De política y cosas peores

Armando Fuentes

08/03/18

Don Chinguetas llegó a su casa a las 2 de la mañana tras el acostumbrado juego semanal de dominó con sus amigos. Se desvistió y se metió en la cama. Al hacerlo sintió la cálida tibieza de su esposa, lo cual suscitó en él urentes ansias amorosas. ¡Ah, no hay deseo más difícil de resistir que el de la carne! Y no hablo de un T-bone, un sirloin o una arrachera. En su omnisciente sabiduría el Creador puso tal impulso en el hombre y la mujer -y en todas las criaturas animadas- para llevarlos a perpetuar la vida. Quien se resiste a ese llamado atenta contra las leyes de la naturaleza, que son la ley de Dios. (Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la pasión carnal, le dijo a una hermosa fémina: «Tus besos dejan mucho qué desear». «¿De veras?» -se apesadumbró ella. «Sí -sonrió Afrodisio-. Todo lo demás de ti»). Pero advierto que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Sintió doña Macalota -así se llama la mujer de don Chinguetas- la cercanía de su esposo y puso la mano en el vértice de su entrepierna. En eso los faros de un automóvil que pasó por la calle iluminaron la penumbra de la habitación. «¡Mi marido!» -exclamó llena de sobresalto doña Macalota. Don Chinguetas tomó su ropa y se dispuso a salir por la ventana. Se detuvo y le dijo: «¡Pero si yo soy tu marido!». Replicó doña Macalota: «¿Y entonces por qué saltaste de la cama?». Muy echao pa lante, como se dice en términos taurinos, se ve Ricardo Anaya. Mientras López Obrador, cada día más tibio, ofrece amnistía a los criminales y perdón amoroso a los miembros de la mafia del poder, Anaya le exige con energía a Peña Nieto que saque las manos del proceso electoral, y declara que no vacilará en llevar a la cárcel al mismísimo Presidente de la República si se comprueba que incurrió en actos de corrupción. Su actitud explica la persecución que el prigobierno ha desatado contra él, acoso que en vez de hacerle daño lo ha favorecido, pues ahora los ciudadanos lo ven como víctima del régimen, y muchos lo consideran el único capaz de castigar los excesos de la administración actual. Malo es que a alguien le salga el tiro por la culata. Peor es que le salga el éste por la tirata. Eso le sucedió al Gobierno y su partido cuando pusieron a la PGR a hostigar a Anaya. Lo hicieron subir en las encuestas, para desconsuelo de Meade y preocupación de AMLO. Lejos está este arroz de haberse ya cocido. Muchas cosas aún pueden pasar. Eso se vio en las dos anteriores elecciones. Lo mismo puede suceder en ésta. A la prima Celia Rima, versificadora de ocasión, se le ocurrió esta pícara cuarteta a propósito del comentario que hizo el actor de cine Warren Beatty, de 80 años, quien declaró hace días: «Ya no soy un playboy». La cuarteta de la prima Celia dice así: «El hombre, querido socio, / sufre muchos desengaños. / Llega el peso de los años / y se le cae el negocio». ¡No te desanimes, Warren! ¡Unas cuantas gotas de las miríficas aguas de Saltillo harán que vuelvas a la circulación!…  Libidiano tenía una amiguita. La invitó a ir con él a un paseo en yate. La chica le dijo que sólo disponía de tres días de vacaciones, así que Libidiano fue a una farmacia y le pidió al encargado tres pastillas para el mareo y tres condones. Luego la muchacha le dijo que había conseguido tres días más, de modo que Libidiano regresó a la farmacia y pidió otras tres pastillas y otros tres preservativos. Al día siguiente la chica le anunció que podía ir con él nueve días. Volvió Libidiano a la farmacia y pidió otras tres pastillas y otros tres condones. El farmacéutico le preguntó. «Perdone, caballero: si follar le provoca esos mareos ¿por qué no lo hace con menor frecuencia?». FIN.Don Chinguetas llegó a su casa a las 2 de la mañana tras el acostumbrado juego semanal de dominó con sus amigos. Se desvistió y se metió en la cama. Al hacerlo sintió la cálida tibieza de su esposa, lo cual suscitó en él urentes ansias amorosas. ¡Ah, no hay deseo más difícil de resistir que el de la carne! Y no hablo de un T-bone, un sirloin o una arrachera. En su omnisciente sabiduría el Creador puso tal impulso en el hombre y la mujer -y en todas las criaturas animadas- para llevarlos a perpetuar la vida. Quien se resiste a ese llamado atenta contra las leyes de la naturaleza, que son la ley de Dios. (Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la pasión carnal, le dijo a una hermosa fémina: «Tus besos dejan mucho qué desear». «¿De veras?» -se apesadumbró ella. «Sí -sonrió Afrodisio-. Todo lo demás de ti»). Pero advierto que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Sintió doña Macalota -así se llama la mujer de don Chinguetas- la cercanía de su esposo y puso la mano en el vértice de su entrepierna. En eso los faros de un automóvil que pasó por la calle iluminaron la penumbra de la habitación. «¡Mi marido!» -exclamó llena de sobresalto doña Macalota. Don Chinguetas tomó su ropa y se dispuso a salir por la ventana. Se detuvo y le dijo: «¡Pero si yo soy tu marido!». Replicó doña Macalota: «¿Y entonces por qué saltaste de la cama?». Muy echao pa lante, como se dice en términos taurinos, se ve Ricardo Anaya. Mientras López Obrador, cada día más tibio, ofrece amnistía a los criminales y perdón amoroso a los miembros de la mafia del poder, Anaya le exige con energía a Peña Nieto que saque las manos del proceso electoral, y declara que no vacilará en llevar a la cárcel al mismísimo Presidente de la República si se comprueba que incurrió en actos de corrupción. Su actitud explica la persecución que el prigobierno ha desatado contra él, acoso que en vez de hacerle daño lo ha favorecido, pues ahora los ciudadanos lo ven como víctima del régimen, y muchos lo consideran el único capaz de castigar los excesos de la administración actual. Malo es que a alguien le salga el tiro por la culata. Peor es que le salga el éste por la tirata. Eso le sucedió al Gobierno y su partido cuando pusieron a la PGR a hostigar a Anaya. Lo hicieron subir en las encuestas, para desconsuelo de Meade y preocupación de AMLO. Lejos está este arroz de haberse ya cocido. Muchas cosas aún pueden pasar. Eso se vio en las dos anteriores elecciones. Lo mismo puede suceder en ésta. A la prima Celia Rima, versificadora de ocasión, se le ocurrió esta pícara cuarteta a propósito del comentario que hizo el actor de cine Warren Beatty, de 80 años, quien declaró hace días: «Ya no soy un playboy». La cuarteta de la prima Celia dice así: «El hombre, querido socio, / sufre muchos desengaños. / Llega el peso de los años / y se le cae el negocio». ¡No te desanimes, Warren! ¡Unas cuantas gotas de las miríficas aguas de Saltillo harán que vuelvas a la circulación!…  Libidiano tenía una amiguita. La invitó a ir con él a un paseo en yate. La chica le dijo que sólo disponía de tres días de vacaciones, así que Libidiano fue a una farmacia y le pidió al encargado tres pastillas para el mareo y tres condones. Luego la muchacha le dijo que había conseguido tres días más, de modo que Libidiano regresó a la farmacia y pidió otras tres pastillas y otros tres preservativos. Al día siguiente la chica le anunció que podía ir con él nueve días. Volvió Libidiano a la farmacia y pidió otras tres pastillas y otros tres condones. El farmacéutico le preguntó. «Perdone, caballero: si follar le provoca esos mareos ¿por qué no lo hace con menor frecuencia?». FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. Llega el viajero a Praga, y en el antiguo puente mira la estatua de san Vicente Ferrer. Gran predicador fue él. Su tema predilecto eran la muerte y el juicio que a las almas seguirá después de la separación del cuerpo. Sus imágenes son acompañadas casi siempre por una admonición: Timete Dominum et date illi honorem, quia venit hora judicii eius. Temed al Señor y dadle honor, pues viene ya la hora del juicio. A veces los pintores e imaginero le ponen alas a San Vicente, pues se le ha llamado «El ángel del Apocalipsis», anunciador del fin del mundo. A sus pies se miran la mitra del obispo y el capelo del cardenal, dignidades a las que renunció por considerar que lo apartaban de su camino hacia la salvación. Mira el viajero la imagen de aquel santo y las sombras que caen sobre las aguas le oscurecen con temor el alma. Arriba, sin embargo, hay una estrella. Y su tenue resplandor lo ilumina con la luz que brota de la esperanza y del amor. ¡Hasta mañana!…

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