Rafael Loret de Mola
14/10/16
*Una Familia Intocable
*El Garlito de Saltillo
*Vasconcelos y Silverio
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En Veracruz ya es difícil encontrar, entre la clase política, a una sola familia honorable. Mi padre me contaba, por ejemplo, que tiempo después del término de la gestión de Miguel Alemán Valdés, pasó por Xalapa y escuchó a alguien señalando al junior, Miguelito Alemán Velasco, quien también fue gobernador de la entidad como numen de la nueva aristocracia con tufo siempre de complicidad:
-Mira… allí va el hijo de un ladrón –comentó un hombre serio, de unos cuarenta años, con impecable atuendo jarocho rematado con el paliacate rojo-.
Mi padre pensó entonces para sus adentros, tal y como me contó:
–Espero que jamás se diga algo parecido de un hijo mío.
Y cumplió con creces sus expectativas aunque no faltan los malsanos, los párvulos y los esbirros de los caciques quienes se inventan historias para mancillarlo aun cuando he demostrado, de manera fehaciente, la manera cómo operó el echeverriato para desprestigiarlo con lo que he bautizado como “la conexión campechana” y el caso del homicidio del asesor sindical, Efraín Calderón Lara, quien fue amigo mío por cierto, perpetrado por la policía de Yucatán infiltrada por el miserable carlos sansores pérez, ex gobernador campechano y ex presidente del PRI además de una larga carrera de caravanas y sociedades sucias con el ex mandatario federal luis echeverría, el único de esta talla acusado por genocidio y arraigado en su domicilio durante dos años; lo salvó su decrépita ancianidad.
En aquella trama, es curioso, todos los actores son campechanos y actuaron en Yucatán con el fin de derribar a Don Carlos, mi progenitor, cuya tarea fue inmensa y con saldos absolutamente favorables en materia de infraestructura, sobre todo carreteras, reformador de la economía devastada que recibió y una casi impecable relación con los sindicatos logrando que no estallara una sola huelga ni siquiera las promovidas por el líder victimizado.
Pues bien: el asesino material, Carlos Pérez Valdés, el intelectual, carlos sansores pérez, el relator del caso, Hernán Lara Zavala, y la propia víctima, Calderón Lara, tuvieron un origen común: ser oriundos de Campeche y con los celos despiertos hacia la vecina Yucatán en donde la mayor parte se formaron. Campeche es una entidad entrañable, a la que personalmente llevo muy dentro –siempre sus viejos constructores en la historia lejana fueron liberales-, con una clase política, de verdad, repulsiva. El señor sansores, por ejemplo, cacique innato, sólo pudo llegar a varios acuerdos redituables con otro como él, también extinto, el yucateco perverso víctor cervera, huésped de Xibalbá, el inframundo de los mayas, desde agosto de 2004.
Lo anterior viene a colación ante hechos más recientes con Veracruz como telón de fondo y los enfrentamientos entre distintos bandos de elevada corrupción en condición de actores de su propia “conexión” mafiosa. ¿Recuerdan aquella película de gángsters titulada “Conexión en Francia”, cinta inolvidable filmada en 1971 ganadora de cinco premios Óscar? Aquella ficción, bien elaborada entonces, es ahora un remedo de cuanto hemos atestiguado en los años recientes dentro de un presente turbulento. Basta con citar a Veracruz y el litoral del Golfo para corroborarlo.
Desde noviembre de 2015, uno de los políticos más siniestros de cuantos he observado a través de ya casi cinco décadas de periodista –cumpliré el medio siglo como profesional el año próximo considerando que comencé a teclear cuanto apenas tenía catorce años-, Miguel Ángel Yunes Linares, se dio a la tarea de denunciar, por una supuesta desviación de nueve mil millones de pesos del sector salud dentro del cual se habrían contratado a poco más de dos mil “aviadores” –quienes no trabajan pero sí obtienen percepciones por su fidelidad mercenaria-, al propio gobernador Javier Duarte de Ochoa, uno de los peores mandatarios de la República, represor y asesino, lo mismo que al predecesor de éste, todavía “congelado” como presunto Cónsul de México en la Cataluña independista; al darse el nombramiento cabe la posibilidad de pasar a ser embajador de la “nueva república catalana”.
Antes, por supuesto, Duarte de Ochoa había regalado una caña de pescar al senador priísta Hector Yunes Landa, sobrino de Miguel Ángel y quien compitió con él por el PRI siendo derrotado, para que pudiera “atrapar” –dijo- a los peces gordos que nadaban en las agitadas aguas del Golfo con el propio mandatario como guía del cardumen. Aquel “jocoso” incidente me hizo buscar a los Yunes registrados en el Congreso federal con filiaciones distintas y encontré, además del señalado Yunes Landa, quien no ha vuelto a hablar sobre el tema, a otros dos senadores: Fernando Yunes Márquez, panista e hijo del patriarca infame, y José Francisco Yunes Zorrilla, sobrino de Yunes Linares y priísta. Además de ellos, el otro hijo del demandante, Miguel Ángel Yunes Márquez, es todavía alcalde de Boca del Río.
Una extensa parvada de sinvergüenzas sin el menor escrúpulo arrimados a los pantalones del pretendido cacique, dos veces candidato a gobernador ¡por el PAN!, pese a su formación priísta y sus vínculos –de toda índole- con la célebre “novia de Chucky”, Elba Esther Gordillo Morales, en trance de espera para ver si deja las rejas de oro del penal de Tepepan.
No olvidemos que Duarte sigue siendo señalado como quien ordenó la persecución y asesinato del reportero gráfico, Rubén Espinosa Becerril, además de las violaciones y crímenes contra cuatro mujeres activistas, el primero de agosto de 2015. Duarte se ha dicho inocente pero, sencillamente, la truculencia es tal que sólo ha despertado mayores sospechas sin consecuencias mayores mientras apuesta a la amnesia colectiva para salvar el resto de su deplorable gestión. Un ladrón de siete suelas, con conexiones non-santas y un cúmulo de denuncias esperando que llegue la hora de su retiro. Si éste no acaba en la cárcel entonces la corrupción será un factor determinante para el futuro de un estado fallido.
Pero no es todo. También es originario de Veracruz el mafioso de los ferrocarriles, Víctor Flores Morales –al frente de un sindicato sin razón de ser ante el desmantelamiento de los ferrocarriles nacionales y la llegada de las trasnacionales apañadas por el simulador ernesto zedillo y la incorporación del criminal Grupo México, asesino de mineros-.
El execrable sujeto, famoso por llegar, en sus días de diputado –sin el di y el do, diríamos-, al Palacio de San Lázaro armado y acompañado de suripantas con minifaldas, ha sido señalado por escamotear, nada menos, quinientos setenta y siete millones de pesos, supuestamente destinados a seguros de vidas de sus infelices agremiados, para cubrir sus gastos personales si bien, como intocable aún, se alega que no ha perdido ninguna de las demandas en su contra. Basta ver su rostro ajado, rematado con lentes oscuros propios de los peores delincuentes sindicales –compárense con los que usaba el ya extinto Joaquín Gamboa Pascoe, ex dirigente nacional de la otrora temible CTM convertida ahora en cenizas-, para saber la calidad moral del sujeto.