*Yugo y Espejismo
*Los Intolerantes
*AMLO y sus Males
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De acuerdo a las estadísticas oficiales, durante el primer semestre del año las remesas enviadas por los trabajadores mexicanos desde Estados Unidos, sobre todo, son un diez por ciento mayor a lo recaudado en el mismo periodo del año pasado y ascienden a 13 mil 156 millones de dólares lo que podría ser un récord al final del ciclo. Ésta no puede apreciarse como una buena noticia; al contrario, es la prueba sucinta de que la dependencia de nuestro país respecto al vecino del norte es cada vez mayor y un indicativo de la mala distribución de la riqueza puesto que la empresa más cambiadora es, precisamente, Banco Azteca cuyo accionista principal es el televisivo Ricardo Salinas Pliego.
Hemos insistido en este punto varias veces. El señor Salinas, siempre en el top-ten de los mexicanos más afortunados, ideó a través de sus tiendas Elektra la manera de obtener recursos frescos con cargo a la desesperación de millones de compatriotas esperanzados en hacer rendir los dólares recibidos. Y así surgió la forma de obtener comisiones desde dos puntos: por el envío y al recibirlos. Una de las acciones especulativas más repugnantes de cuantas se pueden observar; pese a ello, nunca se ha investigado al personaje cuyo poder dimana del manejo de TV Azteca con la cual asegura compensar al fisco y a quienes, en Hacienda, tuvieran la “procaz” idea de auditarlo. Para él no son estas cosas; su mundo es otro.
Por supuesto, no pierde ninguna pelea jurídica gracias a su generosidad pecuniaria con quienes le sirven. Y cuando se dio la controversia con el célebre canal 40, en enero de 2003, el apoyo de la pareja presidencial, los fox, posibilitó el despojo favoreciendo los intereses de Salinas Pliego contra Javier Moreno Valle, pariente de Rafael el actual gobernador en finiquito de Puebla y listo a lanzarse como precandidato del PAN a la Presidencia si Margarita, la del ABC, sucumbe en la ruta, políticamente hablando.
Gracias a las remesas resucitaron las tiendas de raya porque para extender lo correspondiente a cada familia receptora de los dólares, se ofrecían y ofrecen enseres domésticos de todo tipo, en apariencia a precios de oferta –el gancho de siempre-, para sujetar, por uno o dos años, a los beneficiarios que no se percataban del engaño. Gracias a ello, el grupo Elektra escaló posiciones en el raiting de las grandes empresas proveedoras y el accionista principal de la misma pudo sentarse en el trono de la especulación social con el aval de sus cómplices de Palacio –no el de Hierro, el Nacional-.
Pero, además, al convertirse esta fuente de ingresos en la principal del país por la caída brutal de los precios del petróleo –lo que no ha sido óbice para sumar alzas, una tras otra, a las gasolinas como reflejo de una de las mayores mentiras del régimen peñista-, la rectoría en materia social fue trasladada hacia los Estados Unidos que pueden manejar el tema cómo y cuándo les convenga. Esto es: si el “pato” Trump llegase a la Casa Blanca no tendría más que asfixiar a los llamados “indocumentados” y a los inmigrantes en general, para hacer caer nuestra economía hacia el principio con consecuencias absolutamente dantescas.
Parece mentira pero en el balance comercial tendríamos que tomar en cuenta el mercado de drogas, que mantienen en equilibrio las poderosas agencias de inteligencia norteamericanas, para poder responder al agravio si se diera el caso de una “guerra fría” contra México en medio del caos político. Se ha difundido –“El Negocio”, Carlos Loret de Mola, Grijalbo-, que en caso de cerrarse el paso de drogas hacia el poderoso vecino, esto es la caída total del mercado de estupefacientes, la economía estadounidense sufriría una hecatombe al despeñarse su economía entre un 19 y un 22 por ciento. Una verdadera catástrofe que podría explicarse si entendemos la crisis provocada en México, en 1982 y 1994, que apenas alcanzó a afectar al cuatro por ciento de nuestras finanzas. Es un arma, por supuesto, que requeriría tener el control de los cárteles y no observarlos, nada más, como socios incómodos de algunas de las figuras relumbrantes de la política nacional.
Claro que lo anterior es una quimera; no así la pretensión de alargar el muro de la ignominia cual si se tratase de una segunda Muralla China. La geografía siempre ha sido un angustiante dilema para los mexicanos porque, para desgracia nuestra, el galopante empobrecimiento tiene su asiento en Wall Street y en el Fondo Monetario Internacional, en plena puja de especulaciones que en nada concuerdan con los intereses de las naciones satélites. Y México, claro, es el más cercano al centro de la rueda de la fortuna y, por ende, el más fácil de explotar entre los países dependientes.
Por supuesto, el gobierno mexicano no puede arriesgarse a la improbable, lejana y utópica reducción o desaparición del mercado de drogas. En tal caso, nuestra economía sufriría una caída ¡del 63 por ciento!, lo que nos haría más víctimas que victimarios en la perspectiva del duelo entre la poderosa Casa Blanca y la vulnerable residencia de Los Pinos en donde se blinda al presidente para el caso de una revuelta social pero no si se trata de un conflicto internacional.
Repito, tal es prácticamente imposible pero es bueno recordar las razones por las cuales se mantiene el equilibrio entre los cárteles proveedores de drogas y los gobiernos que mienten al asegurar una persecución al estilo de las series de ficción que copan las pantallas chicas. Por aquí no podemos defendernos ni de los pokémonos, tan de moda y cada vez con mayor penetración en los moldeables cerebros de niños, jóvenes y no pocos adultos envueltos en el frenesí de capturar seres imaginados hasta en el aeropuerto capitalino y sus aledaños. O en los parques cercanos a las casas blancas de Las Lomas.
Si aumentan las remesas ello significa que son más quienes logran vadear las fronteras para introducirse al reino del consumismo y ser usados, clandestinamente, para tareas en el campo, sobre todo, o de servidumbre en las zonas urbanas en donde las amenazas son permanentes y los sueldos una miseria –así y todo mejores que en México-, en permanente cotización y al capricho de los patrones quienes se sirven con la cuchara grande cuando aumentan las persecuciones contra los “indocumentados”. Infelices copiones de la esclavitud sureña que llevó a la Guerra de Secesión con Abraham Lincoln a la cabeza.
(Por cierto, una de las metidas de pata más sonoras de Hillary, la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, fue comparar al personaje histórico que logró la emancipación de los negros y apostó por la igualdad de razas con el siniestro Trump, al considerar que éste pretendía dividir a la nación como sucedía en los tiempos del gran Lincoln. Una sonora repulsa a tal pensamiento porque, en todo caso, el “pato” Donald sería un reaccionario, jamás un revolucionario).