De política y cosas peores

5/07/2018 – «¿Soy yo el primer hombre con quien duermes?». Al empezar la noche de bodas Simpliciano, joven candoroso, le hizo esa pregunta a Pirulina, su flamante mujercita. Respondió ella: «Si me quedo dormida, sí». Los nietos de doña Pasita, linda anciana, la llevaron a conocer Las Vegas. Ella apostó un dólar y ganó. La casa le pagó dos dólares. Le dijo doña Pasita al crupier con voz severa: «Que esto le sirva de lección, joven, a ver si así renuncia al feo vicio del juego». El cuento que sigue fue calificado de «nefario» por doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías y censora de la pública moral. Las personas que no gusten de leer cuentos nefarios deben saltarse hasta donde dice: «En estos días estoy orgulloso.», etcétera. Tres amigos fueron a una casa de lenocinio, putanismo, congal, manfla, ramería, burdel, mancebía, zumbido o lupanar. Dicho establecimiento tenía una característica: cuando en otros sitios semejantes se cobraba por tiempo, o por categoría de la dama cuyos servicios se pedían, ahí se pagaba por pulgada: según la medida del cliente era la cuota que debía enterar. El arancel era de 100 pesos por pulgada. Al terminar los respectivos eventos que a ese sitio los llevaron el primero de los amigos comentó orgulloso: «Yo pagué 900 pesos». Dijo el segundo con ufanía igual: «Yo pagué 800». El tercero comentó: «Yo pagué solamente 200». «¡200! -se burlaron los otros-. ¡Vaya que la naturaleza no se mostró pródiga contigo!». Respondió el otro: «Más pródiga se mostró conmigo que con ustedes. Y también me dio mayor inteligencia. Ustedes se hicieron medir a la entrada, y yo a la salida». (No le entendí). En estos días estoy orgulloso de ser mexicano, pese a los desfiguros que han hecho y siguen haciendo en Rusia algunos de los forofos del Tri. (Uno de los cuatro lectores del escribidor le pide que explique ese término, «forofo», cuyo significado desconoce. Tampoco lo conocía el amanuense, pero lo leyó el un periódico de España y aprendió que «forofo» es lo mismo que hincha, o sea partidario fanático de un equipo deportivo, especialmente de futbol). Pues bien: a pesar de los forofos que se siguen comportando sin conducta -así dicen en el Potrero de los que actúan mal-, e insisten en corear el monótono y ya cursilón grito de: «¡Ehhhh, puto!»; y se embriagan en los aviones o los trenes, y molestan a los demás huéspedes en el hotel; a pesar de todo eso, digo, en estos días estoy orgulloso de ser mexicano. He aquí que la jornada electoral del último domingo se llevó a cabo en modo ordenado y pacífico, y con participación mayoritaria de los electores. He aquí que los candidatos presidenciales perdedores reconocieron su derrota y felicitaron públicamente al vencedor. He aquí que el ganador -AMLO- no se ensoberbeció por su sonoro triunfo, y ha estado actuando con prudencia, mesura y modestia republicana. Y, finalmente, he aquí que el INE cumplió a cabalidad su dificilísima tarea de organizar las elecciones y llevarlas a buen término en tiempo y forma. Por esto último aplaudo -y con ambas manos, para mayor efecto- a su director, Lorenzo Córdova Vianello y a los consejeros, a sus funcionarios y empleados todos. Pese a lo erizado y áspero de la contienda la elección se realizó en forma tersa, con un mínimo de incidentes y en un ambiente casi festivo de participación. Todo eso nos presentó ante el mundo como un país civilizado, pese a la mala imagen mostrada por los forofos que ut supra se citaron. Y aquí se despide el pendolario, pues debe ir a consultar ahora qué significa eso de «ut supra» y «pendolario».

FIN.

MIRADOR.

Llegó el número uno y se presentó a sí mismo:
-Soy el número uno.
Me atreví a preguntarle si realmente lo era, pues he conocido a otros uno, entre ellos un tango. Me contestó:
-Quien diga que es el número uno está mintiendo. Yo soy el número uno, el único auténtico y verdadero.
Lo reté:
-Si es usted el número uno dígame esto: en el número 1111111111 ¿cuál de los unos es usted?
Noté que se desconcertó.
-Necesitaría mirarlos con más calma -dijo-. Pero estoy seguro de que yo soy el número uno.
Ya no quise discutir. ¿Qué caso tiene argumentar con quien dice ser el número uno? Le dije «Mucho gusto», y me alejé. Desde entonces cuando conozco a alguien que dice ser el número uno le digo: «Mucho gusto» y me alejo.

¡Hasta mañana!…

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