Rafael Loret de Mola
28/06/16
*Sin Marcha Atrás
*Defensoras Torpes
*Pobres Españoles
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El demacrado rostro de peña nieto, más intenso durante la presentación de cartas credenciales por parte de la nueva embajadora estadounidense, Roberta Jacobson, exhibe su propia degradación personal y política tras los acontecimientos de violencia generados por su obcecada terquedad y soberbia, esto es sin sopesar sus propias limitaciones y desdeñar la reacción del colectivo. El rechazo a su administración es general, salvo los incondicionales desesperados en salvar, siquiera, la carrera sucesoria perdida ya. Las ratas saltan del barco; los piratas permanecen agarrados al botín.
Algunos interpretaron la salida de Manlio Fabio Beltrones del aguijón priísta como una demostración de fuerza por parte del peñismo y el consiguiente “castigo” por la derrota histórica de este partido el pasado domingo 5. No es así. Nunca lo fue. Beltrones, como dijimos en su oportunidad, estaba en calidad de líder de pacotilla, sin poder intervenir en las decisiones partidistas en la ciudad de México, inclinado ante los poderosos secretarios de Gobernación y Hacienda quienes, en su sórdida imaginación, aspiran a ser nominados a la Presidencia por un partido al que repelen la inmensa mayoría de los mexicanos. Los momios están en contra y, si no lo sabe, bien harían en abrir los ojos.
Pero, insisto, el traspiés electoral no se debió, por tanto, a la mala actuación de Beltrones, a quien no defiendo subrayo por cuanto a su trayectoria rebosante de oscuridades, sino a la intervención de Los Pinos cuyos operadores negociaron, a placer, con las gubernaturas y los Congresos tratando de asegurarse posiciones “opositoras” a través de alianzas turbias como las de Veracruz, Quintana Roo y Durango, en donde los “ganadores” tienen mayor formación priísta que algunos de quienes vencieron en las urnas como en Tlaxcala, Oaxaca, Sinaloa o Zacatecas.
El enfrentamiento, pues, fue de los cárteles políticos que ahora nos asfixian y llegan al nivel de la barbarie sin quitarse la pesadumbre aunque el enfermo peña ya no pueda ocultar los síntomas de las quimioterapias. Y es él, sin duda, el responsable de los genocidios durante su sexenio, de la represión a balazos de los maestros y pobladores de Nochixtlán, Oaxaca, mientras el gobernador de la entidad, todavía Gabio Cué Monteagudo celebraba un festín, y el supuesto vencedor de las elecciones, el junior efebo Alejandrito Murat Hinojosa, simplemente escondía la cabeza como el avestruz que es, cobarde y correlón.
Buen sabe Murat que es él uno de los factores de la devastación social envuelta en la violencia peñista. Sí, porque para limpiarle el camino –y el estado-, las fuerzas federales se despacharon a lo grande, agrediendo a quien se colocara pusiera enfrente, usando los uniformados armas de alto poder y apoyados con helicópteros amén de todo tipo de artilugios, incluyendo la infiltración de vándalos cuando los propios genízaros saqueaban almacenes. El efebo pidió que no le heredaran una entidad conflictiva, en pie de guerra; y desde el centro respondieron mandando aviones Hércules cargados de elementos pertrechados hasta los dientes como si se tratara de perseguir a los narcotraficantes conocidos, encabezados por Ismael “El Mayo” Zambada García, cuyas reuniones escandalosas se dan a la luz del día y sin rubor alguno coludidos, como están, con las autoridades.
No hay casualidades sino hechos y es evidente cómo están actuando las fuerzas armadas. Pero, cuidado, porque éstas, de manera por demás evidente, se están saliendo de control y acaso proceden con mayor dureza a la ordenada para señalar a peña como el mando superior con la consiguiente degradación internacional. Si después del drama de Ayotzinapa jamás pudo recuperar su perfil en el orbe, luego del acribillamiento de maestros no podrá siquiera replicar, ni en el extranjero ni dentro del país, ante la clara percepción de una comunidad nacional que, sencillamente, lo aborrece como a ninguno otro de sus predecesores.
Como comentamos hace días tendríamos, para encontrar una repulsión similar, que retornar en la historia hasta la época de “El Chacal” Huerta envuelto en el alcoholismo, digamos peor que calderón, y apoyado por el inmundo beodo Henry Lane Wilson. Mucha atención con esto, señora Jacobson, para que no voltee siquiera hacia este pasado ominoso. El hecho es que el rencor no se diluirá en los próximos años, ni en las próximas décadas. El régimen en curso ya está dolorosamente marcado y las consecuencias vendrán por añadidura.
El sambenito de que “si a México le va bien, igual le irá a los mexicanos”, tiende a la clásica deformación de la clase política dominante en cuyo epicentro se considera al país como sinónimo del gobierno. México es bastante más que la corrupción ingente y la delincuencia perversa –incluyendo la represión cínica-, de quienes gobiernan. Y sí, a México le irá bien cuando sus hijos, todos nosotros, respondamos a la letra del Himno Nacional y reaccionemos ante el clamor por la batalla contra quienes usurpen o profanen el sagrado suelo de la patria. Entonces, sí, nos tendrá que ir estupendamente a los mexicanos, recuperada nuestra soberanía popular y con la gallardía de la victoria corriendo por nuestras venas. Antes no, mucho menos si mantenemos a quienes tanto daño nos han hecho bajo el argumento de preservar la paz a punta de metralletas; y eso porque las bayonetas son cosas del pasado.
Es curioso: en las entidades “recuperadas” por el PRI, Oaxaca y Sinaloa, la falsa tranquilidad, o el impasse, pereció. Esto es, como si se tratara de armar conflictos a la ligera, sin capacidad para resolverlos sobre los espacios de la razón de Estado, para beneficiarse de los incendios en la cúpula –no cópula, aunque también vale- del poder. En Sinaloa, en donde deja el poder el farsante Mario López Vadés, MALOVA, quien explica hoy su apodo como una predestinación, malo va, cientos de familias abandonaron ya Baridaguato, la sede de los grandes “capos” y en donde nacieron los más poderosos, ante la imposibilidad de guarecerse de las tropelías. Hasta la mamá de “El Chapo” Guzmán, sin sus controles de antaño, debió de salir de “La Tuna” a galope lo que provocó la indignación del reo más célebre de Ciudad Juárez y cuya extradición está por darse luego del retorno de quien fue su aliado y luego su adversario, Héctor “El Güero” Palma Salazar, cuya insolencia no tiene límites en un país en donde las leyes llegan hasta donde la Presidencia quiere. Por eso, el abogado Enrique Mendoza, defensor que fue del ingeniero Jorge Díaz Serrano, me dijo un día, camino del Reclusorio Oriente para visitar al personaje mencionado:
–En México la lucha diaria, de todo hombre relevante, es por evitar caer en prisión… aunque sea inocente.
Con ello refería las atrocidades cometidas desde el poder para proteger a los peores sujetos y dañar, de por vida, a cuantos no siguieron la línea. No entiendo, por ejemplo, que se encarcele a los dirigentes magisteriales y permanezca en prisión José Manuel Mireles Valverde, líder de los autodefensas de Michoacán a quien quisieron matar simulando un accidente aéreo, y no se toque a cuantos participaron en el mando de las acciones en la triste jornada de Nochixtlán, empezando con el señor peña y siguiendo con Aurelio Nuño y Salvador Cienfuegos, ni a los responsables de alterar los hechos de Iguala y Cocula, entre ellos Tomás Zerón de Lucio, director de la Agencia de Investigación Criminal, personalmente protegido por peña nieto durante y después de su paso por el Estado de México. Las trenzas de la corrupción.