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De política y cosas peores
1/08/2018 – «¡Eres un imbécil! -le dijo un tipo a otro-. ¡Estoy seguro de que ni siquiera sabes fornicar!». «¡Ah! -exclamó enojado el otro-. ¡Ya te vino con el chisme tu mujer!». El grupo de científicos iba a intentar la reproducción humana in vitro. El director del laboratorio les informó: «Colegas: esta noche no podremos llevar a cabo el experimento. A la probeta le duele la cabeza». Don Chochito, señor de 90 años, contrajo matrimonio con doña Pachuchita, de 85. La primera noche de casados él le tomó la mano, y después de un rato los dos se quedaron dormiditos. La segunda noche él le volvió a tomar la mano, y lo mismo hizo la tercera noche, y la cuarta, y la quinta. Cuando en la sexta noche don Chochito iba a tomarle otra vez la mano, doña Pachuchita la retiró y le preguntó, molesta: «¿Qué clase de hombre eres? ¿Un maniático sexual?». Muchas palabras buenas fueron dichas en la ceremonia en la cual el Cabildo de mi ciudad entregó la Presea Saltillo, otorgada cada año a personas e instituciones que han hecho obras de bien a la comunidad. Entre esas palabras anoté las de Miguel Riquelme, gobernador de Coahuila, quien dijo: «Soy, orgullosamente, lagunero de corazón. Pero soy también, y con igual orgullo, saltillense de adopción». El pronunciamiento del gobernante es significativo, pues tiende a unir lo que otros dividieron y a restablecer la armonía que en el estado se perdió. Labor de buen gobierno es la de unir, y sería omisión injusta no reconocer que el gobernador Riquelme se ha esforzado en tender puentes de unión entre las dos más importantes ciudades coahuilenses, Torreón y Saltillo, lo mismo que entre las demás poblaciones de la entidad. Yo soy, orgullosamente, saltillense de corazón. Pero soy también, y con igual orgullo, lagunero de adopción, pues en tiempos de don Homero del Bosque, hombre bonísimo y magnífico alcalde, fui declarado Ciudadano Honorario de Torreón, con cuya gente guardo deuda de gratitud inmensa. Fue don Antonio de Juambelz, gran señor, gran periodista, quien desde las páginas de «El Siglo» me hizo ser conocido lo mismo en la Laguna coahuilense que en la de Durango. Mi afecto y reconocimiento, pues, son de los que nunca se terminan. Ahora agradezco las palabras del gobernador Riquelme, que exaltan tanto a mi ciudad como a la Laguna, y unen a laguneros y saltillenses en el común amor por Coahuila. El marciano encargado de la flotilla de platos voladores le informó a su jefe: «Uno de nuestros platos se estrelló». Inquirió el líder, preocupado: «¿Cuál?». Respondió el otro: «El H3-F124». «Menos mal -se tranquilizó el jefe-. No era de la vajilla fina». Pepito le pidió a su mamá que le comprara una sandía para llevársela a su maestra. La señora se extrañó. «¿Por qué quieres llevarle una sandía a tu maestra?». Explicó el chiquillo: «Porque le llevé una manzana y me dio un beso. A ver qué me da si le llevo una sandía». El agente de seguros le dijo a Babalucas: «Cómpreme un seguro de vida». «No sirven para nada -opuso el tonto roque-. Un tío mío compró uno, y de cualquier modo se murió». A la mamá de Dulcilí no le parecía bien que su hija se apresurara cuando iba a verse con su galán. La amonestó: «Yo siempre hacía que tu padre me esperara. Es impropio que tú llegues a la cita antes que tu novio». «No pasa nada, mami -respondió Dulcilí-. A él le encanta que le agarre la delantera». Al día siguiente de la noche de bodas la recién casada le dijo a su flamante maridito: «Anoche me hiciste el amor como ningún hombre me lo ha hecho nunca». Preguntó con orgullo el desposado: «¿Cómo te lo hice?». Respondió ella: «Gratis». FIN.
MIRADOR.
Si en vez de una manzana la serpiente le hubiera ofrecido a Eva un durazno del Potrero de Ábrego la perdición del género humano se habría anticipado considerablemente.
Estos duraznos son en verdad paradisíacos.
A la vista tienen curvaturas de mujer.
Al tacto suavidad de terciopelo.
Al olfato inéditos aromas.
Y al gusto sabores inefables que no se comparan con ningún sabor.
Uno solo de estos duraznos bastaría para perfumar el mundo.
Con su dulzor dejaría de ser salado el mar.
Quien tenga la desdicha de no haber conocido nunca una mujer tome en sus manos un durazno del Potrero. Por su belleza, redondez y suavidades es lo que más se le parece.
¡Hasta mañana!…