión, que se ha montado una “patraña” en contra del ejército; pocas veces había atestiguado tal nivel de amoralidad en el ejercicio periodístico cuyo fin, además de la objetividad que el propio sujeto niega, es el servicio a la sociedad sirviendo de contrapeso a los abusos de poder. No lo entiendo de otra manera porque arrastrarse en busca de financiamientos sucios es denigrante y resulta una enorme traición a lectores, radioescuchas y televidentes atrapados en la maraña de los maridajes entre el poder público y las empresas masivas de comunicación. Nada más deplorable y alejado de la democracia.
Como van las cosas, y ante las lastimeras quejas del general secretario, salvador cienfuegos zepeda, pronto nos solicitarán a los ciudadanos salir en defensa de la soldadesca incapaz de asegurar, por ejemplo, la gobernabilidad en entidades en donde habrá renovación de gubernaturas este mismo año como son los casos de Guerrero y Michoacán, la primera bajo dominio perredista –muy endeble ya- y la segunda priísta con tendencia a la derecha.
Esto es: los mandos castrenses se han mostrado enfadados, presionados dicen, por cuanto a los señalamientos contundentes sobre, cuando menos, su pavorosa negligencia en asuntos tan controversiales como los asesinatos de Iguala y Cocula –sin que siquiera se establezca la identidad de los restos humanos encontrados en las fosas clandestinas y no pertenecientes a los de los normalistas “desaparecidos-, al grado de que el propio Cienfuegos estimó que se escarnecía a sus cuadros a punta de críticas conminando a todos a mantener su respeto por instituciones incapaces de supeditarse a la soberanía popular siquiera para informar de hechos como la matanza de Tlatlaya, en San Pedro Limón, ocultos durante tres meses salvo un boletín escueto en el que se informaba sobre el desmantelamiento de “una banda de secuestradores”, versión inexacta e infundada.
Todo ello además de sendas marginaciones en las dos aprehensiones “oportunas” de “El Chapo” en este sexenio, con la Armada infiltrada de marines llevándose todos los reflectores mientras la Defensa Nacional acumula los rencores por los tantos abusos de las tropas. Se sabe que el general cienfuegos y el secretario de la Marina, Vidal Soberón Sanz, han tenido más de un altercado con censura hacia la prensa sometida.
Con todo y ello surgió una nueva polémica sobre los viejos hornos crematorios del Campo Militar “Álvaro Obregón”, supuestamente utilizados para el personal fallecido y los caballos envejecidos, sobre los que pende la brutal sentencia respecto a la desaparición de cientos de estudiantes en las refriegas –por cierto muy igualadas entre soldados armados hasta los dientes y estudiantes refugiados en sus mantas de protesta- de 1968 y 1971. ¿También en ambas “gestas” se requería de la ciudadanía para blindar a la soldadesca? ¿Quizá en el mismo nivel que en 1913 cuando el golpe de Estado contra el mártir Francisco Madero?
¿Y qué pueden alegar con el “descubrimiento” de las matanzas en Allende, Coahuila, en 2011, todavía en el régimen del genocida felipe calderón, con innumerables fosas clandestinas rebosantes de osamentas de más de cinco, seis mil cuerpos? ¿Hace cuánto tiempo, entonces, tienen las fuerzas armadas impunidad absoluta?
Es vergonzoso, indignante, con tales antecedentes, que se hable de una patraña contra el ejército, obviamente con el propósito de mantener una consigna inaceptable con signos pecuniarios, cuando es el general secretario quien está obligado a definir algunos de los más graves puntos oscuros surgidos en los últimos meses. A saber:
1.- La ubicación de los hornos crematorios dentro de instalaciones militares que son pruebas de las atrocidades emanadas de las matanzas de 1968 y 1971. ¿Cuántos no aparecieron entonces, hasta que la sociedad pareció olvidar como está sucediendo ahora, porque sencillamente sus cadáveres fueron cremados clandestinamente? Ya es hora de escribir la verdadera historia, además con testimonios irrefutables como los del denostado militar José Francisco Gallardo, quien ha sido motivo de reconocimientos por su labor a favor de los derechos humanos y en contra de los represores con uniformes quienes se consideran libres de cualquier pesquisa. Pregunto a peña nieto: ¿Hay o no intocables, señor presidente?
2.- ¿Cuándo se dará la versión definitiva sobre cuanto sucedió en la bodega de San Pedro Limón, muy lejos de un enfrentamiento entra soldados y presuntos delincuentes, donde cayeron un niño y una jovencita además de veinte civiles más en junio de 2014? Ni siquiera las jerarquías se han atrevido a indagar e informar sobre la matanza de veintitrés personas, en el mismo sitio, en agosto de 2008 esto es cuando iniciaba la escalada calderonista para sembrar violencia y disimular sus pactos soterrados, que sólo fue divulgada por el hoy extinto Miguel Ángel Granados Chapas en su “Plaza Pública”, dos meses después.
Hago hincapié en las distancias entre cada hecho y el conocimiento de los mismos porque tales pintan de cuerpo entero la opacidad tenebrosa y la complicidad presidencial para tratar de evitarse “problemas” extendiendo la ignorancia entre la ciudadanía y rindiendo homenajes sin fin a los ejecutantes. De seguir así, y esto es lo más grave, cualquier incidente de esta naturaleza, podrá achacarse a la población en estado de indefensión y no a quienes, armados, hacen de las suyas convirtiendo en botines de guerra cuanto encuentran a su paso. Son más devastadores –aseguran- que las mafias dominantes. Por eso nuestra preocupación mayor.
3.- Igualmente, ¿se animará a explicar, cienfuegos claro, la increíble pasividad de los integrantes del 27 Batallón de Infantería, apostado en Iguala, durante la terrible noche del 26 al 27 de septiembre de 2014 cuando toda barbarie tuvo presencia en las narices de quienes, se supone, están destinados a salvaguardar la seguridad no sólo de Iguala o Guerrero sino del Estado mexicano? En este sentido todo indica que el debate sobre los hornos crematorios –mismos que pueden ser destruidos sin que nadie se percate de ello-, parece más un distractor a conveniencia de la superioridad para zanjar lo verdaderamente grave: la impotencia castrense ante las presiones de los narco-terroristas listos a impedir las elecciones de julio próximo.
4.- Y, por supuesto, de lo anterior deriva la interrogante mayor, la que tiene tintes de alto riesgo: ¿desde cuándo han sido infiltrados algunos de los mandos militares por los sicarios de los capos de mayores vuelos? Y aquí podríamos comenzar por analizar las actuaciones de algunos de los militares señalados al respecto y que han sido protegidos como la Iglesia ampara a los curas pederastas.
Nombro sólo a algunos: Juan Arévalo Gardoqui, Enrique Cervantes Aguirre, Guillermo Galván Galván y Gerardo Clemente Ricardo Vega García. Puede que alguno sea inocente pero es necesario investigarlos a fondo hasta la demostración de su inocencia porque es obvia la paulatina contaminación de los cuadros bajos sus respectivos mandos sexenales. Arévalo ya está muerto, los otros no.