Nuestros Columnistas Nacionales
De política y cosas peores
Armando Fuentes
07/02/18
La linda secretaria Rosibel salió de la oficina de don Algón componiéndose el vestívido y arreglándos el peinávido. En eso llegó Folderita, la encargada del archivo, y le pidió que la anunciara con el jefe. «Voy a pedirle un aumento de sueldo» -declaró. «Regresa en unos días-le aconsejó Rosibel-. Acaba de darme un aumento a mí, y tiene completamente agotado el poder de decisión». El campeón de golf del club hizo un largo tiro y la pelota fue a caer en una trampa de arena. Dijo Babalucas: «Excelente tiro». Hizo su segundo tiro el gran golfista y la pelota cayó en el hoyo. Comentó Babalucas: «Ahora sí va a batallar pa sacarla de ahí». Meñico Maldotado tenía casi despoblada la región de la entrepierna. A pesar de su minusvalía casó con Pirulina, muchacha sabidora. La noche de las nupcias el desposado dejó caer con actitud sensual la bata de cretona azul que su mamá le había confeccionado para la ocasión. Lo vio Pirulina al natural y sugirió: «¿Qué te parece si mejor vemos la tele?». Ciertamente el arte -o lo que sea- de la política consiste en buena medida en negociar, en poner en ejercicio lo que los romanos llamaban «do ut des»: te doy para que me des. La conciliación, las mutuas concesiones son base para la solución de los conflictos. No hay peor político que el de todo o nada. Hay en inglés un juego de palabras en el cual los vocablos «verdad» y «ficción» se trasmutan por «tregua» y «fricción»: «In politics truce is better than friction». En política la tregua es mejor que la fricción. Negociar, en efecto, conduce a un arreglo. Y un mal arreglo es siempre mejor que un buen pleito. Lo malo es cuando se usa a una persona como instrumento de negociación, o cuando al negociar se comprometen los principios. Tal parece ser el caso del pacto -¿componenda?- firmado entre el gobernador de Chihuahua y el secretario de Gobernación. Se diría que en ese arreglo Alejandro Gutiérrez sirvió como rehén o moneda de cambio, y que Javier Corral, con tal de obtener lo que exigía -y más-, hizo a un lado sus demandas de transparencia en el uso de los fondos federales, de castigo a la corrupción y de negativa a propiciar la impunidad. Eso pone una serie de interrogaciones en el triunfo obtenido por el gobernador chihuahuense sobre el poder central, y convierte lo que se presentó como victoria cívica en mero arreglo cupular. De nueva cuenta la política prevalece sobre el derecho, y las ideas ceden su sitio a la transa. Y miren mis cuatro lectores lo que es la inflación: en tiempos del obregonismo nadie aguantaba un cañonazo de 50 mil pesos. Ahora los cañonazos son de 900 millones. El doctor Herrioto, médico veterinario, se disponía a inseminar artificialmente a una vaca. La vaquita habría preferido ser inseminada a la antigüita, pero aún así se volvió hacia el doctor, y para su sorpresa le habló así: «¿Qué ni siquiera me vas a dar un besito antes?». (Solía decir la señorita Himenia Camafría, madura señorita soltera: «Yo cuando me muera no quiero que me entierren. Más bien me gustaría que me inseminaran»). El hijo de don Poseidón se iba a casar. Le dijo solemnemente el viejo: «Hijo mío: éste es el día más feliz de tu vida». Aclaró el muchacho: «Mañana es cuando me caso, padre». «Precisamente -confirmó don Poseidón-. Éste es el día más feliz de tu vida». Don Sinople y doña Panoplia, esposos de buena sociedad, iban a comprar una nueva residencia. El agente de bienes raíces les mostró una. Después de recorrerla opuso don Sinople: «La casa no tiene cuarto de juegos. ¿Dónde voy a meter a mis amigos?». Y doña Panoplia objetó: «La recámara no tiene clóset. ¿Dónde voy yo a meter los míos?». FIN.La linda secretaria Rosibel salió de la oficina de don Algón componiéndose el vestívido y arreglándos el peinávido. En eso llegó Folderita, la encargada del archivo, y le pidió que la anunciara con el jefe. «Voy a pedirle un aumento de sueldo» -declaró. «Regresa en unos días-le aconsejó Rosibel-. Acaba de darme un aumento a mí, y tiene completamente agotado el poder de decisión». El campeón de golf del club hizo un largo tiro y la pelota fue a caer en una trampa de arena. Dijo Babalucas: «Excelente tiro». Hizo su segundo tiro el gran golfista y la pelota cayó en el hoyo. Comentó Babalucas: «Ahora sí va a batallar pa sacarla de ahí». Meñico Maldotado tenía casi despoblada la región de la entrepierna. A pesar de su minusvalía casó con Pirulina, muchacha sabidora. La noche de las nupcias el desposado dejó caer con actitud sensual la bata de cretona azul que su mamá le había confeccionado para la ocasión. Lo vio Pirulina al natural y sugirió: «¿Qué te parece si mejor vemos la tele?». Ciertamente el arte -o lo que sea- de la política consiste en buena medida en negociar, en poner en ejercicio lo que los romanos llamaban «do ut des»: te doy para que me des. La conciliación, las mutuas concesiones son base para la solución de los conflictos. No hay peor político que el de todo o nada. Hay en inglés un juego de palabras en el cual los vocablos «verdad» y «ficción» se trasmutan por «tregua» y «fricción»: «In politics truce is better than friction». En política la tregua es mejor que la fricción. Negociar, en efecto, conduce a un arreglo. Y un mal arreglo es siempre mejor que un buen pleito. Lo malo es cuando se usa a una persona como instrumento de negociación, o cuando al negociar se comprometen los principios. Tal parece ser el caso del pacto -¿componenda?- firmado entre el gobernador de Chihuahua y el secretario de Gobernación. Se diría que en ese arreglo Alejandro Gutiérrez sirvió como rehén o moneda de cambio, y que Javier Corral, con tal de obtener lo que exigía -y más-, hizo a un lado sus demandas de transparencia en el uso de los fondos federales, de castigo a la corrupción y de negativa a propiciar la impunidad. Eso pone una serie de interrogaciones en el triunfo obtenido por el gobernador chihuahuense sobre el poder central, y convierte lo que se presentó como victoria cívica en mero arreglo cupular. De nueva cuenta la política prevalece sobre el derecho, y las ideas ceden su sitio a la transa. Y miren mis cuatro lectores lo que es la inflación: en tiempos del obregonismo nadie aguantaba un cañonazo de 50 mil pesos. Ahora los cañonazos son de 900 millones. El doctor Herrioto, médico veterinario, se disponía a inseminar artificialmente a una vaca. La vaquita habría preferido ser inseminada a la antigüita, pero aún así se volvió hacia el doctor, y para su sorpresa le habló así: «¿Qué ni siquiera me vas a dar un besito antes?». (Solía decir la señorita Himenia Camafría, madura señorita soltera: «Yo cuando me muera no quiero que me entierren. Más bien me gustaría que me inseminaran»). El hijo de don Poseidón se iba a casar. Le dijo solemnemente el viejo: «Hijo mío: éste es el día más feliz de tu vida». Aclaró el muchacho: «Mañana es cuando me caso, padre». «Precisamente -confirmó don Poseidón-. Éste es el día más feliz de tu vida». Don Sinople y doña Panoplia, esposos de buena sociedad, iban a comprar una nueva residencia. El agente de bienes raíces les mostró una. Después de recorrerla opuso don Sinople: «La casa no tiene cuarto de juegos. ¿Dónde voy a meter a mis amigos?». Y doña Panoplia objetó: «La recámara no tiene clóset. ¿Dónde voy yo a meter los míos?». FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. Entre dos copas de vino y otras dos mi amigo desahogó su pena: tenía sentimientos encontrados acerca de su padre. Me contó: -Los sábados iba a ver a su hermana, que estaba en un asilo privada de razón. Una vez lo acompañé en el largo viaje en automóvil a la ciudad donde el asilo estaba. Al verlo la mujer esbozó un asomo de sonrisa. A mí me miró fijamente y luego me hizo una leve caricia en la mejilla. Al cabo de unos meses mi padre me dijo con tristeza que su hermana había muerto. Poco tiempo después falleció él. Mi madre se casó con otro hombre, y yo me fui lejos. Pasaron los años. En su lecho de muerte una tía me confió que la supuesta hermana de mi padre era en verdad su esposa, o sea mi madre, y que la que yo creí mi madre era la mujer que llevó a vivir con él cuando mi mamá enfermó. Ahora no sé qué pensar acerca de mi padre. Nunca dejó de ver a mi madre, y eso es bueno; pero nunca me dijo la verdad, y eso es muy malo. Yo le dije a mi amigo que a nuestros padres no los debemos juzgar. Los debemos amar, comprender y recordar. No sé si acerté al decir eso. También lo dije entre dos copas de vino y otras dos. ¡Hasta mañana!…