19/05/2018 – Pico lo llamaban, y por Pico lo conocían todos. Nadie sabía -ni él mismo- que su nombre era Pacífico. Hay santo de ese nombre. Su fiesta se celebra el 25 de septiembre, día también de los santos Herculano, Sabiniano, Lupo, Nilo y Anacario y de las santas Neomidia y Tata. Quizá por ese patrocinio Pico era de natural tranquilo y sosegado. Mientras los otros niños andaban a mojicones y trompadas, o subían a los árboles a buscar nidos o frutas, él se ocupaba en cortar flores para llevarle un ramito a su mamá. Su único amigo era Tolano, o sea Victoriano, compañero suyo de la escuela. Él no le tomaba a mal sus actitudes, y lo protegía de los chamacos que se burlaban de él. Sucedió que al terminar la secundaria Tolano salió del pueblo, pues anhelaba convertirse en escritor. El maestro de Español había leído una oda suya dedicada al aguacate, principal producto agrícola de la región, y lo animó a que saliera «de esta aldea» -así dijo- y que buscara su destino literario en «la gran urbe». Pasaron los años -eso es lo que mejor saben hacer los muy canallas-, y Tolano sintió el deseo de visitar los sitios donde pasó su niñez y primera juventud. Tales regresos suelen ser muy tristes. Sucede casi siempre que nada es ya como antes, y si el hijo pródigo volvió al pueblo con una carga de nostalgias retorna a la ciudad con cuatro de melancolías. Tolano deseaba sobre todo ver otra vez a Pico, aquel amigo suyo de la infancia. Llegó al poblado una mañana que por ser de otoño era fresca y luminosa. Las empedradas calles del lugar brillaban todavía como ascuas con el rocío matinal, y en la umbrosa alameda centenaria el trino de las canoras aves. (Nota de la redacción. Nuestro estimado colaborador se extiende durante 14 fojas útiles y vuelta, a renglón cerrado, en la descripción de aquella mañana pueblerina, descripción que, aunque llena de encanto y de lirismo, nos vemos en la penosa necesidad de suprimir por falta de espacio). Mucho sorprendió a Tolano el hecho de que nadie le sabía dar razón de Pico. En todas partes preguntó por él: en la botica -todavía se llamaba así, y no farmacia-; en el restorán -ya no era fonda-; en la Escuela «Profra. Godofreda Luria», el plantel de sus años infantiles. Nadie le pudo informar acerca del paradero de Pico. «A lo mejor se murió -le dijo una ancianita-. Aquí la gente se muere bastante». Tolano desechó ese pensamiento y fue a la cantina. Los cantineros conocen a todo el mundo, o por lo menos a la mayor parte. Tampoco el tabernero conocía a Pico. «¿Más o menos cómo era su amigo?» -le preguntó a Tolano. Éste hizo su retrato hablado lo mejor que pudo. «¡Ah, sí! -exclamó el de la taberna-. Ya sé de quién se trata. Pero ya no es Pico. Ahora es Paca». «No entiendo» -se desconcertó Tolano. «Salió del clóset -explicó el sujeto-. Es gay. Tiene un salón de belleza en la siguiente esquina. Ahí lo encontrará». Se apresuró Tolano y vio un local con el nombre en grandes letras: «Paca s Esthétique». Abrió la puerta, cauteloso y, en efecto, vio a su amigo. Ahora era otro muy distinto. Pintado como muñeca japonesa, lucía peluca rubia y pestañas que podían dar sombra a un regimiento. Vestía playera a rayas; pantaloncito ajustado de los llamados «pescadores» y zapatos de tacón aguja acordonados hasta los tobillos. Vio Paca -o Pico- a su amigo Tolano, y antes de que éste pudiera articular palabra le dijo con tono retador: «Ni me digas nada, cabrón. Prueba». Recordé este verídico suceso cuando leí acerca de los hombres que en Oaxaca se vistieron de mujer con tal obtener la candidatura a un puesto público. Seguramente ese modo de hacer política es único en el mundo. Deberíamos patentarlo. FIN.
MIRADOR.
Variaciones opus 33 sobre el tema de Don Juan.
El joven aprendiz de seductor le preguntó al gran amante:
-¿A cuántas mujeres tuviste entre tus brazos?
Respondió el sevillano:
-Nunca las conté. Quien cuenta sus amores es capaz de contarlos. Eso de contar no es de caballeros. No sé a cuántas mujeres tuve entre mis brazos. Sí sé que muchas me tuvieron a mí entre los suyos.
Volvió a preguntar el joven seductor:
-Sé que entre ellas hubo lo mismo reinas que muchachas de servir; igual princesas que hembras de tronío. Dime: ¿a cuál de todas las mujeres recuerdas más?
Contestó Don Juan:
-A la que nunca tuve.
¡Hasta mañana!…