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De política y cosas peores
5/09/2018 – A aquella chica le decían «La bayoneta». Estaba calada. Picio era el hombre más feo de la comarca, y el más pobre. Por causa de su extrema fealdad, y sobre todo de su condición de impecune, no había encontrado a su media naranja. Fue a una agencia matrimonial y le pidió a la encargada: «Quiero una esposa rica, virtuosa, bella, simpática, hacendosa y sexy». Comentó la representante: «Una mujer con todas esas cualidades tendría que ser idiota para casarse con alguien como usted». Replicó Picio: «El cociente de inteligencia no me importa». El doctor Ken Hosanna interrogó al paciente: «¿Qué edad tiene?». «50 años». «Y dígame: ¿con qué frecuencia hace el amor?». «Un promedio de dos veces al mes». «¿Dos veces? -se sorprendió el facultativo-. Caray, yo tengo 10 años más que usted, y lo hago por lo menos 12 veces en el mes». «Es muy probable -concedió el paciente-. Pero no es lo mismo ser médico en Nueva York como usted que ser obispo en Poughkeepsie como yo».Muy bien lo dice el proloquio popular: «De que la perra es brava hasta a los de casa muerde». Los destemplados gritos con que Fernández Noroña y compañía agredieron a Muñoz Ledo y Martí Batres dieron a ver que no todo es amor y paz en las huestes de López Obrador, sino que hay en ellas tribus distintas, y aun opuestas entre sí, como las que dieron al traste con el PRD. Existe dentro de Morena un ala de izquierda radical que encarna en gente como el citado Noroña, Taibo II y otros que ven traición donde hay cumplimiento de las normas, y que llaman claudicación a cualquier acercamiento con «el enemigo», así ese acercamiento sea meramente institucional. Mucho tendrá que batallar el futuro Presidente para controlar a esos extremistas. Digo, si es que en verdad quiere controlarlos, pues el compromiso que con ellos tiene es grande: lo han apoyado durante años, y se disponen ahora a pasarle la factura por el respaldo que siempre le han dado. También hay en el círculo cercano a AMLO gente de derecha, como Alfonso Romo, pero pienso que el futuro Presidente se inclinará más por el ala siniestra que por la débil representación derechista. Más aún: me atrevo a presagiar que llegará el día en que el empresario regiomontano se verá forzado a deslindarse de este régimen y a regresar a sus otras empresas. Desde luego esto es mera especulación, pero no sería la primera vez en que un político aprovechara a quien en un momento dado le es útil para luego prescindir de él cuando ha logrado su objetivo. Sólo el tiempo me dará la razón. Pero tan ocupado está en pasar que difícilmente tendrá tiempo para dármela. El doctor Duerf , célebre analista, recibió en su consultorio a una guapa mujer de opimas dotaciones anatómicas tanto en la región anterior como en la posterior. Le dijo: «Doctor: pienso que soy ninfomaníaca. No puedo ver a un hombre de cualquier clase y condición sin sentir un deseo irrefrenable de entregarme a él». «Vaya, vaya, vaya -ponderó el psiquiatra-. Tiéndase en el diván; póngase cómoda y hábleme de su problema. Pero ¿qué le parece si mientras tanto ponemos a helar una botella de champán?». Don Frustracio, el esposo de doña Frigidia, estaba conversando con un amigo. Le preguntó éste: «¿Has visto esos cubos de hielo con un orificio en medio?». Respondió, mohíno, don Frustracio: «Estoy casado con uno». La vecina de don Languidio Pitocáido, señor de edad provecta, fue muy alarmada a su casa. «Don Languidio -le informó-: la gente de la colonia anda diciendo que usted abusó sexualmente de una mujer joven». «No es cierto -negó el vetusto caballero-. Pero de cualquier modo agradezco el rumor». FIN.
MIRADOR.
Entre los hombres de la Europa que fundaron Saltillo, mi ciudad, debe haber venido un sapiente urbanista, algún insigne planificador.
He aquí que fincaron la población en un suave declive que baja de lo alto de un alto lomerío hasta llegar al fértil valle que cultivaron aquellos recios soldados labradores. Se explica lo sinuoso de las calles: seguían las curvas de los arroyos y acequias que en profusión descendían por el terreno.
Por eso mi ciudad no se inunda cuando llueve, sino que se baña. Queda limpiecita, como muchacha recién salida de la ducha, y olorosa como barro de alfarero. El agua que en torrentes baja por las calles se lleva los detritos del caserío, y es tan lustral que pienso que se lleva también los pecados de los hombres.
Ayer llovió por unanimidad, y hoy las calles amanecieron como espejos. Ven a mirarte en ellas. Quizá llueva otra vez, y si te pones bajo esta lluvia bautismal quedarás limpio de alma y cuerpo, igual que queda mi ciudad.
¡Hasta mañana!…