Desafío

Rafael Loret de Mola

21/09/15

*Granaderos sin Alma
*La Mitad lo Debemos
*Museo para Cornudos

Cuando aparecen los “granaderos”, blindados con escudos y macanas largas, la memoria colectiva nos arrastra hacia el genocidio de 1968, en Tlatelolco, en donde el gobierno de la República, no sólo el encabezado por gustavo díaz ordaz, perdió toda autoridad moral e histórica. Las filmaciones del hecho, aparecidas con tardanza, confirmaron lo que ya sabíamos: se actuó impunemente contra los manifestantes aun cuando no puede explicarse que el primer caído fuera, precisamente, el general José Hernández Toledo, al frente de la soldadesca con instrucciones de proteger al execrable “Batallón Olimpa”, los del “guante blanco”. Pese a ello, perviven las dudas acerca del disparo recibido por éste en el tórax, como si el francotirador hubiese fallado para convertir al disparo en mortal.
Desde entonces, el cuerpo de “granaderos” es sinónimo de represión ciega, de fieras humanas movidas como marionetas por mandos insensibles, y nunca como custodios de un orden que comienza y termina en los intereses del gobierno y no en los de la soberanía popular, por ahora adormecida. Vamos a ver si después del 14 de octubre logramos que caiga la lamentable venda de los ojos de quienes han tergiversado los términos al grado de confundir los vocablos presidente con el de patria, sobre todo cada 15 de septiembre, otrora una festividad y ahora un recordatorio crispante por más que se intente acallar la verdad con los velos oscuros de la televisión al conjuro de los intereses oficiales.
Desde 1968, hace ya cuarenta y siete años, la ciudadanía exige el fin de los “granaderos”, símbolos del mayor oprobio sufrido por la sociedad desde entonces si bien en los últimos meses el ejército y las fuerzas federales han cometido genocidios repetidos desde la matanza de Tlatlaya en junio de 2014, sin que ninguna de las instancias de seguridad pública tome cartas en el asunto pese al clamor popular. Y, por ello, las hazañas de los genízaros siguen repitiéndose a la menor posibilidad: “¡chínguenlos!”, grita el mando, y como autómatas la población, casi inerme, sufre las consecuencias.
Es preocupante, sí, que al igual que en 1968, ciertos medios con maridaje claro con el poder público, hayan ignorado las últimas “cargas” de este grupo paramilitar contra los mexicanos que protesta, justamente, no sólo por las vindicaciones sociales sino también por las libertades, y entre ellas la de expresión mermada de manera considerable por quienes, sin respuestas, persiguen y matan a periodistas independientes y luego reducen los crímenes al increíble nivel de “errores” criminalizando a las víctimas. Es una vieja costumbre que proviene de aquel 68 brutal y elevada durante el régimen de miguel de la madrid cuyo secretario de Gobernación, el miserable manuel bartlett –ahora morenista que llena de pus al movimiento lópezobradorista-, cuando se fraguaron, además de ochenta y cuatro asesinatos de periodistas –entre ellos mi padre, Carlos Loret de Mola Mediz-, el primer “boom” del narcotráfico y la servidumbre económica para desinflar toda posibilidad de unión con Latinoamérica con el objeto de enfrentar juntos la presión de los ladrones acreedores paralizantes.
Cuando caminamos sobre las mismas piedras y las caídas se repiten, en ausencia de memoria colectiva, los hechos se repiten de manera irremediable. Nos acercamos al 2 de Octubre, la efeméride dolorosa, y ya pasamos por la del 26 der agosto –que recuerda el drama impune de Iguala y Cocula en donde prosiguen las actividades semiclandestinas de los saqueadores del oro, como en la infame colonia que precedió al nacimiento de México-, y la perspectiva, en cuanto a la crispación general, es muy parecida y, por ende, de alto riesgo para quienes protesten y asuman actitudes beligerantes hacia un régimen que repele el ochenta y cinco por ciento de los mexicanos, diecisiete de cada veinte; el porcentaje restante, el de los adoradores del peñismo, son burócratas con mordazas o están tan ciegos que parecen mutantes, muertos vivientes o sordomudos y ciegos indispuestos ante rehabilitación alguna. Siguen así en busca de las migajas del poder; pero, cada día, son menos incluso entre quienes forman el círculo de seguridad del presidente. Ojo con esto.
Por eso los mexicanos somos, a la vez, tan vulnerables. Enajenado o no, el venezolano Nicolás Maduro Moro jamás se hubiese cruzado de brazos, o dictado tres twitters para salir del paso, ante la afrenta brutal contra un grupo de siete mexicanos en Egipto a quienes dispararon a mansalva, en su condición de turistas, porque supuestamente entraron en territorio restringido sin que hubiera señales o retenes para evitarlo. Una falacia por parte del gobierno egipcio.
Tal hecho, claro, debió responderse con energía desde el primer minuto. Esto es, llamando al embajador mexicano, Jorge Álvarez Fuentes, y suspendiendo, primero, y rompiendo después, las relaciones diplomáticas bilaterales. Es necesario que se respete la soberanía nacional a cambio de la marginación estridente de la popular con lo cual se viola el espíritu y contenido del artículo 39 de la Carta Magna. En este caso una decisión de esta magnitud nos devolvería parte de la dignidad perdida –no imagino cómo hubiese actuado la Casa Banca o cualquier gobierno europeo ante un suceso tan abyecto en contra de sus nacionales-, por obra y gracia de cancilleres increíblemente duales e ignorantes.
Si ya padecimos a un sujeto como Jorge Castañeda Gutman, quien abandonó al entonces presidente fox para privilegiar su affaire con la informadora Adela Micha –alguien me contó, un próspero banquero para más señas, cómo se tapaban bajo sábanas en el avión presidencial, sin el menor recato-, ahora tenemos a la imberbe Claudita Ruiz Massieu Salinas quien ha sabido vender requetebién su silencio sobre cuanto sabe acerca del asesinato de su padre, José Francisco, quien produjo un revoltijo familiar al ser encontrado, tiempo atrás de su asesinato, con el más encumbrado personaje de su familia en la intimidad. ¿Requerimos de nombres? Aceleren sus neuronas.
Por eso la incredulidad pública ya no es reversible y, por supuesto, la advertencia de la nueva gobernadora de Sonora, otra Claudita pero Pavlovich Arellano, igualmente heredera de un feudo en el cual su madre, la brillante Alicia Arellano Tapia –la primera senadora junto a la campechana María Lavalle Urbina a quien cedió el honor de recibir el dictamen respectivo antes que ella-, revienta sus pulmones aduciendo que no deben “confiarse” los saqueadores de su entidad tan querida. Y lo dijo delante no sólo del saliente Guillermo Padrés Elías, el panista beneficiario del drama de la guardería ABC de Hermosillo y constructor de presas privadas para sumarlas a sus heredades, sino igualmente de Eduardo Bours Castelo, el dueño de Bachoco a quien le faltó desayunarse con sus productos para enfrentar su responsabilidad en la misma tragedia considerando que mandó quemar papelería comprometedora en el predio contiguo a la adaptada “guardería” dentro de un almacén con techos de láminas. Falta un nombre que agregar, el de Margarita Zavala, pariente de quien encabezó la sociedad criminal, pero esta señora no fue invitada… para evitar la quemazón política. Miserables.

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