Rafael Loret de Mola
29/09/16
*Bahamas: Nuevo Reino
*Gobernadores Inmundos
*El Tardado Aeropuerto
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Los paraísos fiscales, como Bahamas, esconden los mayores “secretos” de corrupción; ningún capital resguardado allí es investigado por su procedencia, es decir se le protege si es sucio y por ende ilícito, con tal de atesorar fortunas cuyos intereses bancarios financian el desarrollo de la región en donde llueven las divisas mal habidas, transferidas desde distintas naciones con el propósito de evadir al fisco sin dejar rastros.
Contra la negligencia de las unidades de inteligencia financiera y la tolerancia de las autoridades hacendarias, no pocos políticos y empresarios optan por llevarse sus beneficios, es decir los que no declaran, fuera del país de origen para así disponer de ellos sin necesidad de ser sometidos al control oficial. Y, por ello, el llamado Bahamas Leaks se convirtió, en horas, en otro punto de referencia a la par con el célebre Panamá Papers cuyo escándalo, es lamentablemente cierto, resultó de mayores decibeles que la persecución de los delincuentes de cuello blanco con refugios inalterables y perfectamente blindados. Con este precedente, los dueños de grandes consorcios, por lo general multinacionales, encontraron suficientes bóvedas esparcidas por el mundo. Siempre ganan.
Hace una semana el Sistema de Administración Tributario (SAT), fue exhibido por cuanto a la onerosa condonación de impuestos, por 5.6 mil millones de pesos, a varias empresas connotadas de gran cobertura en México, comenzando con la constructora GEO, una de las más favorecidas durante las administraciones panistas, y siguiendo con Simec, Campos Hermanos e incluso la Volkswagen, todas ellas con acuerdos soterrados con la cúpula gobernante, la que siempre gana en estas transacciones.
Hasta el momento, el SAT ha tratado de proteger el listado de personas físicas igualmente favorecidas por la generosidad oficial pero, bien se sabe, ninguna de ellas está en los niveles por debajo de la aristocracia, la nueva al amparo del presidencialismo rampante, el círculo donde se realizan lo mismo linchamientos hacia competidores no comprometidos con los altos funcionarios públicos que especulaciones seguras gracias a la información adelantada ofrecida por los propios cuadros financieros oficiales a quienes están dentro de los privilegiados cómplices de la administración federal.
Lo anterior, claro, además de los prestanombres quienes son muy útiles a los políticos de altos vuelos, sobre todo a los mandatarios y quienes dejan de serlo, para esconder sus verdaderos recursos y acciones bursátiles de la curiosidad pública. De hecho, si no fuera por un puñado de periodistas independientes que los rastrean, la impunidad seria absoluta, en la oscuridad de los acuerdos con el brillo de los cuellos blancos curiosamente demasiado sucios como los capitales provenientes de las actividades ilícitas, con el narcotráfico a la cabeza.
No se olvide la radiografía elaborada por el CSEN hace tres lustros. En 2001 se calculaba que si las actividades de los capos y sus sicarios desaparecieran del mapa, la economía mexicana se colapsaría hasta más de un sesenta por ciento lo que significa que sería imposible salvar a la nación del escándalo de una quiebra brutal, espectacular. Para entendernos, luego de las peores crisis estructurales, digamos en 1976, 1982 o 1994-95, nuestra economía descendió entre tres y cuatro puntos y todavía se padecen las consecuencias de aquellos colapsos que golpearon, sobre todo, los ahorros de la clase media y los ingresos de los trabajadores mientras los muy ricos sencillamente festejaban el éxito de sus especulaciones incluyendo la transferencia de sus depósitos hacia bancos estadounidenses, sobre todo. Empresarios ricos, muy ricos, y empresas empobrecidas que debieron cancelar gran parte de su planta laboral “para salir adelante” mientras sus accionistas se regodeaban extendiendo inversiones dentro y fuera de México.
Jamás se procedió contra e inmoral proceder de los saqueadores cuyos réditos fueron y son enormes. Los financieros crecieron rápidamente, sobre todo durante la gestión de salinas de gortari, cuando la celebración de los superávits en el erario fue a la par con la apoteosis de los grandes socios del gobierno que obtuvieron algunas de las empresas de mayor rango y efectividad dentro de las paraestatales; el caso Telmex fue el más significativo e impulsó a Carlos Slim Helú como el mayor multimillonario del planeta aunque, por ahora, ha bajado algunos peldaños en el vaivén de las especulaciones.
Ahora vuelven a brillas los mismos nombres y las empresas ya estigmatizadas, no por sus desvaríos económicos sino por la auscultación social que, por desgracia, no es suficiente para fijar sanciones y marcar diferencias con los grandes predadores de nuestra economía. ¿Cuántos de ellos, quienes resguardan sus haberes en las Bahamas, esconden el dinero sucio que proviene de los réditos del narcotráfico? No es sólo que evadan al fisco sino la perseverancia de las complicidades mayores gracias a las cuales se pueden blindar ante sus sucesores sin distingo de partidos ni de supuestas ideologías –ya es una sinrazón hablar de ellas a estas alturas de la ignorancia política-.
Tenemos en lista a dos ex gobernadores, Fernando Canales Clariond, de Nuevo León y panista –como lo es también, sólo que de Sonora, Guillermo Padrés Elías-, y Eduardo Bours Castelo, sonorense y priísta además de rico empresario pollero –de Bachoco a la que solicito, una vez más, boicotear como reacción a la infamia de los niños quemados de Hermosillo-; y a un ex secretario de Gobernación, Fernando Gómez Montt, uno de los que salvó el pellejo bajo la férula de calderón en el periodo en el que perecieron otros dos titulares de la dependencia, Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora.
Y entre los empresarios se menciona a Carlos Slim Helú, Gastón Azcárraga –quien quebró Mexicana de Aviación con el propósito de que Margarita Zavala y sus hermanos la compraran a precios bajos-, Olegario Vázquez Raña –hermano del difunto Mario-, Ricardo Pierdant –financiador de “La Gaviota” en Miami-, varios ex funcionaros de Pemex, la esposa de Greg Sánchez, el perredista de Cancún que fue encarcelado, y decenas de hombres públicos más. Todos ellos defraudaron al fisco y se burlaron del gobierno mexicano, no así de sus funcionarios cómplices. Políticos ricos, nación pobre. La misma fórmula de los especuladores de altos vuelos.
Menos mal que el presidente Rafael Correa, de Ecuador, instruyó a su delegación ante las Naciones Unidas para que procedieran a exigir el fin de los llamados “paraísos fiscales” que no son otra cosa que guaridas, como la de Alí Babá y sus cuarenta ladrones, imposibles de traspasar salvo con uno de esos salvoconductos o llaves especiales para abrir las cajas de seguridad utilizadas por los muy ricos para guardar joyas, efectivo y papeles valiosos… por si acaso deben salir corriendo perseguidos por los ladrones del gobierno o los secuestradores al servicio del crimen organizado. Pueden escoger su destino.