Desafío

Rafael Loret de Mola

27/10/16

*México: ¿Protectorado?
*Los Casos Vergonzosos
*De Sotanas Intocables

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En Derecho Internacional, la figura del Protectorado –como es el caso de Puerto Rico, bajo la injerencia estadounidense, o de Canadá rendida ante la Corona inglesa y su imperio-, significa que un país no puede asegurar su soberanía, por sí, ni por el cauce de sus propias instituciones; y tal hace necesaria la tutela de una nación más fuerte para asegurar sus perspectivas. Desde luego, no siempre es así; Canadá ya es un territorio lo suficientemente autónomo y fuerte como para retirar los privilegios de la Reina Isabel II a menos, claro, que la sostengan como parte de sus atractivos turísticos que no son pocos.
En este sentido, los mexicanos, como hemos repetido muchas veces, ya hemos perdido la esencia de la soberanía popular la que, por mandato constitucional, acoge al colectivo como mandante, quien ordena, para someter a éste a los mandatarios pasajeros; en nuestro peculiar sistema la esperanza renace cada seis años gracias a la única arma útil que nos legaron los constituyentes de 1917: la no reelección, misma que pretendió suplantar Álvaro Obregón y a punto estuvo de hacerlo hasta que las balas de José de León Toral lo impidieron el 17 de julio de 1928, hace ya casi ochenta y nueve años. Desde entonces los festines caudillistas cesaron para dar pie al maximato del ladino Plutarco Elías Calles y luego al presidencialismo instaurado por el bravío general Lázaro Cárdenas del Río.
En esta apretada síntesis se esconden las manos de cuantos fueron capaces de fraguar los hechos que determinaron el curso de nuestra historia -la matanza de Huitzilac por ejemplo en donde fue asesinado el general Francisco Serrano y sus principales colaboradores, en total catorce asesinatos por órdenes de Calles y el ambicioso Obregón que luego pagaría con su propia vida-, separándola de los ideales y banderas sociales que debieron dar frutos con la sangrienta revolución cuyos saldos fueron de más de dos millones de muertos.
México parece una ruleta en manos de sus perversos vecinos del norte cuyas humillaciones jamás han sido ventiladas cuando menos con las disculpas diplomáticas necesarias. En las relaciones bilaterales, ellos siempre imponen las reglas –visas para los mexicanos, no para los estadounidenses-, y sobajan a los inmigrantes a quienes llaman, abaratando sus esfuerzos, para sacar adelante sus productos agrícolas con el mejor precio incluso para competir con ventaja en otros mercados, entre tales el mexicano de donde proviene el elemento central de sus ofertas, esto es los obreros clandestinos mal retribuidos.
Por ello es interesante sopesar la postura de los aspirantes a poblar la Casa Blanca tras el paso de una familia afroamericana que conforma su finiquito con laudatorios comentarios hacia el interior de su país y señalamientos negativos acerca del sostenido belicismo que no fue óbice para la entrega del Nobel de la Paz a Obama, acerca del destino de nuestro país, visto como proveedor de drogas y de depauperados seres humanos quienes no encuentran posibilidad alguna de trabajo en su patria. Y no hablo sólo de los mexicanos como suelen hacer los analistas de pobre visión.
A doce días de los esperados comicios en los Estados Unidos, los momios siguen paralelos, con vaivenes de todos colores y con marcada tendencia de los medios a desfavorecer al perro rabioso, Trump, por cuanto éste les llamó mercenarios y manipuladores –como nunca había ocurrido allá-, nadie puede negar que el gran protagonista, gane o pierda –esperamos que sea lo segundo pero los mexicanos no contamos para votar salvo los residentes originarios de aquí-, es el “pato” Donald Trump que ha cacareado, como nadie, su huevito infectado de innumerables fobias de las que hace énfasis cuál si se tratase de la nueva política, moderna diríamos, sin observar que es profundamente retardataria porque asume ideologías vencidas en la Segunda Guerra, como el racismo feroz de los nazis y la idea absurda de la superioridad de un raza, ya no la aria sino la anglosajona.
México no puede sino observar, con tranquilidad y escasas esperanzas de buenaventura, cómo se están moviendo las fichas en el norte del continente a sabiendas de que ya, a lo largo de la campaña y con el escenario de Siria y el Estado Islámico como trasfondo, hemos retornado a una especie de guerra fría, una herencia más de Barack, el descendiente de emigrantes de Kenia, quien no midió los alcances de sus acciones militares, sostenidas con igual énfasis que el siempre adormilado Bush junior, su deleznable predecesor a quien jamás se ha juzgado pese a los evidentes crímenes de guerra por él cometidos como responsable superior de sus comandos.
Pese a lo anterior, a la hora de cuestionar a Trump, los republicanos Bush se sumaron a los ex mandatarios demócratas Carter y Clinton además del actual huésped de la residencia de la Avenida Pensilvania, el señor Obama cuya consorte acaso alimenta, desde ahora, el mismo síndrome que convirtió a Hillary en rehén de sus ambiciones personales sin distingo de un elemento igualmente floreciente en nuestro suelo: el nepotismo descarado y abierto.
Pero, ¿y los mexicanos? Por desgracia, la ausencia de gobierno –o el vacío de poder- prevaleciente, dieron lugar a la ofensiva visita de Trump a Los Pinos –estuvo cuatro horas en territorio nacional y utilizó un helicóptero de nuestra Fuerza Aérea para movilizarse entre el aeropuerto y la residencia oficial, como jefe de Estado, violando limitaciones legales en el papel de Pedro por su casa-, a la poca fuerza verbal de la respuesta de peña nieto, en el papel de anfitrión atemorizado, y a una serie de aclaraciones “post-mortem” –eso fueron aunque parezca terrible-, con veneno las de Trump y con naturaleza muerta las de enrique. Perdimos en todos los renglones.
Por eso no extraña que una inmensa mayoría de latinos residentes en los Estados Unidos –el sesenta y siete por ciento-, repele a Trump si bien lo incomprensible es el apoyo del 17 por ciento de los mismos. Sea cual fuese el resultado, dentro de dos semanas y un poco más, la proyección de Trump es ya un severo peligro para el futuro si, como ya expresó, desconoce además los resultados, significando con ello su apreciación sobre una derrota inminente por efecto de un “fraude” al estilo del viejo México –y del nuevo también porque las condiciones no han variado ni las reglas del juego-, y con proclamas muy parecidas, sin que tal sea una ofensa, a las de Andrés Manuel y su MORENA quien lleva yo dos elecciones presidenciales a cuestas, quejándose del irrespeto al sufragio pero en la misma línea de fuego, jugando con las mismas barajas diríamos con las cuales no le ha sido posible defender sus semánticas victorias. (Creo en que en 2006 ganó y en 2012 le robaron dos millones de votos para hacer mayor el margen de “victoria” del mafioso abanderado prísta).

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