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De política y cosas peores
22/08/2018 – «Tengo cama de agua». Con esas sugestivas palabras una linda chica invitó a Babalucas a ir a su departamento. «Gracias -respondió el badulaque-. No tengo sed». El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Quinta Venida -no confundir con la Iglesia de la Quinta Avenida, que permite a sus feligreses el adulterio a condición de que sea con una sola persona a la vez-, fue a llevar la luz de la fe a los aborígenes de las Islas Salsi. Se enteró de que las parejas de esposos, aunque estables, vivían en uniones libres, no consagradas por un ministro del Señor. (El reverendo Fages, dicho sea entre paréntesis, se había casado cuatro veces, pero siempre conforme a los ritos de su iglesia). Reunió, pues, a los indígenas y les anunció que el día siguiente celebraría un matrimonio colectivo a fin de poner fin a la pecaminosa situación en que vivían. En efecto, llevó a cabo la ceremonia connubial, acabada la cual se sirvió un ágape. El reverendo Fages, satisfecho de su piadosa acción, le preguntó a una nativa qué le había parecido aquel acto religioso. «¡Sensacional! -exclamó con regocijo la mujer-. ¡Todas agarramos viejo nuevo!». Una gallinita cruzó el camino de la granja. Venía una aplanadora y pasó sobre ella. Se levantó la gallinita, aturrullada, se sacudió las plumas y dijo llena de entusiasmo: «¡Ésos son gallos, y ésas son pisadas!». Según la popular sentencia mal empieza la semana para el que ahorcan en lunes. Mal empezó también esta semana para la educación en México. López Obrador anunció la cancelación de la Reforma Educativa, y Elba Esther Gordillo, protegida suya, resucitó y volvió a ocupar su trono de perpetua mandamás del SNTE. Con eso, con la CNTE, y con el plan de AMLO de crear universidades como la que que puso en la Ciudad de México, donde todos entran pero hay que ver cómo salen, entenderemos que la calidad educativa en el país se encuentra en riesgo. Demagogos sí; pedagogos no. Todo indica que en el tema de la educación, uno de los de mayor importancia y trascendencia para la nación, no sólo retrocederemos: también iremos hacia atrás. En la merienda de los jueves las señoras empezaron a discutir acerca de las ventajas de la leche materna. Una de las asistentes declaró que todas las madres deberían dar la teta a sus bebés, pues así se criarían sanos y robustos, y al paso de los años serían hombres saludables y fornidos. «Todo eso es exageración -opinó doña Macalota-. Mi hijo se crió muy bien; es un muchacho fuerte y musculoso, y nunca supo de tetas sino hasta que se casó». Por enésima vez Pepito llegó tarde a la escuela. Le indicó la maestra: «Deberás traerme un recado de tu papá donde me explique por qué siempre llegas tarde». Manifestó el chiquillo: «Se lo traeré de mi mamá». Preguntó la profesora: «¿Por qué de tu papá no?». Contestó Pepito: «Porque dice mi mamá que para explicar las llegadas tardes mi papá da unas razones muy pendejas». El novio le dijo a su noviecita: «Cuando nos casemos haré que nos toquen La Bamba en vez de la Marcha Nupcial. A partir de ese día me vas a tener arriba y arriba». Don Gurmando se jactaba de ser gran catador de vinos. Afirmaba que con sólo dar un sorbo a cualquiera que le presentaran podía decir qué clase de vino era, y su edad. Un amigo suyo quiso ponerlo a prueba y le escanció una copa de un cierto tinto no muy conocido. Aspiró su aroma don Gurmando; le dio un trago; chasqueó luego la lengua con deleite y dijo con seguridad: «Zeferina, 21 años». El amigo se desconcertó. «No conozco esa variedad». Precisó el gran catador: «Me refiero a la muchacha que pisó la uva, y a su edad». FIN.
MIRADOR.
Hay una canción que nadie ha oído nunca. Se sabe, sin embargo, que es la más bella canción que se ha compuesto a lo largo de los siglos. Tan hermosa es la canción, se dice, que ningún humano es digno de escucharla. Sólo Dios puede conocer su música y su letra.
Algunos hombres y mujeres de excepción han soñado esa canción. Según antiguas crónicas la oyeron en sueños San Francisco de Asís y Santa Rosa de Lima. La soñaron también en nuestro tiempo Albert Schweitzer y Teresa de Calcuta. Todos ellos, sin embargo, la olvidaron al despertar, y fueron inútiles los esfuerzos que hicieron para recordarla.
Quizá tú también has soñado la canción, pero tu sueño se borró al abrir los ojos.
Quizá yo también la soñé ya, pero mi sueño se esfumó en la luz del alba.
Aun así esa canción existe.
Alguna vez la escucharemos todos.
¡Hasta mañana!…