De política y cosas peores

Armando Fuentes

11/06/2018

Agencia Reforma
CIUDAD DE MÉXICO 10-Jun-2018 .-«Con gusto daría 10 mil pesos por besar su maravilloso busto». Así le dijo Libidiano, hombre salaz, a la bella mujer que se sentó a su lado en la barra de la cantina «La Hermana de Lord Byron». Añadió luego con inspirado acento: «Un solo beso el corazón invoca, que la dicha de dos me mataría». Pechina, que así se llamaba la aludida dama, se sorprendió al oír esa insólita propuesta, pero luego meditó: «Vale la pena considerar la oferta. Aún con la depreciación del peso la cantidad citada no es para desestimarse. y menos aún en este tiempo de crisis, inflación, carestía y gasolinazos. Además la mercancía de que se trata no es de las que se lleva el comprador. Quien la vende la conserva, y puede hacerla objeto de nuevas transacciones. Por otra parte ¿qué es un beso? Es un madrigal sin palabras; una canción sin música; una promesa silenciosa. Y, viniendo al prosaico mundo del dinero, 10 mil pesos son una buena cantidad. Con ese dinero mi abuelita habría podido comprarse 20 mil tacos de pollo de a tostón. Ánimo, pues. No dejemos pasar esa oportunidad». Todo eso dijo Pechina en su interior. Luego, uniendo la acción al pensamiento, se dirigió a Libidiano con laconismo comercial: «Vamos». Salieron los dos del bar y fueron al estacionamiento. Ahí, a la luz de una farola, Pechina se desabotonó la blusa y dejó al descubierto la magnificencia de sus alabastrinos encantos (dos). Los contempló largamente Libidiano y luego dijo: «De veras, con gusto daría 10 mil pesos por besar su maravilloso busto. Ahora que lo he mirado veo que no estaba yo equivocado al externar aquella expresión admirativa. Muchas gracias, señorita, por habérmelo mostrado». Y así diciendo volvió a entrar en el bar dejando a la asombrada Pechina con sus encantos al aire (dos). A pesar de todos los pesares el prigobierno parece aferrarse a la esperanza de ganar la elección presidencial. Basa esa apuesta en su estructura y en su probada capacidad de maniobra el día de la jornada electoral. Hay en sus filas un ejército infinito de operadores, y dispone de cuantiosísimos recursos. Cuenta además con el llamado voto duro, el de aquéllos que por tradición votan por el PRI, pues piensan que a ese partido deben lo poco o mucho que en la vida han hecho. Es de dudarse, sin embargo, que todo eso sea suficiente para impedir lo que parece un hecho ya: la victoria en las urnas de López Obrador. Muchos piensan que el triunfo de AMLO entraña riesgos de consideración para el país, pero un mayor peligro derivaría de intentar la imposible locura de un fraude electoral. Eso pondría al país en el camino de la violencia; provocaría seguramente un gravísimo estallido social. Es necesario, pues, el juego limpio en la elección. Todos los partidos, lo mismo que el árbitro electoral, deben apegarse estrictamente a la ley. Supongamos que sea peligroso que López Obrador llegue al poder. Infinitamente más peligroso sería que por medios ilegales se pretendiera evitar que llegara a él. Le avisaron al general rebelde que sería fusilado a las 6 de la mañana del siguiente día. El jefe de las fuerzas leales, hombre considerado, le ofreció: «Mi general: podemos traerle una mujer para que pase con ella la noche». «Muchas gracias, pero no -declinó el mílite-. Mañana tengo que levantarme temprano». El doctor Ken Hosanna le informó a su bella paciente: «Los exámenes médicos muestran que está usted embarazada». «Imposible, doctor -negó la chica-. Soy señorita virgen». «Más aún -siguió el facultativo-. Va usted a tener gemelos». «¡Imposible! -protestó con vehemencia la paciente-. ¡Sólo lo hicimos una vez!». FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
El higo es fruto bíblico.
El higo es fruto lúbrico.
Hay en él reminiscencias evangélicas y ocultas evocaciones de erotismo.
Vale decir que el higo es fruto ambivalente para quien tiene doctrina clara y turbio pensamiento.
Yo procuro pensarlo sin comerlo.
Procuro, sobre todo, comerlo sin pensarlo.
Es decir trato de verlo como un pequeño pedazo de Biblia en vez de mirarlo como lasciva sugerencia.
En todo caso el higo es inocente fruto.
Ninguna culpa tiene de lo que el hombre piensa cuando lo abre en dos para comerlo. Tampoco tiene culpa de aparecer junto con su madre, la higuera, en el sagrado libro.
Pido perdón al higo por mis pensamientos.
Luego lo abro en dos para comerlo. Y pienso. Pienso.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS.
Por AFA.
«. Compran votos.».
Y los pagan con afán
esperando la jornada,
mas no servirán de nada
al PRI el PRD y el PAN.

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