18/04/2018 – «Me besó apasionadamente, y luego me puso la mano en el busto». Confusa y ruborizada la ingenua Dulcilí le contó a su mamá lo que su novio le había hecho la noche anterior después de llevarla en su automóvil al solitario sitio llamado El Ensalivadero. «¡Qué barbaridad! -exclamó consternada la señora-. Y ¿lo pusiste en su lugar?». «No, mami -confesó Dulcilí-. Más bien él se puso en el mío». Pepito le dijo a Juanilito: «Cuando sea grande quisiera conseguirme una mujer como la que se consiguió mi abuelo». Preguntó Juanilito: «¿Cómo tu abuelita?». «No -aclaró Pepito-. Como la que se consiguió anoche».Dulcibella, linda chica, atendía una vez por semana en su departamento a don Algón. Las visitas tenían lugar todos los viernes a las 12 del mediodía. Una vez, sin embargo, el salaz ejecutivo llegó a las 10 de la mañana, pues luego debía asistir a un retiro espiritual. Dulcibella no lo esperaba a esa hora, y lo recibió enredada en una toalla, pues se disponía a bañarse cuando el señor llamó a la puerta. «¡Caramba, don Algón! -le dijo-. ¡Llega usted cuando apenas iba a asear el negocio!».Quem deus vult perdere prius dementat. La frase es de Publilio Sirio, y enseña que los dioses vuelven loco a aquél a quien quieren perder. Al prigobierno puede aplicarse la expresión. La arremetida oficialista contra Ricardo Anaya, que ciertamente tuvo efectos de consideración para él, lejos de beneficiar a Meade vino a favorecer a López Obrador. La inquina del Presidente y su partido contra Anaya tiene explicación: es el único candidato que en su campaña ha prometido investigar los casos de corrupción habidos en la administración actual, en tanto que AMLO ha ofrecido perdón y olvido a quienes incurrieron en ellos. Más miedo le tienen los actuales detentadores del poder al panista que al morenista. De ahí el burdo ataque que a través de la PGR enderezó el Gobierno contra Anaya. Pero en fin, ahí está Publilio Sirio para explicar lo que le está pasando al Presidente y su partido. Don Poseidón tenía una hija en edad núbil. Cierto día se presentó ante él un tipo que le dijo: «Soy paraguayo, y le pido que le permita a Florilí salir conmigo para follármela». «¡¿Para qué?!» -bufó don Poseidón. «Paraguayo» -respondió el tipo sin cambiar de expresión. Nalgarina Grandchichier, curvilínea fémina pródiga en encantos naturales, llegó a una agencia de viajes y le pidió al encargado que le recomendara algún destino. «Dígame, señorita -le preguntó el de la agencia-. ¿Le gustaría ir a la montaña a ver el panorama, o preferiría ir a la playa y ser usted el panorama?». Babalucas se metió a ladrón. Enmascarado entró a una joyería y le ordenó al dueño al tiempo que le apuntaba con su pistola: «¡Entrégueme la joya más cara que tenga!». Asustado, el joyero le puso en las manos un collar de esmeraldas y rubíes. Inquirió Babalucas: «¿Cuánto cuesta esto?». Respondió el hombre tembloroso: «Medio millón de pesos». Preguntó Babalucas devolviéndoselo: «¿No tiene algo más barato?». Lord Feebledick llegó a su casa después de la cacería de la zorra y sorprendió a su mujer, lady Loosebloomers, en apretado concúbito carnal con Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de los faisanes. No dijo nada: su formación en Eton le impedía hacer alguna escena. Salió de la alcoba sin decir palabra y le pidió a su chofer que lo llevara al Country Club. En el bar halló a un amigo, y después de algunas copas le contó lo que le había sucedido. «By Jove! -exclamó el otro-. ¿Y tomaste alguna medida en relación con el criado?». «No -contestó lord Feebledick-. En tales circunstancias ¿qué querías que le midiera?. FIN.
MIRADOR.
John Dee fue el hombre más sabio de su tiempo.
Durante 50 años se dedicó al estudio de las artes y las ciencias.
Sabía de matemáticas.
De astrología.
De alquimia.
De teología.
De lógica.
De filosofía.
De música.
De astronomía.
De arquitectura.
De poesía.
Cierta noche John Dee conoció a una mujer y se prendó de ella. Al día siguiente les dijo a sus amigos:
-Anoche aprendí un hermoso arte y una bella ciencia. Entiendo que se llama amor.
¡Hasta mañana!…