De política y cosas peores

Armando Fuentes

23/12/17

Libidiano, cachondo galán, le dijo a Flordelisia, ingenua chica: «Dame una prueba de tu amor». Respondió ella: «No». «Anda -repitió él-. Regálame aquellito». Volvió a negar ella: «No y no». «¿Qué te cuesta? -porfió el salaz sujeto-. Entrégate a mí». Replicó Flordelisia: «No, no y no». «Vamos -insistió él-. Ofréndame la gala de tu doncellez». Reiteró ella, firme: «No, no, no, y mil veces no». «Está bien -se resignó el tal Libidiano-. Otro día te volveré a pedir lo mismo. Hoy te veo algo indecisa». Sir Richard Burton estuvo a punto de morir de sed en el desierto por causa de la lentitud de su camello, que se mostraba remiso al caminar. Sólo de milagro consiguió el audaz explorador llegar a un aduar o aldea de beduinos en el cual vio un letrero que decía: «Taller mecánico. Se arreglan camellos». Llevó el suyo y le dijo al encargado que el animal era muy despacioso. «Súbalo a la rampa» -le pidió el beduino. Cuando el tardo animal estuvo en lo alto el mecánico se colocó bajo él y con un mazo de madera le propinó tremendo golpe en los testes, dídimos o compañones. Al sentir aquel fuerte mazazo el camello salió corriendo con tal velocidad que en cosa de segundos se perdió en el horizonte. «Bloody be! -maldijo sir Richard Burton en el más puro estilo de Eton-. ¿Y ahora cómo podré alcanzarlo?». Con laconismo le indicó el beduino: «Suba a la rampa». Se acerca el próximo año, y yo siento el impulso de alejarme de él. Afirma el dicho popular: «Año de nones, año de dones. Año de pares, año de pesares». Pienso que todos los años tienen días de ventura y otros de pesar, pero he aprendido a no desestimar los dichos de nuestros mayores. En el Potrero de Ábrego los nopales dan un año abundancia de tunas, y el siguiente son pródigos en nuevas pencas. Y dice la sabiduría del rancho: «Año de tunas, año de fortunas. Año de nopales, año de males». Todo indica que el 2018 será de los difíciles. A los embates de Trump habremos de añadir los de un año político en el cual la economía se frenará hasta que se conozca el resultado de la elección presidencial. Yo, ingenuo de capirote, me aferro a mi optimismo acostumbrado, y hago mía la virtud teologal de la esperanza. Sortearemos esos escollos, pues otros de más peligro hemos librado, y seguiremos buscando el bien de México, que es el bien de nuestros hijos y de los hijos de ellos. Eso sí: debemos estar conscientes de que viviremos horas difíciles. En cuestiones de economía la austeridad será buena consejera, y en lo que atañe a la política el apego a la ley y los dictados de una auténtica y recta democracia nos ayudarán a no caer en pugnas y conflictos que dañen al país. Por encima de todo debemos poner el interés nacional. Si eso hacemos podremos evitar los riesgos que se avizoran en el año por venir, no importa que sea año de pares y año de nopales. Dos cuentecillos pertenecientes a la Edad de Piedra cierran hoy el telón de esta columneja. Rupestra,  bella  mujer de la época de las cavernas, llegó ante sus amigas luciendo un estupendo abrigo de piel de dinosaurio. Le preguntó una: «Mpff  ggghh?». Eso, en lengua antediluviana, significa: «¿Quén pompó?». Les informó Rupestra con orgullo: «Amigas: ¡anoche inventé la profesión más antigua del mundo!». Troglodito, el equivalente de Pepito en el período jurásico, le mostró a su papá su tabla de calificaciones. La revisó el hombre y dijo luego con disgusto: «Me explico que hayas reprobado Agricultura: todavía no la practicamos. También te admito que hayas salido mal en Decorado de Cavernas: esos adefesios que pintaron en Altamira pronto desaparecerán. Lo que no te perdono es que hayas reprobado Historia. ¡Apenas llevamos media página, cabrón!». FIN.Libidiano, cachondo galán, le dijo a Flordelisia, ingenua chica: «Dame una prueba de tu amor». Respondió ella: «No». «Anda -repitió él-. Regálame aquellito». Volvió a negar ella: «No y no». «¿Qué te cuesta? -porfió el salaz sujeto-. Entrégate a mí». Replicó Flordelisia: «No, no y no». «Vamos -insistió él-. Ofréndame la gala de tu doncellez». Reiteró ella, firme: «No, no, no, y mil veces no». «Está bien -se resignó el tal Libidiano-. Otro día te volveré a pedir lo mismo. Hoy te veo algo indecisa». Sir Richard Burton estuvo a punto de morir de sed en el desierto por causa de la lentitud de su camello, que se mostraba remiso al caminar. Sólo de milagro consiguió el audaz explorador llegar a un aduar o aldea de beduinos en el cual vio un letrero que decía: «Taller mecánico. Se arreglan camellos». Llevó el suyo y le dijo al encargado que el animal era muy despacioso. «Súbalo a la rampa» -le pidió el beduino. Cuando el tardo animal estuvo en lo alto el mecánico se colocó bajo él y con un mazo de madera le propinó tremendo golpe en los testes, dídimos o compañones. Al sentir aquel fuerte mazazo el camello salió corriendo con tal velocidad que en cosa de segundos se perdió en el horizonte. «Bloody be! -maldijo sir Richard Burton en el más puro estilo de Eton-. ¿Y ahora cómo podré alcanzarlo?». Con laconismo le indicó el beduino: «Suba a la rampa». Se acerca el próximo año, y yo siento el impulso de alejarme de él. Afirma el dicho popular: «Año de nones, año de dones. Año de pares, año de pesares». Pienso que todos los años tienen días de ventura y otros de pesar, pero he aprendido a no desestimar los dichos de nuestros mayores. En el Potrero de Ábrego los nopales dan un año abundancia de tunas, y el siguiente son pródigos en nuevas pencas. Y dice la sabiduría del rancho: «Año de tunas, año de fortunas. Año de nopales, año de males». Todo indica que el 2018 será de los difíciles. A los embates de Trump habremos de añadir los de un año político en el cual la economía se frenará hasta que se conozca el resultado de la elección presidencial. Yo, ingenuo de capirote, me aferro a mi optimismo acostumbrado, y hago mía la virtud teologal de la esperanza. Sortearemos esos escollos, pues otros de más peligro hemos librado, y seguiremos buscando el bien de México, que es el bien de nuestros hijos y de los hijos de ellos. Eso sí: debemos estar conscientes de que viviremos horas difíciles. En cuestiones de economía la austeridad será buena consejera, y en lo que atañe a la política el apego a la ley y los dictados de una auténtica y recta democracia nos ayudarán a no caer en pugnas y conflictos que dañen al país. Por encima de todo debemos poner el interés nacional. Si eso hacemos podremos evitar los riesgos que se avizoran en el año por venir, no importa que sea año de pares y año de nopales. Dos cuentecillos pertenecientes a la Edad de Piedra cierran hoy el telón de esta columneja. Rupestra,  bella  mujer de la época de las cavernas, llegó ante sus amigas luciendo un estupendo abrigo de piel de dinosaurio. Le preguntó una: «Mpff  ggghh?». Eso, en lengua antediluviana, significa: «¿Quén pompó?». Les informó Rupestra con orgullo: «Amigas: ¡anoche inventé la profesión más antigua del mundo!». Troglodito, el equivalente de Pepito en el período jurásico, le mostró a su papá su tabla de calificaciones. La revisó el hombre y dijo luego con disgusto: «Me explico que hayas reprobado Agricultura: todavía no la practicamos. También te admito que hayas salido mal en Decorado de Cavernas: esos adefesios que pintaron en Altamira pronto desaparecerán. Lo que no te perdono es que hayas reprobado Historia. ¡Apenas llevamos media página, cabrón!». FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. Esta gata es sinuosa. Su andar tiene ritmo de pantera y ondulaciones de serpiente. La miro y hago de cuenta que estoy viendo a Cleopatra, a Mata Hari, a Thais. Va por lo alto del muro, reina o diosa, y pone en el cielo y en la tierra la amenaza de sus ojos amarillos. Si los clavara en mí me paralizaría, como hace con los pájaros que hipnotiza para devorarlos. Ahora veo a la tigresa -iba a decir «veo a la mujer»- entrar a la bodega. Escucho en un rincón los tenues mayidos de una camada de gatitos, y miro a la madre tenderse para que coman de ella. Luego los acaricia con su lengua, y los acerca a su calor a fin de que no tengan frío. La ferocidad de la gata se ha convertido en suavidades y ternuras.  Yo, inepto varón, no comprendo cómo esa fiera fiera se vuelve toda amor y toda dulcedumbre. Antes entenderé los misterios de la religión que el de la maternidad.  Me alejo, reverente. El hombre debe mostrarse reverente ante un misterio que nunca entenderá. ¡Hasta mañana!…OJO: dice «fiera fiera».

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