De política y cosas peores

Armando Fuentes

24/06/2018

Agencia Reforma
CIUDAD DE MÉXICO 23-Jun-2018 .-«La mía es la más grande del salón». Se azaró mucho la joven profesora cuando al entrar en el aula vio ese letrero en el pizarrón. Les preguntó a los niños: «¿Quién escribió eso?». Pepito levantó la mano. «Fui yo». Le indicó la maestra: «Al terminar la clase te quedarás aquí». Pepito se volvió hacia sus compañeros y les dijo con una sonrisa triunfal: «¿Lo ven? ¡La publicidad funciona!». Don Astasio llegó a su casa después de su jornada de ocho horas de trabajo como tenedor de libros en la Compañía Jabonera «La Espumosa», S.A. de C.V.- Colgó en la percha su sombrero, su saco y la bufanda que usaba incluso en los días de calor canicular, y luego se dirigió a la alcoba a fin de reposar brevemente su fatiga antes de la cena. No pudo ver cumplido su propósito: el lecho conyugal estaba ocupado por su esposa, doña Facilisa, que en ese momento se refocilaba carnalmente con un sujeto en quien don Astasio reconoció al vendedor de aspiradoras que con sospechosa frecuencia llegaba a ofrecer su mercancía. La vista de ese ilícito espectáculo le causó al infeliz cuclillo una impresión tan grande que ni siquiera se dio tiempo para ir al chifonier donde guardaba la libreta en la cual anotaba palabras denostosas para decirlas a su mujer en tales ocasiones. Movido por el fúrico impulso que lo poseía le gritó a la pecatriz: «¡Ehhhh. p***!». Sin alterar el acompasado ritmo de la actividad que en ese momento la ocupaba le advirtió doña Facilisa: «Ten cuidado, Astasio. Te puede multar la FIFA». Astatrasio Garrajarra, el borrachín del pueblo, le informó al padre Arsilio: «Vi al obispo borracho y con dos viejas». El buen sacerdote empalideció. «¡No es posible!» -exclamó consternado. «Sí, padrecito -repitió el beodo-. Iba yo borracho y con dos viejas cuando vi al obispo». Doña Frigidia, la glacial esposa de don Frustracio, le reclamó irritada: «Todas mis amigas cuentan que sus maridos gritan el nombre de ellas en el momento del amor. ¡Glafira, Glafira! . ¡Clora, Clora! . ¡Burcelaga! . ¿Por qué tú nunca gritas mi nombre?». Explicó don Frustracio mansamente: «Es que temo despertarte». El jefe de recursos humanos le comentó a don Algón, el presidente de la compañía: «Tengo un método infalible para saber si quien solicita empleo es pendejo o no. Le muestro una bañera llena de agua; le doy una cucharilla de té y una cubeta y le pido que la vacíe». «Ya entiendo -razonó con aire de suficiencia don Algón-. Si es pendejo usa la cucharilla; si no lo es emplea la cubeta, pues con ella puede sacar el agua más aprisa». «No es así -replicó el empleado-. Si es pendejo usa indistintamente la cucharilla o la cubeta. Si no lo es quita el tapón de la bañera para que se vacíe sola». Dos marcianos iban en la madrugada por las desiertas calles de una ciudad de la Tierra. En eso una señal de tránsito se encendió con el letrero «Siga». «¡Ha de ser una mujer terrícola! -se alegró uno de los extraterrestres-. ¡Y me guiñó el ojo!». Presuroso fue hacia la luz. En eso la señal marcó: «Alto». «¡Caramba! -exclamó desolado el alienígena-. ¡Con qué rapidez cambian aquí de opinión las mujeres!». Aquel salmón de Alaska nadaba con todas sus fuerzas contra la intensa corriente del caudaloso río. Llevaba ya semanas en las gélidas aguas del torrente. Varias veces se libró de caer en las fauces de los osos que acechaban a los peces, y otras tantas escapó de las redes de los pescadores. Allá iba el salmón, saltando dificultosamente para remontar las rocas; luchando para no ser arrastrado por el ensordecedor caudal. Le dijo al salmón que iba a su lado: «No sé por qué cada año sigo viniendo a este maldito río, si ya ni siquiera estoy sexualmente activo». FIN.

MIRADOR

Historias de la creación del mundo.
El Señor se atufó al ver que los hombres no miraban las maravillas que para ellos habían creado.
No miraban la fastuosa opalescencia del crepúsculo.
No miraban la irisada belleza del arco iris.
No miraban la majestad de las montañas.
No miraban la infinita variedad del siempre mismo mar.
No miraban el umbrío misterio de los bosques.
No miraban la hermosura de la anémona, de la gacela, del quetzal…
Le preguntó a Adán:
-¿Por qué los hombres no miran la grandeza de mi creación?
-Señor -respondió Adán con tristeza-. Están viendo la Copa del Mundo.
¡Hasta mañana!…

MANGANITAS

«. Futbol y más futbol.».
Con la mente así ocupada,
y la vista legañosa,
ya ni vemos que la cosa
está aquí de la patada.

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