De política y cosas peores

7/01/2018 – Chiste rojo. Doña Panoplia de Altopedo, dama de sociedad, coleccionaba arte africano. En la sala tenía una figura de hombre que mostraba un marcado priapismo. La nueva criadita de la casa le preguntó (a doña Panoplia, no al hombre que mostraba un marcado priapismo): «¿Qué es eso?». Le informó doña Panoplia: «Es un símbolo fálico». «Perdone la señora -replicó la fámula-, pero a mí me parece otra cosa». Chiste cruel. Avaricio Cenaoscuras es el hombre más cicatero del condado. Un día su esposa le dijo: «¿Por qué no podemos tener un aparato triturador de basura como el que tienen todos los demás?». Contestó el avaro: «Tú cállate y sigue masticando». Chiste absurdo. Babalucas preguntó en el teléfono: «¿A dónde hablo?». Respondió una voz de hombre: «Al uno, uno, uno, uno, uno». Inquirió, cauteloso, el badulaque: «¿Atila?». Chiste feminista. Un hombre caminaba por la playa. Las olas arrojaron a sus pies una lámpara extraña. La recogió el sujeto y la frotó para limpiarla. ¡Broooom! Del interior de la lámpara surgió una nube de humo que se condensó en la forma de un genio de Oriente. «¡Gracias, mi señor! -dijo el gigante empleando una expresión propia de meseros de la Ciudad de México-. ¡Me has liberado de mi prisión eterna! ¡Pídeme tres deseos y te los concederé!». Pidió el tipo: «Quiero ser inmensamente rico». El genio hizo un movimiento con la mano y el sujeto se vio entre enormes montones de monedas de oro y plata, cerros de pacas de dólares y euros y bolsas llenas de pan de pulque de Saltillo. Feliz por su riqueza el individuo expuso su segundo deseo: «Quiero tener muchas mujeres». (¡Menso! Con el oro, la plata, los billetes y el pan de pulque saltillero te habrían sobrado féminas sin necesidad de la intervención del genio. A Hilaire Belloc se debe esta ingeniosa rima que algo tiene de cinismo y mucho de verdad: «I m tired of love. I m still more tired of rhyme. But money gives me pleasure all the time»). Al punto el tipo tuvo ante sí un harén de hermosísimas mujeres: huríes ondulantes, sensuales odaliscas, cariciosas sílfides, voluptuosas náyades, etéreas ninfas y nereidas danzoneras. Pidió el hombre su tercer deseo: «Quiero ser más inteligente que todos los hombres del mundo». Está bien -accedió el genio-. Pero ¿no te importará tener dos o tres días incómodos cada mes?». Chiste de Pepito. El precoz niño cursaba la primaria en un colegio tipo americano donde la A era la más alta calificación y la F la peor. Un día el chiquillo vio la credencial de elector de su mamá y le dijo a la señora: «Ahora entiendo por qué mi papi se va todas las noches al cuarto de la muchacha. En el renglón de sexo tienes F». Empédocles Etílez, ebrio consuetudinario, le preguntó con ansiedad al médico: «¿Está usted seguro, doctor, de que los síntomas que experimento se deben simplemente a que ando crudo? ¡Bendito sea Dios! ¡Yo pensé que tenía tuberculosis, influenza, polio, infarto, dislalia, principios de ceguera y sordera, desprendimiento de vejiga, chikungunya, meningitis cerebroespinal, y que además estaba embarazado!». Chiste anfibológico. Un buzo iba por el fondo del mar cuando vio a un grupo de bellísimas sirenas que danzaban en el interior de una gruta submarina. Describir los encantos de esas míticas criaturas me haría caer en las demasías sicalípticas de Felipe Trigo o El Caballero Audaz. Tendría que repetir aquello de «senos que parecían modelados en un ciborio de vino de Lesbos»; «talle cimbreante de palmera»; «grupa de potra arábiga», etcétera. Le pidió el buzo a la sirena que custodiaba la puerta de la gruta: «¿Puedo pasar?». «Lo siento -respondió ella-. No tenemos entradas». FIN.

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