Nuestros Columnistas Nacionales
De política y cosas peores
7/07/2018 – Después de tres o cuatro copas el tipo aquel se decidió por fin a decirle a su compadre por qué lo había citado en el Bar Roco. «Se trata de su esposa» -le dijo con ominoso acento. «¿Qué pasa con mi esposa?» -se alarmó el otro. Respondió el compadre: «Creo que nos está engañando». El médico le indicó a Babalucas: «Le vamos a tomar un radiografía». Preguntó el badulaque: «¿Estoy bien peinado?». El triunfo que en las urnas obtuvo López Obrador bien puede calificarse de aplastante. No sólo ganó la elección presidencial: tendrá mayoría en el Congreso, y consiguió victorias importantes en la Ciudad de México y en varios estados del país. La nueva aplanadora ya no es un partido, como lo fue el PRI en sus buenos -malos- tiempos: es ahora un solo hombre. Morena, ya se sabe, es una mera entelequia para dar representación jurídica y política a la persona de AMLO. Cuando alguien como él es elegido su llegada al poder suscita recelos y temores en muchos ciudadanos. Los que votaron por López Obrador piden que se le dé el beneficio de la duda. Yo le daré un beneficio mayor: el de dudar de él. En eso, creo, debe consistir la labor de quien escribe en los periódicos, y ésa misma actitud vigilante y analítica ha de ser, entiendo, la de ciudadano. No se trata de oponerse sistemáticamente a quienes ejercen el poder; se trata de hacer labor de crítica ante sus acciones: censurar las que atenten contra el bien común y encomiar sus buenas obras. Por eso me pareció plausible -vale decir digna de aplauso- la respuesta que Gustavo de Hoyos, presidente de la Coparmex, dio a la declaración que hizo Alfonso Romo, colaborador cercano de López Obrador, en el sentido de que hay una «luna de miel» entre AMLO y los empresarios, y que esa meliflua relación durará todo el sexenio. «En Coparmex no hay ni habrá luna de miel con López Obrador» -manifestó De Hoyos. Y añadió que no habrá cheques en blanco para el nuevo Gobierno. Yo digo que los empresarios son, por esencia, hombres libres. Les toca entonces la responsabilidad de ser voz de la ciudadanía. Deben por tanto, igual que los comentadores públicos, alejarse lo mismo del entreguismo incondicional que del ataque por sistema. Queden las lunas de miel para los enamorados -yo vivo en una que sigue hasta estos días-, y asuman los gobernantes y los ciudadanos sus respectivos roles. Eso es lo mejor para el país, y es lo mejor también para ellos. Cumplida mi cotidiana misión de orientar a la República-yo, tan desorientado- paso ahora a retirarme, como dicen los merolicos callejeros, no sin antes dar salida a un chascarrillo final que, advierto, es de color subido. Un individuo de aspecto estrafalario se presentó ante el gerente de un banco y le solicitó un crédito. Le dijo que era inventor, y que estaba desarrollando una sustancia que haría que el íntimo encanto de la mujer tuviera aroma de naranja. Necesitaba aquella suma para desarrollar su idea. El funcionario pensó que aquello era un enorme disparate y le negó el dinero. Pasó un año, y el gerente se sorprendió al ver la cuenta del sujeto: millones había en ella, y cada mes el individuo depositaba otra fuerte cantidad. Lo invitó a pasar a su oficina, le sirvió un café y se disculpó con él: «Espero que no me haya guardado resentimiento por haberle negado aquel crédito que me pidió. «Al contrario -respondió alegremente el individuo-. Su negativa me puso a pensar, y me he hecho rico vendiendo naranjas». «¿Vendiendo naranjas?» -se sorprendió el del banco-. «Sí -confirmó el tipo-. Inventé una fragancia que hace que las naranjas tengan aroma de íntimo encanto de mujer». FIN.
MIRADOR.
A mi esposa y a mí nos gustan los rompecabezas.
Inofensivo entretenimiento es ése, de antigua tradición. Con él se ejercitan virtudes como la paciencia y la constancia. A nosotros nos hacen recordar al querido tío Refugio, jubilado ya, que solía armar rompecabezas para entretener las horas. Después de desayunar le decía a su esposa, la tía Conchita, levantándose de la mesa para ir al rompecabezas:
-Me voy. Tengo mucha chamba.
Ahora estamos haciendo con nuestros nietos uno muy bonito. En él aparece una niñita en en el gallinero de una granja. Tiene en la mano el huevo que acaba de poner una gallina, y lo mira, intrigada, mientras en torno de ella andan los pollitos.
A mí me intriga, como a la niñita, el misterio de la vida. Igual que ella no entiendo ese prodigio. Por eso lo miro con devoción, y lo venero lo mismo en una brizna de hierba que en la mayor criatura de la tierra o el mar.
También por eso me gustan los rompecabezas.
En ellos aprendo a veces cosas que no enseñan las teosofías.
¡Hasta mañana!…