Desafío

Rafael Loret de Mola

5/10/15

*Vándalos de peña
*Fraude en Colima
*Juego Cibernético

La protesta tiene sus costos. Lo sé de sobra. Fue inadmisible, truculento y vergonzoso que hasta la marcha por el aniversario de la tragedia de Ayotzinapa, Iguala y Cocula, fuera motivo de la disimulada represión disfrazada de vandalismo mediante jóvenes, como los viejos “halcones”, claramente adoctrinados y con técnicas muy especiales para reventar las voces y convertirlas en armas subversivas dañando avenidas, negocios, amedrentando a los timoratos y turistas, hasta tratar de hacer añicos la rebeldía cívica encomiable. En ninguna otra época de la historia se había dado un escenario así tan putrefacto.
Revientan, maltratan, pretenden culpabilizar a cuantos tienen el valor de ganar las calles con el respaldo inmenso de la ciudadanía, y además presumen que así cuidan el orden público mientras no son capaces –los cuerpos de seguridad pública-, de ofrecer garantías en los pueblos convertidos en fantasmas a golpes de enfrentamientos brutales y de genocidios como los de Tlatlaya, Tanhuato, Apatzingán y una larga lista que, desde luego, no fue presentada ante la ONU por un presidente ramplón y cínico quien trató de mostrarse sereno ante la oleada de vituperios callejeros: ¡Asesino, asesino!, le gritaron en Nueva York y en México no cesa la demanda: ¡Fuera peña, fuera peña!
Quizá, en su mente ignominiosa, considera un honor ser conocido por negligente, ausente y aguantador… con un ejército detrás listo a dominar el escenario nacional bajo el mando del secretario de la Defensa Nacional, salvador cienfuegos zepeda, dispuesto para dar el zarpazo y meternos a todos en el horno del gobierno militar, esto es en el escenario de 1946, perdiendo, nada menos, casi siete décadas de evolución política, en esta caso involución.
Fue peña a la ONU y se trajo el compromiso de “no cerrar” el caso de Ayotzinapa al que ya se había pretendido dar el carpetazo habitual. De hecho, el miserable emilio gamboa patrón, coordinador de la bancada priísta en el Senado, todos ellos con largas colas “verdes” que se levantan cuando creen salvar a un animal –los de los circos sufrieron un final ominoso sin responsables señalados- y matan a un ser humano, cabildeó para evitar la creación de una fiscalía especializada para atraerse el caso de los jóvenes normalistas “desaparecidos” –posiblemente esclavizados en las minas de oro o en las cuevas-laboratorios de Iguala-, si bien dos han sido “identificados” y otro más permanecerá por siempre en estado vegetativa. ¡Felicitaciones, señor peña! No lo olvide: sobre usted caerá la condena final. De eso nos encargaremos los cronistas independientes; ni lo dude.
Hace una semana, en Taxco, dialogué con colegas guerrerenses sobre los acontecimientos, en la víspera del aniversario de la ominosa persecución perpetrada por agentes municipales, primero, estatales y federales, después, y cerrada con la intervención sesgada y criminal del 27 Batallón de Infantería asentado en Iguala. Les pregunté cuántos sabían el verdadero origen del drama y todos alzaron las manos, esto es convencidos de que, si los muchachos viven, es porque están siendo esclavizados como centenares más, sobre todo centroamericanos, raptados sin la menor intervención de las autoridades venales.
–Muy bien –repliqué-. ¿Y cuántos han publicado esta información?
Sólo uno alegó haberlo hecho pese a ser repudiado y situado en la cuerda floja del despido:
–¿Qué hacemos cuando nuestros directores se niegan a difundir nuestras notas? ¿Dejamos sin bocados a nuestras familias o, peor aún, las convertimos en blancos de los acosadores?
Respondí que eran muy serios los riesgos pero, incluso contra nuestros instintos primarios, debemos enfrentarlos, protegiendo a los nuestros hasta donde sea posible, con la fuerza de la unión gremial. Si un reportero es mancillado, salgamos todos en su defensa en busca del respaldo de la sociedad y exhibiendo a quienes venden la verdad al mejor postor, desarticulándola para que no llegue a la opinión pública. No es nada sencillo, ya lo sé, pero no encuentro un camino distinto., Cité entonces al español Gregorio Corrochano quien acuñó una frase terrible:
–A quien le dé miedo el toro… ¡que no sea torero!
Podríamos, parafraseándolo, concluir:
–Quien tema a la represión… que no sea periodista; porque no se vale serlo cuando optamos por esconder el rostro, como avestruces, ante un gobierno descocado, ilegítimo y antidemocrático.
Se quedaron muy serios pero acabaron por coincidir que sólo así, uniendo voces y plumas, seremos capaces de lograr el objetivo de construir mejores escenarios para cuantos vienen detrás. ¿Cuánto deberemos pagar por ello? Acaso algunas cornadas y, en algunos casos como ya se dieron, la vida misma. Yo aún velo el cadáver de mi padre asesinado hace casi treinta años en plena eclosión de la barbarie de la mancuerna infame compuesta por miguel de la madrid y manuel bartlett, ahora señuelo de una izquierda también derruida y fraccionada… incluso mediante a sus anunciadas alianzas con el PAN retrógrada integrado por los herederos del imperio del barbado enajenado de Miramar.
Es increíble: a quienes hacen desmanes cumpliendo órdenes desde arriba –los denunciamos desde el primero de diciembre de 2012, cuando asumió la titularidad del ejecutivo el señor peña y decenas de bárbaros a sueldo irrumpieron en la Avenida Juárez del Distrito Federal estrellando cristales y saqueando restaurantes y negocios en un recuento más meticuloso por parte de los corresponsales extranjeros-, los dejan ir ipso facto; a cambio de ello, ¿cuántos indígenas permanecen detrás de las rejas por atreverse a lanzar denuestos contra munícipes corruptos o ni eso? Los perversos salen; los inocentes se quedan. Una correlación digna del inframundo peñista. ¡Fariseos!
Algo que debiera inquietar a los profesionales del periodismo tiene su origen en lo que despectivamente algunos denomina “periodistas patito”, esto es quienes a través de sus celulares y mediando las redes sociales son capaces de cubrir notas que nunca aparecen en los diarios y, mucho menos, en la televisión, dejando muy atrás a quienes cumplen con sus vocaciones y son acotados por sus empresas o, de plano, se autocensuran. Pues estos valerosos ciudadanos son quienes están cubriendo las lagunas de la desinformación y aunque, en no pocas ocasiones, se dejen llevar por informaciones no cotejadas –yo mismo he caído en esa trampa alguna vez, lo confieso con pena-, es indiscutible la utilidad de los mismos para cubrir los escenarios “malditos”, aquellos a los que tanto temen quienes viven de la información y no son capaces, o no pueden, brindarla sin alterar sus maridajes con el poder público.
Lejos de llamarles “patitos” les denomino “águilas”, como los guerreros que hasta con los dientes expulsaron, primero, a los invasores con caballos y armaduras de la gran Tenochtitlan hasta que la inmunda viruela los mermó de manera considerable. Luego vendría la caída a golpes de torturas, bajezas tales como la de imponer hasta las creencias y lavar los pensamientos y las vejaciones prolongadas a tres siglos de colonia durante la cual se pisoteó a los valores mesoamericanos.

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