Desafio

Rafael Loret de Mola

20/07/2016

  *Justicia no Parodia
                         *Gobernadores Sucios
                         *Trato para Mascotas
                              
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       Ya es tiempo de que todos, clérigos y militares incluidos, reciban el mismo trato ante la ley. No pueden tolerarse diferencias tales como las que posibilitan, indignamente, que los sacerdotes pederastas sean escondidos por sus superiores en casas de atención destinadas, dicen, a la oración y la expiación de conciencias. De ser pareja la “costumbre” para los demás, ¿por qué no se establece el mismo método para quienes cometen delitos similares y son juzgados con rigor hasta recibir sentencias acordes con la gravedad de los hechos?
       Hace unas semanas, por ejemplo, el Cardenal Norberto Rivera Carrera, al celebrar con bombo sus cincuenta años de “Bodas Sacerdotales”, fue incordiado por una joven mujer que le recordó su inexplicable e ilícito encubrimiento de varios curas abusadores sexuales a quienes defendió hasta la ignominia bajo el supuesto de que él, como los altos jerarcas religiosos, parecen estar más allá de la legislación y el Estado de Derecho. Si no fuera así, los pecadores con sotanas
estarían presos en cualquiera de los centros de readaptación de la República purgando penas de varios años de prisión luego de los juicios respectivos. Y no es así, por desgracia, salvo muy contadas excepciones. 
        Todavía me enfada la imprudente posición del ahora Obispo “emérito” de Ecatepec, ya en el retiro, Onésimo Cepeda Silva, quien al referirse a un fraude procesal por él protagonizado al amparo de una colección de arte, propiedad de la difunta Olga Azcárraga originalmente, que él protegió emitiendo un documento por 400 millones de pesos. El prelado, ufano, lo explicó así:
        –Jajaja. Estamos muy lejos de que en México se aprehenda a un Obispo.
        Al respecto, el abogado Xavier Olea Peláez, quien llevó el caso –en este momento se desempeña como procurador en el Estado de Guerrero-, me hizo una comparación por demás sarcástica pero realista:
        –Si se tratara de un empresario de alcurnia, digamos Miguel Alemán Magnani, ya estaría en la cárcel por las acusaciones suficientemente certeras y claras formuladas contra Onésimo; pero, aunque parezca increíble, a los religiosos se les trata con algodones.
        Y tal es notable, sin duda, en un país atenaceado por los fanatismos, el religioso y el jacobino, que incluso propiciaron una guerra, la Cristiada, con saldos de cientos de miles de muertos. Siempre, en todo lugar, el radicalismo absurdo llega a la cima y atrofia a las sociedades y a la comunidad universal, incluso, como hemos contemplado en los años recientes de la mano de un terrorismo supuestamente vengador por cuanto a los horrores infringidos en Medio Oriente por las potencias occidentales. Cada vez es mayor la inclinación por la violencia ante la imposibilidad de que los bandos irreconciliables puedan encontrar una salida para superar sus afrentas. 
        De hecho, el gobierno peñista no ha sido capaz siquiera de hacer del diálogo un instrumento de reconciliación; para los integrantes del mismo, en el linde con los fundamentalismos “institucionales”, la única manera de argumentar es que sea a favor de los criterios oficiales sin la menor salida, ni la menor concesión a la contraparte y tal rompe la esencia de la democracia: el derecho a que no se nos impongan decisiones que carcoman el tejido social ni se alegue a favor de intereses contrarios a los del colectivo como ha venido sucediendo, día tras día, en la perspectiva de un régimen caracterizado por premiar a la especulación y sancionar la productividad reduciendo el poder adquisitivo de
quienes viven de sus empeños cotidianos. Es ésta la mayor injusticia ante la que nos enfrentamos. 
       Ya he contado que, hace años, el abogado Enrique Mendoza me hizo una reflexión impactante acerca de que en nuestro país debe lucharse, cada día, para evitar caer en la prisión… siendo inocente. Para desgracia nuestra aquella sentencia es válida y oportuna en la actualidad muy a pesar de la nueva legislación penitenciaria. Mientras se prosigue en este mentidero absurdo, los grandes “capos” como el célebre Joaquín “El Chapo” Guzmán, maniobran desde sus aposentos en prisiones de alta seguridad, ahora en Ciudad Juárez a dos o tres kilómetros de la frontera con los Estados Unidos, y han logrado intensificar la lucha por el poder absoluto entre las mafias, sobre todo, en el caso apuntado, contra las líneas de Héctor “El Güero” Palma y, sobre todo, con el aún intocado Ismael “El Mayo” Zambada García. 
        ¿Y los militares? Al amparo de la justicia castrense se extienden estigmas contra quienes no soportan el yugo de los altos mandos quienes se distribuyen prebendas y botines de guerra -¿En dónde quedaron los cientos de millones de dólares encontrados en la casa de seguridad de Tlatlaya dos días después de la masacre? ¿No fue esta la razón para el operativo que se llevó a una veintena de civiles acribillados
delante de un muro como si los ejecutores fueran una patrulla nazi en los tiempos más hostiles de la Segunda Guerra Mundial?-, y se asegura la impunidad de cuantos hacen las tareas sucias y negocian con el gobierno civil su atroz enriquecimiento. Ni uno solo de los secretarios de la Defensa que han sido, desde la represión de Tlatelolco para situar un punto de no inflexión, ha sido motivo de juicio a pesar de la infinidad de denuncias que se sumaron contra ellos. 
        Por ejemplo, ¿cómo es posible que el general Enrique Cervantes Aguirre haya sido puesto fuera de la justicia pese a las evidencias de cómo protegió al célebre Amado Carrillo Fuentes, captando millones de dólares transportados hacia la residencia oficial de Los Pinos en una patrulla adscrita a ésta? Y, además, hay pruebas suficientes sobre la razón por la cual se dio tal remesa multimillonaria: fue lo acordado para que nadie molestara a los mayores capos, el mencionado Carrillo, los hermanos Arellano Félix y los Beltrán Leyva, en las narices de la Presidencia de la República. Corría el sexenio de zedillo, el gran simulador.
        Poco se compusieron las cosas desde entonces. Los fox fueron atemperados por el general Clemente Ricardo Vega García y calderón se dejó asegurar y llevar por Guillermo Galván Galván, asiduo contertulio en las tardeadas de Los
Pinos a invitación expresa del presidente de la casaca larga y las poses histriónicas bajo los efectos del alcohol. Así fue como se blindó a Los Pinos con más de mil elementos del ejército como si estuviese declarada una guerra, mientras en los frentes de batalla se imponían, las más de las veces, los sicarios sin que con ello se lograra aumentar o disminuir las “exportaciones” de drogas hacia el mayor mercado de consumo, el de los Estados Unidos. Ni en este punto se ha investigado los acuerdos entre los mandos de la milicia y los grandes cárteles. 

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