De política y cosas peores

Armando Fuentes

26/02/18

Afrodisio Pitongo era proclive a la concupiscencia de la carne. Decía: «Cuando hago el sexo siempre le hablo a mi esposa. Le digo:  Hoy llegaré tarde a la casa». Cuando tenía yo 16 años y era un adolescente flacucho y esmirriado me dijo una muchacha de mi edad: «Tú has de ser metafísico». Sentí halago por ese comentario; pensé que las lecturas me salían a la cara. Le pregunté a la chica: «¿Por qué crees que soy metafísico?». Me respondió: «Porque no tienes nada de físico». En esa traumática experiencia, creo, radica mi temprana aversión al mundo de lo real. Por eso de vez en cuando asciendo al superior estrato de las Matemáticas, gran reino de las exactitudes en donde para cada problema hay una solución. He aquí, por ejemplo este problema. Juan, Pedro y Antonio tienen, respectivamente, 20, 30 y 40 manzanas. Los tres venden sus manzanas al mismo precio, y sin embargo los tres obtienen como producto de la venta la misma cantidad: cien pesos. ¿Cómo pudo ser eso? La solución viene al final. Veamos otro problema: Una muchacha tiene su novio. El padre de la chica, hombre ambicioso, la compromete en matrimonio con un sujeto rico y cruel. Ella le propone a su novio que huyan juntos, pero él, acobardado, se niega a llevarla consigo y al final rompe su compromiso. El matrimonio se consuma. El esposo de la muchacha, cumplido su capricho, la hace objeto de maltratos y abandono. Ella toma un amante al que visita en su casa, al otro lado del río. En el curso de una de las entrevistas cae una lluvia torrencial. Crece el río, y ella debe volver a la ciudad, pues su amante, impaciente, la despide. Pero el agua ya pasa sobre el puente. La muchacha le ruega a un barquero que la lleve al otro lado del río, pero no trae dinero y el barquero la rechaza. Intenta la desdichada pasar por el puente, cae al río y se ahoga. ¿Quién tiene la mayor culpa de su muerte? La respuesta no es tan sencilla como la solución del primer problema. El de las manzanas es un problema de orden matemático, y esos problemas siempre tienen solución. Si no la tuvieran no serían problemas. En cambio el relato que hice nos plantea cuestiones de orden ético que admiten tantas respuestas como opinantes haya. Un grave problema que tenemos ahora los mexicanos es que la ética está ausente de nuestra vida pública. Todo se ha vuelto búsqueda pura del poder, sin que importen los medios para conseguirlo. Olvidados los partidos de su ideología, de sus principios, no ven por el interés común; procuran sólo mantener sus posiciones y abrir más espacios para emplear a sus afiliados e incorporarlos a ese paraíso que en México es el presupuesto público. El más burdo pragmatismo, las consideraciones de coyuntura, se imponen sobre los fines trascendentes, y en esa inmediatez fracasa todo intento por dotar a la función del gobernante, y a la representación popular, de un sentido de bien, de justicia y de verdad. Dicho de otra manera menos trascendente: en lo que atañe a la vida nacional estamos ligeramente jodidísimos… Viene ahora la respuesta al problema de las manzanas, problema muy fácil por ser de Matemáticas. Los tres vendieron sus manzanas a 20 pesos la docena y 10 pesos por manzana suelta. Juan tenía 20 manzanas. Por una docena obtuvo 20 pesos; por 8 manzanas sueltas obtuvo 80 pesos. Total: 100. Pedro tenía 30 manzanas. Por dos docenas obtuvo 40 pesos; por 6 manzanas sueltas obtuvo 60. Total: 100 pesos. Antonio tenía 40 manzanas. Por tres docenas obtuvo 60 pesos; por 4 manzanas sueltas obtuvo 40. Total: 100. Muy sencillo. Para terminar leamos este cuento metafísico. En el restaurante el señor pide al mesero: «Me da un vaso de agua». Pregunta el mesero: «¿Natural?». «Sí, -responde el señor-. La sobrenatural me da miedo»… FIN.Afrodisio Pitongo era proclive a la concupiscencia de la carne. Decía: «Cuando hago el sexo siempre le hablo a mi esposa. Le digo:  Hoy llegaré tarde a la casa». Cuando tenía yo 16 años y era un adolescente flacucho y esmirriado me dijo una muchacha de mi edad: «Tú has de ser metafísico». Sentí halago por ese comentario; pensé que las lecturas me salían a la cara. Le pregunté a la chica: «¿Por qué crees que soy metafísico?». Me respondió: «Porque no tienes nada de físico». En esa traumática experiencia, creo, radica mi temprana aversión al mundo de lo real. Por eso de vez en cuando asciendo al superior estrato de las Matemáticas, gran reino de las exactitudes en donde para cada problema hay una solución. He aquí, por ejemplo este problema. Juan, Pedro y Antonio tienen, respectivamente, 20, 30 y 40 manzanas. Los tres venden sus manzanas al mismo precio, y sin embargo los tres obtienen como producto de la venta la misma cantidad: cien pesos. ¿Cómo pudo ser eso? La solución viene al final. Veamos otro problema: Una muchacha tiene su novio. El padre de la chica, hombre ambicioso, la compromete en matrimonio con un sujeto rico y cruel. Ella le propone a su novio que huyan juntos, pero él, acobardado, se niega a llevarla consigo y al final rompe su compromiso. El matrimonio se consuma. El esposo de la muchacha, cumplido su capricho, la hace objeto de maltratos y abandono. Ella toma un amante al que visita en su casa, al otro lado del río. En el curso de una de las entrevistas cae una lluvia torrencial. Crece el río, y ella debe volver a la ciudad, pues su amante, impaciente, la despide. Pero el agua ya pasa sobre el puente. La muchacha le ruega a un barquero que la lleve al otro lado del río, pero no trae dinero y el barquero la rechaza. Intenta la desdichada pasar por el puente, cae al río y se ahoga. ¿Quién tiene la mayor culpa de su muerte? La respuesta no es tan sencilla como la solución del primer problema. El de las manzanas es un problema de orden matemático, y esos problemas siempre tienen solución. Si no la tuvieran no serían problemas. En cambio el relato que hice nos plantea cuestiones de orden ético que admiten tantas respuestas como opinantes haya. Un grave problema que tenemos ahora los mexicanos es que la ética está ausente de nuestra vida pública. Todo se ha vuelto búsqueda pura del poder, sin que importen los medios para conseguirlo. Olvidados los partidos de su ideología, de sus principios, no ven por el interés común; procuran sólo mantener sus posiciones y abrir más espacios para emplear a sus afiliados e incorporarlos a ese paraíso que en México es el presupuesto público. El más burdo pragmatismo, las consideraciones de coyuntura, se imponen sobre los fines trascendentes, y en esa inmediatez fracasa todo intento por dotar a la función del gobernante, y a la representación popular, de un sentido de bien, de justicia y de verdad. Dicho de otra manera menos trascendente: en lo que atañe a la vida nacional estamos ligeramente jodidísimos… Viene ahora la respuesta al problema de las manzanas, problema muy fácil por ser de Matemáticas. Los tres vendieron sus manzanas a 20 pesos la docena y 10 pesos por manzana suelta. Juan tenía 20 manzanas. Por una docena obtuvo 20 pesos; por 8 manzanas sueltas obtuvo 80 pesos. Total: 100. Pedro tenía 30 manzanas. Por dos docenas obtuvo 40 pesos; por 6 manzanas sueltas obtuvo 60. Total: 100 pesos. Antonio tenía 40 manzanas. Por tres docenas obtuvo 60 pesos; por 4 manzanas sueltas obtuvo 40. Total: 100. Muy sencillo. Para terminar leamos este cuento metafísico. En el restaurante el señor pide al mesero: «Me da un vaso de agua». Pregunta el mesero: «¿Natural?». «Sí, -responde el señor-. La sobrenatural me da miedo»… FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. Una señora reprobó con acritud un cuadro de Toulouse-Lautrec que representaba a una mujer semidesnuda. Dijo al artista: -Es inmoral pintar a una mujer que se está desvistiendo. -No se está desvistiendo, señora -replicó el pintor-. Se está vistiendo.  El problema con los defensores de la moral pública es que siempre acaban metiéndose con la moral privada. Quiero decir que cada quien es libre de vivir su vida según su particular inclinación, siempre que no transgreda la ley ni cause daño a otro. Desde ese punto de vista debe reconocerse el derecho de las personas homosexuales a ejercer su sexualidad sin ser objeto de persecución u hostilidad. Su condición no es un defecto ni una tara, sino una manifestación -que se ha de respetar- de la diversidad humana. El problema con los moralistas de profesión es que piensan que toda la sociedad se está desvistiendo. A lo mejor se está vistiendo.  ¡Hasta mañana!…

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