Rafael Loret de Mola
25/10/16
*Prioridades a la Carta
*Narcos van a la Escuela
*La Guerra debe Pararse
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Un año más y seguimos. Alerta que, al contrario de los propósitos de juventud, estemos ante la perspectiva de un mundo caótico y de un país incendiado por doquier. Dicen los legisladores quienes van por la vida como los caballos de pica, esto es con los ojos vendados para no enterarse de los peligros, que “no todo el país está incendiado”… aunque agregan su “preocupación” por cuanto hay zonas “fuera de control”. Hasta el raciocinio han perdido imbuidos en el absurdo galopar de la partidocracia reacia a aceptar cualquier otro interés ajeno de los de sus dirigencias. Basofia nada más.
Les he dicho, en recientes intercambios de opiniones en Córdoba, Veracruz, el Zócalo y la capital de Nuevo León, además de Pachuca y Tuxtla Gutiérrez, que mucho temo a la idea instalada en mi cabeza desde hace meses: nuestra generación, sufrida desde los genocidios de Tlatelolco y el peor, el Jueves de Corpus de 1971, fracasó en toda la línea. La intención de entonces era, como hoy, reconstruir al sistema podrido y dejar atrás al autoritarismo engendrado entonces por gustavo díaz ordaz; ¿y cuál ha sido nuestro legado para cuantos vienen detrás? Un ámbito mucho más enrarecido, por la violencia y la corrupción, sellado igualmente por matanzas y persecuciones, amenazas y diatribas, bajo el mandato de un personaje oscuro, sin patriotismo, enfermo y profundamente ávido de bienes mal habidos. En suma, el pasado, aunque brutal, resulta menos malo de cuanto atestiguamos ahora. Y esto es imperdonable para los mexicanos de largo andar.
Me avergüenza, lo he dicho también, sumar años a mi baúl de recuerdos tristes que, por desgracia, opacan a los alegres porque son pocas las veces que hemos disfrutado de la tranquilidad salvo si se es especulador con complicidades extremas y un tren de vida envidiable, esto es integrante del uno por ciento de una población profundamente desigual y, en su mayoría, encerrada en sus rencores acumulados. Si de ojivas se tratara quizá podríamos concluir que éstas ya son operativas. Cuando los odios explotan, sin vuelta atrás, el sufrimiento sólo es equiparable a los partos: el dolor suele ser tremendo pero después llega la felicidad si la criatura nace bien.
En cierta medida, la tarjeta del INAPAM, que ya tengo en mi cartera -¡cómo me burlaba de mis amigos mayores cuando presumían de los descuentos y les respondía que prefería no tenerlos!-, es como un certificado de impotencia y de inutilidad intelectual. Lo primero porque seguimos bajo el sello del autoritarismo; lo segundo porque ya a nadie le importan los ideales sino el bienestar personal, la comodidad mundana aunque para ello deba aceptarse el paso redoblado de los militares y la sangría amoral de la clase política que nos empobrece sin remedio.
Como periodista atesoro infinidad de frustraciones. Apenas el domingo 2 de octubre, la efeméride que estamos obligados a no olvidar, en Córdoba, la cafetalera, señalé la importancia de vigilar al entonces gobernador, Javier Duarte de Ochoa, con tendencia “a pelarse” si le daban oportunidad; los diarios de la ciudad señalaron tal sentencia en sus primeras planas.
Y creí que la advertencia no caería en la indiferencia, pero me equivoqué. Apenas diez días después, durante la emisión matutina del noticiario televisivo, anunció que solicitaría licencia, ese mismo día como lo hizo, para “dar la cara” de tiempo completo contra su adversario, el electo Miguel Ángel Yunes, uno de los tres personajes más perversos de la policía nacional al lado del asesino bartlett y de gamboa, engendro de la cofradía de la mano caída.
No fue así… el tipo se tomó el tiempo necesario para hacer maletas, cuidar sus inversiones y desaparecer al más puro estilo de Mario Villanueva Madrid en abril de 1999 cuando no se presentó a la toma de posesión de su sucesor, Joaquín Hendricks Díaz, y optó por refugiare en el rancho de su “padrino” yucateco, el miserable víctor cervera, muerto en agosto de 2004 para tranquilidad de sus paisanos en apariencia, durante dos años, incluso cuando se reunieron, en Mérida, “Bill” Clinton –ahora conocido como el consorte cornudo-, y ernesto zedillo, también enamorado de su secretaria de su secretaria de Pesca y Recursos Naturales, Julia Carabias Lillo, entonces esposa de José Woldenber, cando desempeñaba éste la presidencia del consejo del “autónomo” Instituto Federal Electoral, ahora INE.
Las cofradías se imponen con la mayor facilidad en un México atrapado en las redes de la peor corrupción imaginable. Por eso no entiendo a quien pretende participar, por tercera vez, en la procesión presidencial a sabiendas de que las reglas del juego no han cambiado y no ha sido capaz, en las ocasiones anteriores, de defender hasta las últimas consecuencias los sufragios emitidos a su favor –posiblemente ganadores en 2006 y perturbadores en 2012-; y lo mismo va para los miembros del EZLN, dispuestos a lanzar a una campesina como aspirante a la Primera Magistratura luego de casi un cuarto de siglo de descalificaciones a los procesos electorales y a los árbitros de la contienda. Tanto peca uno como los otros.
A veces, llegado este momento en el cual comienzan los reconocimientos como suele suceder con los intelectuales desahuciados –en mi caso, la verdad, me nutren mucho y no pienso viendo hacia atrás-, desespera el cinismo alcanzado por las dirigencias partidistas en su afán de negarse defectos y aparecer como un dechado de virtudes inconmensurables. Y más que eso: el rencor social que, de manera por demás inexplicable bajo las normas institucionales, no se traduce en sufragios en contra de los malolientes servidores del sistema y los farsantes quienes les acompañan, como “el pony” de Nuevo León cuyos imbéciles adoradores pretenden que quienes no son de Monterrey –vamos incluyendo a los demás neoleoneses-, carecen del derecho a cuestionarlo porque no le han dado tiempo –ya pasó un año y un mes-, para cumplir cuanto ofreció realizar apenas se sentara en la silla gubernamental. Por eso le he llamado farsante.
La peor desgracia de México es la excesiva credulidad; de repente aparecen candidatos poco conocidos con un listado de promesas de lo más absurdas y los vaivenes sociales se producen sin el menor pudor colectivo. Así pasó en Nuevo León y también en las entidades gobernadas por los famosos aliancistas cuyos resultados han sido fatídicos; y, además, tenemos a Guilllermo Padrés Elías, perseguido por la justicia, oriundo de Sonora, el panista ladrón, como el mayor ejemplo de la corrupción desde escenarios dudosamente opositores y aprovechando las mayores tragedias –como la de la guardería ABC de Hermosillo, en la que también está involucrada Margarita Zavala-, para fine de degradante proselitismo.
Por eso, repito, me apena cumplir años bajo la tensión que no hemos sido capaces de erradicar, ni siquiera enfrentar, quienes formamos parte de las generaciones de 1968 y 1971; ahora que es más el recorrido que cuanto nos falta para llegar al final no cabe sino el profundo, hondo arrepentimiento por no haber sido capaces de actuar a favor de nuestros amados hijos, de nuestros adorados nietos. Sufro por ello cada día porque el mejor regalo que podríamos haberles dado, a nuestra sangre y nuestra prolongación espiritual, el de un país mejor al que recibimos, no supimos ni pudimos entregarlo a tiempo.