Desafío

Rafael Loret de Mola

27/09/16

*Presidente sin Rumbo
*Los Maestros Cumplen
*Iturbide: la Locura

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Si tanto es el afán de la llamada Asociación de Política Exterior de Estados Unidos –una de esas organizaciones que parecen rimbombantes y sólo sirven para reunirse en eventos de la “high life” para entretenerse otorgando preseas-, por considerar a peña nieto como un estadista por sus “cambios estructurales” –acaso porque en Chiapas los maestros volvieron a las aulas para privilegiar su posición como mentores responsables ante un gobierno federal manejado por ineptos-, que se lo lleven a Nueva York, de nuevo, sólo para estar ciertos de cuánto duraría bajo su dirección Wall Street. ¿Una o dos semanas?
La soledad del mandatario, personal y política, se hace cada vez más patente; el miedo también. Ni él ni la mayor parte de los gobernadores pudieron evitar los abucheos durante las fiestas de la patria, que, precisamente, debieran culminar hoy al recordarse el 195 aniversario de la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, pasando bajo el balcón de la célebre “Güera” Rodríguez –amante de Simón Bolívar y después del enajenado Iturbide quien se creyó emperador y lo fue por menos de un año en un sueño lúdico que atrapa, sin remedio, a quienes alcanzan la gloria del mando absoluto en nuestro país-, para significar con ello la importancia de las damas casquivanas en nuestra historia. Pregunten, si lo dudan, por el beso que exalta el escudo de Aguascalientes.
Desde entonces, el breve asiento del imperio –que luego serviría de precedente, más bien de pretexto, al enajenado barbudo de Miramar-, se canalizó hacia el presidencialismo más atroz por el cual no son los mandatarios quienes se convierten en dictadores sino el sistema que los alienta, mantiene y protege hasta la ignominia. De existir entre nosotros una democracia cuando menos la mitad de los ex mandatarios estaría en la cárcel y la otra parte habría sufrido la confiscación de sus bienes materiales como tributo penal para librar las rejas; incluyendo, claro, al nonagenario luis echeverría –algunos creen que, como ateo, Dios se olvidó de él y no quiere llevárselo-, quien se libró del cargo de genocida pero no de haber sido el primer ex mandatario procesado y condenado a prisión domiciliaria por casi dos años. No fue poca cosa, para él, pero sí ninguna para una nación agraviada.
El señor peña ha perdido todos sus juegos; el reciente escándalo por la visita de Donald Trump a Los Pinos fue un desastre al grado de que un mercenario del periodismo, Carlos Marín, se exhibió acosando al mandatario mexicano sirviéndole así para extender la aureola de la víctima entre los mexicanos –muy redituable por el carácter colectivo, siempre voluble-. En los hechos, la impopularidad de peña aumentó hasta el más alto nivel con más de nueve ciudadanos, de cada diez claro, lo rechazan y condenan no pocos con altisonancias que revientan el antiguo respeto a la institución presidencial. Y él lo sabe.
La corcholata –muy a la moda Coca-, que le dieron en Nueva York le impulsó a tratar de profundizar en el drama de los millones de migrantes ¡en el mundo!, ya no sólo los mexicanos perseguidos por la Border Patrol y los minuteman de Arizona, con licencia para matar seres humanos, un tema jamás debatido en el seno de la inclinada ONU en donde el mandatario mexicano habló del mestizaje como base del futuro de nuestro país cuando su gobierno ha procurado entregarle nuestros recursos a los anglosajones, de Estados Unidos, Canadá e Inglaterra, que nos dejan sin oro, plata y petróleo por unas migajas distribuidas entre sus cómplices de la cúpula del poder.
Por supuesto, no se detuvo el premiado “estadista” -¡qué vergüenza para quienes le dotaron de esta presea ignominiosa!-, a repasar las condiciones infrahumanas en las que laboran los miles de mineros, incluyendo a los esclavos extraídos de Centroamérica, secuestrados durante el trayecto del uno de los pocos trenes que aún circulan con pasajeros –en los techos y las puertas de metal-, y a los “desaparecidos” por “revoltosos” o “subversivos”. Esta terrible realidad es la única esperanza para encontrar con vida a los normalistas de Ayotzinapa, caso que coloca en el aparador de los “estadistas” a un genocida.
Si, en 2015, los migrantes sumaron doscientos cuarenta y cuatro millones de seres humanos tratados, en su mayoría, como bestias, exactamente igual que en los días de las colonias –españolas e inglesas-, ello revela una mayor desigualdad social entre los concesionarios millonarios, que compran todavía a sus congéneres para someterlos a trabajos infamantes explotando la mano de obra barata y, como consecuencia, una cúspide de rencores sociales que podría estallar como un volcán, explicablemente. Son los pequeños holocaustos, si bien no de poca monta, que revelan el retorno a la barbarie de la humanidad y no un progreso medido en términos de macroeconomía.
El cotidiano consumidor de Coca-Cola, “light” por cierto, habló de que su intención era trabajar para conseguir que los mexicanos lograran una “alimentación balanceada” que los separara de males tales como la obesidad y la diabetes –la enfermedad asesina y silenciosa que es una de las principales causas de muerte en el país-… haciéndose consumidor de lo que mi padre calificaba como “las aguas negras del imperialismo”. ¡Si hubiera visto a un presidente alardeando de ser cliente asiduo de la bebida más enfermiza del mundo!
Tal exhibe dos cosas:
1.- El evidente compromiso de peña con los empresarios de las mayores multinacionales, acaso proveedores de los dineros sucios para su campaña política y sus complicidades posteriores, que igualmente se disputan las paraestatales, digamos PEMEX, desahuciada ya como institución generadora de ingresos para el gobierno. Empobrecida, desmantelada y con el petróleo a bajos costos, fluctuando dramáticamente, la mezcla mexicana de crudo se convirtió en el último cabús de la administración peñista cuando siempre fue la máquina que arrastraba al ferrocarril.
2.- La entusiasta afiliación de peña al consorcio cocalero, sorprendente hasta para los socios del mismo que no evitaron sonrisas burlonas en público, es reflejo del evidente daño cerebral que padece como consecuencia de las constantes quimioterapias, por el cáncer que le atormenta, practicadas cada quince días, con total discreción, en el Hospital Militar en donde, al parecer, han logrado controlar el mal de origen pero no sus secuelas.
Lo anterior explica los cambios constantes en el rostro del mandatario, de aquella imagen devastadora de 2015 en la cual se le observaba demacrado, en los huesos, a la actual, en apariencia más rozagante pero sin disimulo del cansancio físico y las tensiones que le obligan a sonreír muy poco. Debe ser una tragedia luchar contra los daños físicos y los políticos al mismo tiempo. ¿Es necesario, señor peña?
Es evidente que la mejor noticia que podría recibir quien se sabe ya precandidato priísta a la Presidencia sería la licencia definitiva del mandatario en funciones. No por otra cosa se extendieron los rumores, antes de las celebraciones del “Grito”, de que “a muy alto nivel” se sopesaba la partida de peña para posibilitar lo que parece tardío: la competitividad del partido en el poder ante adversarios igualmente desgastados por sus propias historias personales. Ni en el PAN, ni en el PRD ni en MORENA podemos encontrar a postulantes libres de culpas y de lacerantes historias particulares.

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