De política y cosas peores

Armando Fuentes Aguirre

30/04/2018

Don Carencio decidió hacerse nudista. Grande fue la estupefacción de sus amigos cuando el maduro señor les anunció que se había inscrito en un club de nudismo para hombres y mujeres llamado “Ventilemos Nuestras Diferencias”. Le preguntaron el motivo de esa acción que les pareció sumamente extravagante, pues don Carencio era metódico, morigerado y respetuoso de los convencionalismos de la sociedad. “Miren ustedes -razonó él-. Mi mujer lleva los pantalones en la casa; mi hijo se pone mis corbatas; Hacienda me quitó hasta la camisa, y divorciarme de mi primera esposa me dejó sin calzones. ¿Qué me quedaba después de eso más que hacerme nudista?”. El joven Pitorrango casó con Tabu Larrasa, muchacha que no tenía ninguna prominencia ni por la parte delantera ni en la posterior. Era más lisa que el pescado. Al regreso del viaje nupcial los amigos del novio le preguntaron, indiscretos, cómo le había ido en la noche de bodas. “Muy bien -les contestó-. Tabu me ayudó bastante”. “¿Cómo te ayudó?” -inquirieron con curiosidad los otros. Explicó Pitorrango: “Se puso junto al ombligo un letrero que decía: Esta parte hacia arriba “. Don Mariano Fuentes Flores, padre y muy señor mío, fue gran aficionado a la fiesta de toros, la más bella, profunda y trágica de las bellas artes; sucesión de imágenes que duran lo que la vida: un instante; sucesión de estatuas que duran lo que la Vida: una eternidad. Don Mariano, a fuer de saltillense y buen taurino, era devoto seguidor de Armilla, pero admiraba por igual a don Lorenzo Garza. Un día le preguntó al diestro de Monterrey el por qué de su constante pique con el Maestro de Saltillo. Respondió el Ave de las Tempestades: “Armilla y yo tenemos rivalidad en la plaza, pero fuera de ella somos grandes amigos. Los que me repatean son los armillistas”. Algo parecido sucede en el caso de López Obrador. Hay quienes lo consideran un peligro para México. Más peligrosos aún deberían considerar a algunos lópezobradoristas. Ahí está, por ejemplo, el señor Paco IgnacioTaibo II, a quien algunos llaman ya El Bronco II. Sus exabruptos suenan a izquierda anacrónica, a marxismo rancio y trasnochado. Y es que en don Paco Ignacio encarna un ala radical de Morena formada por intelectuales, académicos, artistas y políticos de la vieja guardia que podrían ejercer presión sobre AMLO si en caso de llegar a la Presidencia no asume una postura igualmente radical en su gobierno. Es cierto: la propuesta de confiscar empresas que hizo Taibo fue de inmediato desautorizada por López Obrador. Pero también es cierto que entre los seguidores del tabasqueño hay una corriente extremista que de seguro buscaría influir en sus determinaciones. Si no quiere que un sector importante del electorado lo mire con inquietud, y aun con miedo, López Obrador tendrá que moderar a sus inmoderados. En sus andanzas por la selva africana el doctor Dyingstone, pastor de la Iglesia de la Quinta Venida (no confundir con la Iglesia de la Quinta Avenida, que permite a sus fieles el adulterio a condición de que lo cometan solamente en la posición del misionero), vio a un negrito, y se puso a jugar con él. En eso apareció el padre del pequeño, un salvaje de estatura procerosa y armado hasta los dientes. Con voz severa el hombrón amonestó al chiquillo: “Ya te he dicho, Balumba, que con la comida no se juega”. Don Cornulio llegó a su casa por la noche y sorprendió a su esposa en brazos de un desconocido. “¡Hetairamesalinameretriz!” -le dijo a la mujer en un solo golpe de voz. “Ay, Cornulio -se defendió ella-. Recuerda que te pregunté qué querías para la cena, y me dijiste que te gustaban las sorpresas”. FIN.

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