De política y cosas peores

10/08/2018 – En el querido y entrañable Club El Pájaro, de Monterrey -antes llamado El Pájaro Dormido por integrar su membrecía únicamente con señores de madura edad-, se recordaba el caso de aquel maestro de pueblo que ahorró durante varios años y pudo al fin cumplir su sueño de hacer un viaje a España. Al cabo de un par de semanas regresó convertido -según él- en español. Ceceaba al hablar, y aunque eran los días más ardientes del verano salía a la calle enredado en una capa de amplios vuelos y cubierto con una boina vasca. Cierta noche se apersonó en la cantina del lugar y hablando a lo peninsular le pidió al cantinero: «Venga, chaval. Escánciame un chato de tu antañona cava». Respondió muy serio el de la taberna: «No ofenda, profe. Usté tiene una hermana puta y yo jamás le he dicho nada». Pues bien: la justicia mexicana parece tener igual categoría que la hermana del españolizado profesor. Aquí la gente va a la cárcel por razones de política, y por razones de política sale luego de ella. Dice un proverbio castellano: «Allá van leyes do quieren reyes». Eso significa que el poderoso hace con la ley lo que le viene en gana. La maestra (es un decir) Elba Esther Gordillo fue a dar a la cárcel en forma ilegal por arbitrio de un Presidente, y ahora que llega otro sale libre en modo tal que levanta suspicacias y da pábulo a toda suerte de especulaciones. Siempre dije que la detención de esa señora y su confinamiento fueron hechos al margen de la ley, y que fue injusto que se le negara el arresto domiciliario pese a su edad y condiciones de salud. Eso no equivalía en modo alguno a defender a la dirigente del sindicato de maestros. Una persona así es indefendible. Representó en su tiempo la mayor corrupción y prepotencia del sindicalismo y la política de México. Pero se indispuso con el poderoso en turno -igual le sucedió a Joaquín Hernández Galicia, «La Quina», en tiempos de Salinas de Gortari- y fue defenestrada y perseguida por el régimen. Ahora que empieza otro sale libre de polvo y paja. El triunfo de López Obrador parece un bautizo cuyas lustrales aguas dejan limpio de toda culpa a aquél que las recibe. Bartlett, Bejarano, Nestora, Napoleón Gómez Urrutia, la Gordillo y otros fueron ungidos con el «perdón y olvido» redentor. Allá van leyes do quieren reyes. Para decirlo a lo español: «¡Joder!». Trogla, mujer de la Edad de Piedra, llegó luciendo un precioso abrigo hecho con piel de mamut. Les dijo con orgullo a las demás mujeres: «¡Felicítenme, chicas! ¡Acabo de inventar la profesión más antigua del mundo!». La señora fue corriendo y le dijo llena de angustia a su marido: «¡Viejo! ¡Mi papá le va a pegar a mi mamá!». El hombre, que estaba leyendo el periódico, le respondió: «Dile que empiece. Tan pronto acabe de leer este artículo iré a ayudarle». Opinó uno de los invitados a la cena: «El perro es el mejor amigo del hombre». «No -opuso Babalucas-. El mejor amigo del hombre es el cocodrilo». El otro se desconcertó: «¿Por qué el cocodrilo?». Razonó el tontiloco: «La hembra del cocodrilo pone 10 mil huevos, y el cocodrilo se come 9999. Si no hiciera eso estaríamos hasta la madre de cocodrilos». Una señora tenía ya cinco años de casada y no se había embarazado. Su vecina le contó: «Yo estuve en el mismo caso que tú. Oí decir que el cura párroco de Cuitlatzintli tiene fama de hacer milagros. Fui con él; me dio su bendición, y de inmediato quedé embarazada». Pasaron unos meses y la señora le dijo a su vecina. «Mi esposo y yo fuimos a Cuitlatzintli, y el cura párroco me dio su bendición. Aun así no me he embarazado». Le indicó la vecina bajando la voz: «Debes ir sola». FIN.

MIRADOR.

Don Filidoro, ajedrecista, sostuvo una partida por correspondencia con un aficionado a quien nunca conoció.
En aquellos años -principios del pasado siglo- el correo era lento; las cartas tardaban meses en llegar. La partida llevaba ya seis años sin ventaja para ninguno de los contendientes.
Don Filidoro no vivía para otra cosa sino para ese juego. Horas y horas se pasaba frente al tablero estudiando su siguiente movimiento y tratando de adivinar el que haría en respuesta su rival.
Pasaron diez años más. Un día don Filidoro puso en jaque a su adversario. Le quedaban a éste, a más del rey, dos peones, un caballo y un alfil. Si movía el caballo indefectiblemente le daría mate en tres jugadas.
Por fin llegó la esperada carta. Pero no contenía el movimiento que haría el jugador. Llevaba la noticia de su muerte.
Aunque don Filidoro vive aún no vive ya. Todo el tiempo lo pasa con la mirada fija en el tablero, que quedó con los trebejos en el sitio en que estaban cuando la partida se interrumpió. Espera don Filidoro. Espera. Espera una carta. Espera.
¡Hasta mañana!…

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