Rafael Loret de Mola
28/10/16
*Tortura y Pobreza
*Qué Quiere Andrés
*Garantías de Salud
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Queda claro que, en materia de derechos humanos también, la administración federal actual está al pie del abismo. La necesidad del bienestar social, el combate contra el hambre y la marginación, así como la justa distribución del ingreso, debieran anotarse dentro de la gama de los privilegios de mujeres y hombres, sin distingo de ninguna clase, por el sólo hecho de serlo.
No puede tolerarse más, en términos morales, que las distancias de clase más profundas se den desde el nacimiento de cada quien y su entorno; esto, en términos de equidad, es sencillamente monstruoso. Y lo peor es que la remontada de la infancia marginada hacia el triunfo profesional sólo unos cuantos, cada vez menos, pueden lograrla por tantos candados y obstáculos colocados al paso de quienes ambicionan salir de la miseria… salvo si son contratados como sicarios entre tantos cárteles dominantes ahora, sobre todo, el de Jalisco Nueva Generación y los Guerreros Unidos.
La depauperación va a la par con la desertificación. Al mismo ritmo con el cual México va perdiendo, cada mes y cada año, tierras arables –a causa de los múltiples incendios no atendidos y la pérdida sustantiva de la paz social y el consecuente abandono de las parcelas-, igualmente la miseria aumenta pese a los estúpidos juegos cibernéticos con los cuales el miserable señor fox redujo los índices de marginación sencillamente bajando las consideraciones y los niveles de la pobreza extrema; desde su régimen, son sólo pobres extremos quienes no alcanzan un ingreso de un dólar por día; y cuántos se sitúan por encima de este nivel son, sencillamente, parte de la productividad porque pueden, dicen, satisfacer sus necesidades básicas con veinte pesos por cada labor cotidiana. Un vaso de leche y un boleto para el camión y nada más. Vivienda, ropa y seguridad familiar son marginales.
No en pocas ocasiones me he preguntado si los estándares oficiales corresponden a una tendencia a separar a los mexicanos y no a integrarlos como debiera ser el fundamento central. Esto es, haciendo más difícil el acceso a la transportación –de allí los asaltos en las carreteras, la extinción hasta ahora de los ferrocarriles y la carestía amoral de los boletos de avión así como el costo inusual y arbitrario de las casetas de peaje-, para aislar a las comunidades, obviamente en donde los pobladores no tienen centavos de sobra ni para comprar el periódico y sólo perderse en los amarillistas noticiarios masivos, de radio y televisión, donde se privilegia la nota roja sobre las políticas que entrañan los latrocinios crecientes y la exaltación de la más abyecta corrupción.
¿Cuántos días se han llevado las huestes oficiales en la búsqueda de dos ex gobernadores sobre quiénes se han girado órdenes de aprehensión? Tanto Guillermo Padrés Elías, de Sonora y panista, como el más repulsivo, Javier Duarte de Ochoa, de Veracruz, han demostrado que no es lo mismo enfrentar a la justicia desde los parapetos de una condición privilegiada, hija de la complicidad y el chantaje, que a pecho abierto, circunstancia ésta que conduce, de modo irremisible, a la desgracia acaso por faltas mucho menores a las cometidas por la oligarquía.
En este contexto, desde luego, se extravía el concepto de democracia, tan usado y desechado a causa de la fusión del presidencialismo con la partidocracia, y debe exaltarse el de la autocracia bajo el dominio del mandatario federal en ejercicio, manipulado por los grupos de presión cuyo pilar mayor es el narcotráfico. Fíjense: desde hace medio siglo NINGUNA de las llamadas “primeras familias” ha dejado de tener a uno de sus miembros más cercanos en la nómina de los grandes “capos”; esto no es especulación sino relatoría de hechos incontrovertibles; hay algún caso en el cual la herencia no es de sangre sino grotescamente solidaria, como la de la familia Hank con la de lópez portillo, pero sin duda no cesa la representatividad de las bandas criminales a través de la residencia oficial.
Cada día más, las ejecuciones crecen por todo el país –hay amaneceres que nos sorprenden con cuarenta o más muertos en los escenarios más convulsos, Sinaloa, Tamaulipas, Guerrero, Oaxaca, Michoacán y Veracruz, entre otros-, amenazando con mayor fuerza a las llamadas “instituciones”; ya sabemos que aquellas con poder de fuego, desde el ejército hasta la siempre inútil “gendarmería” fundada por el colombiano Óscar Naranjo Trujillo, sobre quien pesan sospechas en su país en la hora de la refundación de la paz, y cuyos resultados son nulos, específicamente en Michoacán convertida en una especie de laboratorio con los conejillos de Indias de los autodefensas.
Nada es peor para el gobierno que los civiles se harten de los abusos y tomen fusiles para defenderse. No es deseable, claro, pero siempre he sostenido que las revoluciones no nacieron en un edén de rosas sino por el fragor de las repetidas injusticias. No perdamos jamás de vista esta realidad histórica porque entonces dejaríamos de tener memoria y razones para exigir, como lo hacemos pacíficamente, un cambio estructural de sistema.
Para colmo, el alto comisionado de la ONU en materia de Derechos Humanos ha enviado catorce solicitudes y recomendaciones al gobierno de México ante hechos deplorables, además de las que emanan de la Comisión Nacional respectiva, a la que se acusa de “proteger” a los criminales cuando éstos no han sido siquiera sentenciados con un número indefinido de inocentes a quienes se tortura, sin piedad, con las conocidas técnicas de los marines invasores en Medio Oriente y brutalmente descuartizadores de seres humanos, sin distingo de géneros, en Guantánamo, que debiera ser territorio de la Cuba “libre” y no una base militar estadounidense con la fuerza de las armas de destrucción masiva que la potencia sí tiene, no como las adjudicadas a Irak.
Tortura y vejaciones, como la inseguridad latente y el hambre al alza, son condiciones aberrantes que no debieran darse en una nación rica en recursos naturales brutalmente dilapidados por la corrupción y las complicidades soterradas, abundantes en el clima de manglar y de selva que es característico entre la miserable clase política. Ellos tienen los pararrayos mientras la población sufre cada meteoro para exaltar la feroz demagogia de quienes se retratan con las botas remojadas en agua o rasgadas por las casas derribadas por los terremotos.
Así que prepárense. Se destinan cuatro billones de pesos como presupuesto para 2017; pero se deben 7 billones a los acreedores extranjeros. No hay manera de manejar una economía en estos términos, sin agregar, además, los saldos rojos de los gobiernos estatales, como Coahuila, Veracruz, Tamaulipas, Quintana Roo, Jalisco y Nuevo León, en donde sus gobernadores o ex mandatarios, sirvieron a la campaña presidencial de peña con la cuchara grande pasándose al INE por el arco del triunfo. No hay eufemismos porque la indignación se nos atraganta.
Por ello, 2017 será especialmente de alto riesgo. Primero, porque el desmantelamiento de PEMEX casi está en su fase final y no serán los mexicanos quienes puedan contrarrestar la marea especulativa; y segundo dada loa tremenda volatilidad del peso ante los vaivenes del juego del dólar con el euro y la necedad de los “sabios” economistas al no proteger al peso dividiendo nuestras divisas en dos o tres monedas, como el dólar, el euro o el yen. ¡Lo hemos venido diciendo desde 2002 y desde Cuba!