Rafael Loret de Mola
2/12/16
*Iguala y su Escudo
*El Agua y la Guerra
*El Sargento de 1968
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Todos exigen justicia. En 1968, el movimiento estudiantil que fue guiado hasta la emboscada de Tlaltelolco contaba con la participación, sobre todo, de los jóvenes universitarios de la UNAM y de los alumnos del Politécnico, siempre atentos a las luchas sociales. Ellos fueron quienes exigieron justicia y no pudieron alcanzar la “mano tendida” que sirvió como eufemismo en los labios de Gustavo Díaz Ordaz quien jamás tuvo la intención de recibirlos ni de dialogar.
La diferencia con cuanto sucede hoy –entérese señor peña porque, de acuerdo a su edad apenas tenía dos años cuando ocurrieron los bárbaros acontecimientos de la Plaza de las Tres Culturas y, si se enteró de ellos, fue de rebote a través de sus familiares cuyas versiones seguramente no fueron las que reflejaron la realidad sino las oficiales-, es que la crispación no se reduce a un pequeño núcleo de la población sin la encontramos, sí, en estudiantes de escuelas privadas y públicas, incluso los niños de primaria hablan de su horror, profesionistas que arrancan sus carreras, adultos y mayores, bueno hasta los ancianos para quienes resulta frustrante, ominoso, atestiguar a donde fueron a parar sus esfuerzos por el desarrollo de nuestro país por causa de los ladrones, mafiosos y asesinos que tomaron el poder desde hace ya más de medio siglo.
Nadie se conforma y, por desgracia, se avizora una salida similar: la de una emboscada de inciertos resultados con “toda la fuerza del Estado” –debería decirse del gobierno para no confundir los términos-, como ya previó el propio mandatario en funciones. Ha sido penoso, angustiante, observar a los sardos vestidos de civiles, listos a provocar actos vandálicos para culpar a la sociedad civil en su conjunto o a los medios de comunicación y los críticos, rodeando las áreas por donde pasan las manifestaciones de protesta y simular que son radicales o anarquistas guiados por los recurrentes “intereses oscuros”, por supuesto con aires de expansión desde fuera hacia el territorio nacional; ¡y se olvida que ha sido el gobierno peñista el propiciador de esta negra etapa a través de sus reformas entreguistas!
Mienten, claro, cuando se alega que, por ejemplo, quienes tenemos tribunas públicas somos responsables de la mala imagen del país. Esto es como si algún periodista hubiese sido el primer portador de la influenza porcina desatada en abril de 2009 o fuese parte del pelotón de fusilería que acribilló a los veintidós civiles en Tlatlaya o incluso de la infeliz policía de Iguala, aliada con los sicarios llamados “Guerreros Unidos” para acallar las voces jóvenes, una especie de pecado el cual todos hemos cometido: el imperativo de desfogar las ansias para construir el futuro aunque se secuestren algunos camiones para festejar a los Pumas o viajar desde Ayotzinapa para intentar sumarse a las manifestaciones por el 2 de octubre y, de paso, boicotear el petulante informe de maría de los ángeles pineda villa –o Beltrán Leyva, como explico en “El Alma También Enferma” y en “Hijos de Perra”-, quien ordenó la represión e instruyó a su esposo, José Luis Abarca Velázquez, para consumarla como el gran inquisidor de la región.
Esto es, al estilo de Fray Tomás de Torquemada quien ordenaba quemar vivos a cuantos consideraba “herejes” aunque muchos de los sacrificados no lo fueran. Un rasgo similar al que presentaba el miserable manuel bartlett díaz, convertido hoy en testaferro de una izquierda desmemoriada -¿cómo confiar en ella con estos personajes en la primera línea?-, a quien bauticé, precisamente, como Torquemada en plena gloria del ya extinto Miguel de la Madrid. Si existe el infierno está esperando al odioso personaje gracias al cual se llegó a la cúspide de la antidemocracia, en 1988, que ahora condena luego de ver una parodia fílmica en la cual omiten a quien fue el centro neurálgico de las cavernas hegemónicas.
Me preguntan, con razón, sobre el móvil que llevó al desenfreno de las policías y los sicarios en la terrible noche del 26 de septiembre, hace ya más de dos años. Debemos comenzar explicando que la región de Iguala es en donde se produce la mayor cantidad de goma de opio enviada en autobuses de pasajeros hasta el norte y la frontera con los hipócritas aduaneros estadounidenses y la CIA –que se lleva una enorme tajada- perfectamente enterados. Por eso, claro, los disparos contra el autobús de los futbolistas de tercera división, “Los Avispones”, refriega en la que resultaron muertos seis inocentes, incluyendo una señora que viajaba en un taxi y un joven atleta a quien se truncó la vida con la mayor vileza imaginable. Luego caería, más adelante, una séptima víctima. Y vendría, asimismo, la corretiza contra estudiantes con huaraches –como les exigía el director de la Normal de Ayotzinapa, José Luis Hernández Rivera, para que pusieran en el escaparate a su pobreza y pudieran engordar las alcancías; ¿por qué no está en la cárcel también este sujeto execrable?-, alcanzados en un momento y entregados a la banda criminal que dispuso de ellos hasta su exterminio ante las hogueras aunque sin plataformas como en el medievo.
Pero, además, por Iguala y hasta Cocula prosperan las minas de oro, con una enorme riqueza que va a parar a los bolsillos de los empresarios como los del nefasto “Grupo México”, de Germán Larrea Mota-Velasco, cuya producción es tan importante que no podría concebirse tras diversos acuerdos soterrados con “La Familia” y “Guerreros Unidos”. ¿Ya vamos entendiendo el porqué de la displicencia militar que observan pasar los armatostes, con personal armado hasta los dientes incluso sobre las “trocas” rebosantes de ametralladoras, sin detenerlas sino, al contrario, saludando marcialmente a los conductores y pasajeros mafiosos? Hay testimonios vídeo-filmados al respecto.
En realidad, los genízaros gorilones de Iguala esperaban recoger drogas, más que proteger a la señora imperial –una de tantas mujerzuelas que escalan el poder por la vía de los criminales de gran calado-, para su reenvío hacia el norte del país a través de autopistas realizadas ex professo por la derecha convenenciera y muy bien tratada. Tal debiera investigarse para responder cómo el señor Felipe Calderón anda tan tranquilo, luego de simular una guerra que arrastró cien mil cadáveres, estos de verdad, y supuesto enemigo de los cárteles con mayor territorialidad sobre México. ¿Les suena lógico? Como no lo es, queda evidenciado el acuerdo soterrado que incluso permite a su esposa, la otrora discreta Margarita, proponerse para una candidatura con vistas al 2015 y, ¿por qué no?, al 2018. En el PAN todo nepotismo tiene cabida. Y nadie salva esa notoria inclinación gregaria que tanto cuestionaron a José López portillo cuyo exceso de testosterona le hicieron ser rehén de sus mujeres y proveedor de sus hijos y hasta sus nietos.