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De política y cosas peores


Armando Fuentes

12/02/18

Floribel era poncella, o sea que nunca había tenido trato con varón. Afrodisio, galán libidinoso, le hizo una propuesta fornicaria. Opuso ella: «No puedo. Soy virgen». Prometió el salaz sujeto: «Si vas conmigo te prometo un novenario». El marido de la famosa escritora comentó en la fiesta: «Mañana voy a enviarle a mi esposa un gran ramo de flores, y por la noche la voy a llevar a cenar. Después de cinco años acaba de terminar un libro». «¡Caramba! exclamó Babalucas-. ¡Sí que lee despacito la señora!». Un mono de nieve le preguntó a otro: «¿No percibes olor a zanahoria?». En jerga de borrachos la palabra «cuartito» sirve para designar a una pequeña ánfora de cristal que contiene un cuarto de litro de licor, casi siempre tequila, brandy o ron. Pues bien: a aquel sujeto le decían «El albañil veloz». A las 10 de la mañana ya llevaba medio cuartito. El trovador empezó a cantar: «Tengo un pájaro azul». La señorita Himenia le comentó en voz baja a su amiguita Celiberia: «Ha de andar mal de la circulación». Ya conocemos a Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. Le dijo a su suegra: «Voy a dejarme el bigote, suegrita». Preguntó la señora: «¿Por qué?». Respondió el majadero: «Porque quiero parecerme a usted». Letrero en la puerta de un congal, casa de aquéllas, mancebía, manfla, ramería, burdel o lupanar: «Cerrado por remodelación. Sírvase usted mismo». Margarita Zavala es la candidata del resentimiento. Me apena decir eso, pues siento sincera admiración por la señora. Discreta, inteligente, culta, ha sido una de las mejores primeras damas que ha tenido este país. Mujer de indiscutibles méritos, vale por sí misma: el nombre de su marido antes es lastre que le pesa que vela que la impulsa. Por eso me apena decir que su candidatura es fruto del resentimiento. Resentimiento suyo hacia Acción Nacional, su partido de toda la vida, y hacia Ricardo Anaya por haberle quitado lo que creía suyo. Resentimiento de su esposo, el hombre que por su irreflexión nos condenó a vivir en el miedo y que parece ahora renegar del pasado, del presente y del futuro. Con su candidatura Margarita Zavala hace daño a todo aquello en que ha creído siempre, y beneficia al que fue el más grande enemigo de su esposo, ya saben quién. En un acto de generosidad, congruencia y buen sentido político la señora debería renunciar a una aspuración que desde ahora sabe no tiene posibilidad alguna de salir avante, y dar su apoyo a Anaya, a quien, si persiste en su propósito, quitará votos que podrían ayudarle a obtener el triunfo en su lucha contra dos adversarios que Margarita combatió antes con vehemencia y a los que ahora está favoreciendo: el PRI y López Obrador. Su renuncia y apoyo a Anaya, cuya candidatura sí es viable, la engrandecerían, le harían recobrar sus raíces y darían sentido y realidad a su quehacer político. Si soñamos en el bien de México soñemos que eso sucederá. Llegar a viejo no es tarea fácil. Necesitas empezar desde joven. Don Pachichi había llegado a la edad en que te ríes de cosas que antes te hacían llorar y lloras por cosas que antes te hacían reír. Cierto día estaba en un restorán con sus amigos. Sintió la urgencia de tramitar una necesidad menor, para cuyo efecto se dirigió al lugar del trámite. Al regresar a la mesa sus amigos notaron que traía la entrepierna del pantalón toda mojada. Uno quiso saber: «¿Qué te pasó?». Explicó don Pachichi: «El oculista me puso lentes nuevos. Con ellos veo las cosas más grandes lo que en verdad son. Ahorita que saqué lo que debía sacar para hacer lo que debía hacer la vi tan grande que pensé:  No es la mía . Y la volví a guardar. Fue entonces cuando me mojé». FIN.Floribel era poncella, o sea que nunca había tenido trato con varón. Afrodisio, galán libidinoso, le hizo una propuesta fornicaria. Opuso ella: «No puedo. Soy virgen». Prometió el salaz sujeto: «Si vas conmigo te prometo un novenario». El marido de la famosa escritora comentó en la fiesta: «Mañana voy a enviarle a mi esposa un gran ramo de flores, y por la noche la voy a llevar a cenar. Después de cinco años acaba de terminar un libro». «¡Caramba! exclamó Babalucas-. ¡Sí que lee despacito la señora!». Un mono de nieve le preguntó a otro: «¿No percibes olor a zanahoria?». En jerga de borrachos la palabra «cuartito» sirve para designar a una pequeña ánfora de cristal que contiene un cuarto de litro de licor, casi siempre tequila, brandy o ron. Pues bien: a aquel sujeto le decían «El albañil veloz». A las 10 de la mañana ya llevaba medio cuartito. El trovador empezó a cantar: «Tengo un pájaro azul». La señorita Himenia le comentó en voz baja a su amiguita Celiberia: «Ha de andar mal de la circulación». Ya conocemos a Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. Le dijo a su suegra: «Voy a dejarme el bigote, suegrita». Preguntó la señora: «¿Por qué?». Respondió el majadero: «Porque quiero parecerme a usted». Letrero en la puerta de un congal, casa de aquéllas, mancebía, manfla, ramería, burdel o lupanar: «Cerrado por remodelación. Sírvase usted mismo». Margarita Zavala es la candidata del resentimiento. Me apena decir eso, pues siento sincera admiración por la señora. Discreta, inteligente, culta, ha sido una de las mejores primeras damas que ha tenido este país. Mujer de indiscutibles méritos, vale por sí misma: el nombre de su marido antes es lastre que le pesa que vela que la impulsa. Por eso me apena decir que su candidatura es fruto del resentimiento. Resentimiento suyo hacia Acción Nacional, su partido de toda la vida, y hacia Ricardo Anaya por haberle quitado lo que creía suyo. Resentimiento de su esposo, el hombre que por su irreflexión nos condenó a vivir en el miedo y que parece ahora renegar del pasado, del presente y del futuro. Con su candidatura Margarita Zavala hace daño a todo aquello en que ha creído siempre, y beneficia al que fue el más grande enemigo de su esposo, ya saben quién. En un acto de generosidad, congruencia y buen sentido político la señora debería renunciar a una aspuración que desde ahora sabe no tiene posibilidad alguna de salir avante, y dar su apoyo a Anaya, a quien, si persiste en su propósito, quitará votos que podrían ayudarle a obtener el triunfo en su lucha contra dos adversarios que Margarita combatió antes con vehemencia y a los que ahora está favoreciendo: el PRI y López Obrador. Su renuncia y apoyo a Anaya, cuya candidatura sí es viable, la engrandecerían, le harían recobrar sus raíces y darían sentido y realidad a su quehacer político. Si soñamos en el bien de México soñemos que eso sucederá. Llegar a viejo no es tarea fácil. Necesitas empezar desde joven. Don Pachichi había llegado a la edad en que te ríes de cosas que antes te hacían llorar y lloras por cosas que antes te hacían reír. Cierto día estaba en un restorán con sus amigos. Sintió la urgencia de tramitar una necesidad menor, para cuyo efecto se dirigió al lugar del trámite. Al regresar a la mesa sus amigos notaron que traía la entrepierna del pantalón toda mojada. Uno quiso saber: «¿Qué te pasó?». Explicó don Pachichi: «El oculista me puso lentes nuevos. Con ellos veo las cosas más grandes lo que en verdad son. Ahorita que saqué lo que debía sacar para hacer lo que debía hacer la vi tan grande que pensé:  No es la mía . Y la volví a guardar. Fue entonces cuando me mojé». FIN. MIRADOR. Ya casi nos habíamos olvidado de cómo brilla el sol. No recordábamos ya el azul del cielo. Teníamos perdida la memoria de los días cálidos. Ayer después de semanas y semanas de niebla, frío y lluvia, el día amaneció radiante y luminoso. Así debe haber sido el primer día de la creación.  El caserío del Potrero, al que ya le pesaba tanto gris, se pintó color mañana, y ondearon al aire tibio los colores de las ropas tendidas a secar. Dejaron de tiritar los árboles, y otra vez se escuchó el puntual roznido del burro de las 11. Las mujeres sacaron a la luz las macetas de flores, guardadas en la casa para salvarlas de los cuchillos del invierno. Yo sé que este asomo de primavera es engañoso. Los años, sapientes profesores, me han enseñado que tras el monte de Las Ánimas acechan otros vientos y otras brumas, y que el taimado invierno finge haberse ido sólo para volver aún más invierno. Pero hoy no pienso en eso. Salgo al sol; lo abrazo y dejo que me abrace, y le pregunto: «¿Dónde andabas?». ¡Hasta mañana!…

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