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De política y cosas peores
10/12/2017 – «Este pueblo ha llegado a extremos de lujuria jamás vistos», denunció el buen padre Arsilio en su sermón de la misa del domingo. Y añadió, severo: «Antes oía yo en el confesonario únicamente pecados de hombre con mujer. Ahora escucho también pecados de hombre con hombre y de mujer con mujer». Pepito le dijo en voz baja a su amigo Juanilito: «Y se le está pasando el pecado de yo con yo». Capronio es un sujeto ruin y desconsiderado cuyas majaderías no conocen límite. Cierto día su señora suegra comentó: «Dejé ayer la escoba en el jardín, y alguien se la llevó». «¡Qué barbaridad, suegrita! -exclamó el majadero con fingida consternación-. ¿Y ahora cómo le va a hacer para viajar?». El hombre adulto tiene 32 dientes, 16 en cada maxilar. Se dividen en incisivos, caninos, premolares o bicúspides y molares, entre ellos el dens sapientiae o muela del juicio. De todas esas piezas dentales don Chiflis conservaba solamente dos: un incisivo y un molar. Alguien le aconsejó: «¿Por qué no vas con un odontólogo a que te ponga una dentadura postiza?». Replicó con desdén el desdentado: «No me hace flauta». Don Cornulio y su mujer vivían en un décimo piso. Una tarde el señor llegó antes de lo esperado y se extrañó al ver abierta la ventana de la alcoba. Se asomó, y vio a un tipo colgando de ahí. Le preguntó a su esposa: «¿Quién es ese individuo?». Con toda calma respondió ella: «Ha de ser el agente de seguros. ¡Qué hombre tan terco! Como ya no le abro la puerta no halla por dónde colarse para venderme uno». Acnecio, muchachillo adolescente, fue al cine con Ninfulita, chiquilla de su misma edad. Cada uno pagó su boleto, pero al entrar él le compró a ella unas palomitas. Se apagaron las luces de la sala, y de inmediato el nervioso galán pasó su brazo sobre el hombro de Tirilita y le pidió con ansia incontenida: «¿Puedo darte un beso?». Respondió ella, terminante: «No». Le dijo Acnecio con enojo: «Entonces devuélveme mis palomitas». Don Algón, el jefe de la oficina, oyó ruidos extraños en el cuarto del archivo. Entró y vio a la linda secretaria Rosibel y al empleado Libidiano en ajustado trance de erotismo. «¿Qué es esto?» -inquirió airado. Cualquiera podía ver qué era eso, pero aun así respondió el tal Libidiano: «Perdone, jefe. Es que se fue la señal del internet, y no hallábamos en qué entretenernos». Don Chinguetas puso en la sala de su casa un enorme cuadro al óleo con un desnudo de mujer. «¡Santo Cielo! -se escandalizó su esposa, doña Macalota-. ¿Por qué compraste esa pintura?». Explicó él: «Es que la pared se veía muy desnuda». Florimelia dio a luz una hermosa bebita. Sus amigas se sorprendieron: «Nos dijiste que estabas esperando un varón». «Y era verdad -replicó ella, mohína-. Sigo esperando al papá de la criatura». Don Acisclo iba una noche por la calle cuando le salió al paso una mujer de las de trato público. La dicha dama, he de decirlo, era opulenta en carnes, por no decir que gorda. Debe haber pesado sus buenas diez arrobas. (Cada arroba equivale a 11 kilos y medio). En cuestión de féminas, sin embargo, don Acisclo gustaba de las del tipo Rubens, de modo que le preguntó: «¿Cuánto cobras?». Respondió ella: «Dos mil pesos». «Es mucho» -opuso el rijoso señor. «Haga cuentas el caballero -sugirió la mujer-, y verá que kilo por kilo le salgo más barata que una hamburguesa». Lord Highrump se divorció de su esposa. El juez de lo familiar le indicó: «Sólo podrá usted visitar a sus hijos un día cada mes». «Me parece muy bien, su señoría -aceptó el lord-. Pero lo que me gustaría saber es cuántas veces al mes podré visitar a la mucama». FIN.