DESAFIO

Rafael Loret de Mola

23/11/2016

*Amnesia y Turismo
*Infección Política
*FIL sin Mexicanos

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Cuatrocientos veinte millones de pesos quedaron volando, desviados por la administración federal y el último regente de la ciudad de México; también el último priísta que encabezó el gobierno defeño, exactamente hasta 1997 cuando el presidente ernesto zedillo, el gran simulador, lo trasladó a la secretaría de Turismo para protegerlo, blindarlo, de cualquier acoso que pudiera sufrir a causa de la llega del perredismo, en aquel momento liderado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, que no se ha ido hasta entonces de la apetitosa capital del país.
Fue evidente que Óscar Espinosa Villarreal, quien habla de que la arribazón de la izquierda fue el factor decisivo para “la pérdida de la ciudad” más congestionada y compleja del orbe, negoció bien su salida del Departamento del Distrito Federal posibilitando el encumbramiento de Cárdenas sin el menor rozón y muy a pesar de que el otrora jefe de la oficina de la Presidencia, el nefasto José Córdova Montoya, dentro de su perverso esquema mental, le había desafiado con llevarlo a juicio –lo cual le hubiera inhabilitado para llegar a la elección por la jefatura de gobierno-, pues él y los legisladores perredistas le habían acusado como autor intelectual del crimen contra Luis Donaldo Colosio. Y, por supuesto, optaron por callarse ante la advertencia del siniestro personaje.
Así, Cuauhtémoc Cárdenas arribó al despacho principal del antiguo Palacio del Ayuntamiento desmarcándose de sus acusaciones contra Córdova y bajo el entendido de que no perseguiría a Espinosa en un enroque muy infortunado para los neocardenistas. Dos pactos que limitaron al emblema de la izquierda y exhibieron todas las debilidades del mismo ante la cerrazón del “sistema” aunque, con ello, se alejara de la columna vertebral de su propuesta: modificar el estado de cosas, no continuando con los acuerdos soterrados, oscuros, lejanos de los intereses del colectivo.
Gracias a ello, Espinosa Villarreal fue situado en la Secretaría de Turismo y allí permaneció hasta poco después de la retirada del ingeniero Cárdenas quien, en pos de su segunda candidatura presidencial, dejó el cargo defeño en manos de la hábil Rosario Robles Berlanga, secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano –quien ahora aspira a repetir en el cargo dado que a lo largo del 2000 fue sólo substituta y ahora desea todo el pastel… pero con colores distintos, precisamente los del PRI y ya no los del PRD-, cuya primera decisión en 1999, tomando distancia de las cortesías de su antecesor, fue la de auditar a la administración de Espinosa hasta encontrar el desvío millonario –para muchos una pequeña migaja de lo defraudado por Espinosa y sus colaboradores en un entorno de altísima corrupción si bien lejana a cuanto contemplamos hoy: no hubo empresario ni industrial de nivel que no hiciera negocios con él-, que condujo a una tenaz persecución del personaje por medio mundo hasta su localización en Nicaragua.
La caída de quien había sido fuente financiera y administrador de la campaña de zedillo, pasando sobre la sangre de Luis Donaldo para júbilo del inefable “doctorcito” Joseph-Marie Córdova, se contrajo a setenta y siete días de prisión en el reclusorio “El Chipote” de la nación centroamericana y su posterior traslado a un hospital de Managua como efecto de la asfixia carcelaria bien diagnosticada por su abogado, no por los médicos, hasta su extradición a México… en donde no pisó celda alguna sino se fue a su casa por falta de consistencia en las acusaciones –dijeron-.
Por supuesto, jamás aparecieron los 420 millones de pesos ni pudo explicar con claridad, si bien publicó un libro para dar su versión pero con muy escasa circulación, los orígenes del desvío; al contrario, su postura fue negar que tal hubiera ocurrido aun cuando fue innegable el agujero financiero producido por sus malos manejos en una capital convertida en un caos –a decir del ingeniero Cárdenas- y al borde de la debacle con creciente violencia, robos de bancos y una gama de secuestros que apenas anunciaban cuanto vendría posteriormente.
“Perdonado” por el sistema, dada su disciplina, el doctor zedillo, su adalid a quien defiende con dientes y palos, intervino lo necesario para vindicarlo, poco a poco, con la paritaria gracia de sus amigos, todos aquellos millonarios quienes se llevaron una enorme tajada mientras les duró el dulce en la boca, hasta conseguir, como en otros casos –digamos el del abyecto raúl salinas de Gortari-, cerrar expedientes dándole una “segunda oportunidad” para demostrar su valía y sus conocimientos sobre el tema turístico.
Hace unos meses fue designado secretario de Turismo, Enrique de la Madrid Cordero, hijo del ex presidente del mismo nombre ya extinto, y sin más conocimientos en la materia que sus paseos en familia o con amigos por parte del territorio nacional. Financiero de cepa, Enrique optó, desde el primer momento, por llamar a Espinosa quien, cuando menos, tuvo la oportunidad de entrevistarse, “siendo un hombre poderoso” por su cercanía con zedillo –exactamente así lo narró-, con financieros y empresarios del primer mundo quienes, a su vez, exigieron condiciones y garantías excesivas para poder “creer” en las ofertas del singular funcionario. Los españoles, por ejemplo, se animaron tanto aun cuando temían la inestabilidad de México como un factor negativo; y, por supuesto, la oferta de la alternancia, debajo del agua, minimizó la desconfianza a costa, entre otras cosas, de vender las playas mexicana y permitir que los extranjeros fincaran hasta a cientos de kilómetros de las costas con los riesgos que ello implica para la seguridad y la soberanía nacionales.
Al respecto, el señor Espinosa no pudo contestar, directamente, a estas dudas igualmente evadiéndose de los graves problemas de desigualdad que le plantee a la cara hace poco más de una semana:
–A diecisiete minutos de la zona hotelera de Cancún –expresé-, puede llegarse a colonias depauperadas, en las que el hambre marca las pautas, en gran parte por los bajos salarios que los grandes consorcios del extranjero pagan a sus servidores y obreros mexicanos a diferencia de cuanto se embolsan los ejecutivos traídos por ellos desde España y otras naciones.
–Conozco el caso –replicó-, de la colonia Colosio en Cancún y es muy lamentable. Precisamente por ello propugnamos por abrir más hoteles con mejores salarios.
¿Y por qué no se pretendió lo mismo desde el principio? Para colmo, México es de las naciones turísticas una de las menos cotizadas: el cálculo es que cada visitante gasta, en promedio, poco más de quinientos dólares durante su estadía a diferencia de los más de mil dólares que les arrebatan los españoles, franceses y estadounidenses. Les damos mucho más por menos… pero si suben las tarifas entonces los nacionales nos quedaremos en casa sin la menor posibilidad de conocer las bellezas de nuestro país.

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