Nuestros Columnistas
Desafío
Rafael Loret de Mola
2/02/15
*Mexicanizando al Sur
*¿Votar? Es Requisito
*Coerciones al “Verde”
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Allá por los años noventa era muy frecuente que los colombianos, pese a los saldos brutales de los cárteles de Cali y Medellín además de la subversión de las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC), esto es en un escenario de hecho ingobernable bajo la permanente amenaza contra la libertad de expresión, los órganos de justicia e incluso la presidencia del país, se enfadaran cuando hablábamos de los peligros inminentes de la “colombialización”; argüían que tal era excesivo y significaba una afrenta más cuyos efectos causaban una auténtica devastación económica. Clamaban, sí, porque estaban quedándose solos en el “concierto” de las naciones, estigmatizados y hollados por la violencia.
Hace unos días, el Papa Francisco, quien habla como si se olvidara de su alto encargo eclesiástico y de la mesura acostumbrada en sus predecesores, de plano nos colocó un sambenito para hacernos ver nuestra realidad, aquella que ocultan los principales –del gobierno, la milicia y el empresariado, naturalmente-, y habló de los riesgos que conllevaba para su natal Argentina “la mexicanización”, esto es la pérdida sustantiva de autoridad moral de un gobierno que ya no ejerce el monopolio de la violencia sino que lo comparte con innumerables fuerzas distribuidas por toda la nación y acaso mejor, mucho mejor pertrechadas si las comparamos con las castrenses, de tierra y mar, éstos últimos infiltrados por los marines estadounidenses cuestión que tampoco aclara la embajada del vecino país tratando de evitar las polvaredas de los escándalos.
Mejor se ocupa el deplorable gobierno peñista de reclamar por la vida de un mexicano, Antonio Zambrano Montes, que se tomaron por capricho tres agentes norteamericanos el pasado martes 10 de febrero en Pasco, Washington. El embajador en fase de salida, Earl Anthony «Tony» Wayne, se vio muy complacido por la cortesía del Canciller mexicano, José Antonio Meade Kuribreña, maniatado, al informarle del bárbaro suceso y todo terminó con un brindis por la “amistad” entre los dos pueblos y alguna reprimenda sarcástica para los criminales de Pasco quienes, pasadas alguna semanas, serán exonerados de cualquier cargo por haber matado “cumpliendo con su deber”.
Ni siquiera imagino que hubiese sucedido de haberse dado las cosas al revés. Esto es que unos genízaros de Chikindzonot, Yucatán, hubiesen tiroteado a un estadounidense rendido y sin armas. ¿Sólo hubiese valido una mera explicación diplomática o estarían ya los poderosos portaaviones de la Marina norteamericana apostados en Progreso, el puerto peninsular, dispuestos a dejar sentir su fuerza solicitando que el cadáver de la víctima fuese objeto de honores militares en el Campo Marte izando, claro, la bandera de las barras y estrellas? Como en Veracruz, salvo que en 1914 a ningún marino intruso se le mató.
“Mexicanizar”, acaso, es un nuevo adjetivo que incluirá la Real Academia de la Lengua en su próxima edición. Y tiene varias acepciones lustrosas, algunas de ellas sugeridas por el Estado Vaticano sin cuidado por los millones de creyentes católicos de esta tierra, mágica hasta en su dolor profundo:
A).- Podría interpretarse como el estado de indefensión de una sociedad por la ausencia de acciones de su gobierno para proteger a la población, dentro y fuera de sus límites territoriales. No les aconsejo pedir ayuda consular si son víctimas de una falsaria (o); no la obtendrán salvo que se trate de hechos consumados como el asesinato del infeliz Zambrano Montes. Se los digo por experiencia propia y aun así, terco como soy, sigo siendo partidario del Real Madrid. Y de José Tomás, desde luego, aunque éste tenga pura sangre hidrocálida corriendo por sus venas y arterias consagradas por el sacrificio.
B).- Una segunda referencia es la del ostracismo, agigantada por nuestra capacidad de resistencia. Aquella imagen del indio dormilón bajo su gran sombrero de palma no ha sido superada sino acrecentada ante el festivo rostro de los mexicanos que asimilan bajezas y luego hacen hasta lo imposible por irse de compras y si es a San Antonio, Texas, mejor. Los pudientes, claro; los pobres, se conforman con vender sus credenciales de electores –incluyendo las de sus maridos e hijos entretenidos en la “pizca” en el sur de la gran potencia-, para subsistir algunas semanas con los cincuenta pesos que pagan por cada identificación los subastadores electorales.
C).- Somos señalados, también, por esta “democracia” tan nuestra que fue llamada, con razón, la “dictadura perfecta” por un peruano, Mario Vargas Llosa, quien como candidato perdió ante Alberto Fujimori dando cauce con ello a uno de los más autocráticos gobiernos del continente. Fujimori terminó preso y con ello se validó la conciencia nacional. ¿Y en México? Ni siquiera luis echeverría, acusado por genocidio, fue condenado por los bávaros acontecimientos de Tlatelolco y el Jueves de Corpus por él armados, antes y después de llegar a la Presidencia; y ahora vive su decrepitud, con noventa y tres años a cuestas, a costa de los mexicanos aguantadores y olvidadizos.
D).- Nos identifican con la violencia aun cuando, se alega, que en otros países, como Brasil, los índices criminales son mayores. La diferencia es que allá los más pobres, refugiados en sus favelas, han recibido incentivos para ir atemperando sus frustraciones si bien el Mundial de fútbol reciente los enfadó justamente por el despilfarro que tal significó en medio de índices de miseria agudos. En México es otra la solución: reclutar a los más depauperados, considerando a los mejores para ser sicarios de los cárteles más fuertes y a los peores para engrosar las filas del ejército con salarios paupérrimos y sin garantías para sus familiares. Desde el malhadado sexenio de miguel de la madrid, se ofreció que a los soldados caídos en combate se les garantizaba un hogar y pensiones para los suyos; y miles siguen esperando.
E).- Sin duda, la interpretación de mayor peso es la referida a la convivencia social entre los capos más renombrados y los funcionarios corruptos e igualmente criminales. El problema es tan grave que, como sabemos, no pocos alcaldes y hasta gobernadores –y el presidente también-, prefieren negociar sus vidas mediante acuerdos de tolerancia con los cárteles. Al cabo, de cualquier manera –dicen-, no podrán detenerlos: el mercado estadounidense depende, en buena medida, de los precios que fijan elementos especializados de la CIA, LA DEA y la NSA norteamericanas; por ello, claro, las agencias de inteligencia del vecino país son las que señalan las rutas, las aduanas por pasar y las horas convenidas para ello. Y después los contéiners cagados con drogas recorren presurosos las autopistas de la Unión Americana sin la menor molestia.
La “mexicanización” implica, entonces, el absurdo equilibrio entre una nación saqueada que, además, debe poner la sangre y la inestabilidad; y la mayor potencia, militar y económica de todos los tiempos –ningún imperio de la antigüedad se le equipara-, cuyo gobierno finge estar preocupado por los abusos a los emigrantes mexicanos, hasta la cacería abyecta de seres humanos en Arizona, y la ausencia de derechos elementales para ellos cuando son explotados, con salarios muy inferiores a los recibidos por los estadounidenses por trabajos similares, encerrados en la clandestinidad y sin defensa jurídica alguna. ¡Qué se van a ocupar los consulados de estos infelices cuando los localizan y deportan! Los diplomáticos están en otra cosa: siempre negociando en Wall Street y representando a México en las grandes celebraciones sociales; eso sí, para ser justos, muchos de ellos tienen fama de graciosos por su folklorismo y los buenos chistes que cuentan… a nuestras expensas.