Armando Fuentes
08/11/17
«Perdí mi inocencia tras los arbustos de un parque» -relató evocadoramente Babalucas-. Y la ocasión habría sido más memorable aún si no hubiera estado ahí yo solo». Doña Macalota se molestó bastante al ver que don Chinguetas, su casquivano esposo, veía con atención reconcentrada a una chica de esculturales formas que paseaba su belleza por la playa. Le preguntó, irritada: «¿Qué tiene ella que no tenga yo?». Le contestó don Chinguetas: «Tiene lo mismo que tú. Sólo que ella lo ha tenido 30 años menos». Don Languidio, señor de edad madura, le pidió a su médico de cabecera algún potenciador sexual -así dijo él: «potenciador sexual»- que lo ayudara a cumplir sus deberes maritales. El facultativo le entregó una pastillita azul y le recomendó: «Pruebe sus efectos con alguna linda chica». Replicó don Languidio: «Con las lindas chicas no necesito ningún potenciador sexual». Lord Highrump narró en el club sus experiencias personales: «Compré un jet. A los pocos meses el piloto hizo un mal aterrizaje. Por fortuna no hubo desgracias personales, pero como el piloto iba borracho la compañía aseguradora no cubrió los daños. Perdí ahí 5 millones de dólares. Compré luego un yate. El capitán lo estrelló contra un arrecife, y el yate se hundió en minutos. Afortunadamente nos salvamos, pero como el accidente fue por negligencia no pude cobrar el seguro. Perdí otros 5 millones de dólares. Luego conocí a una hermosa chica. Me casé con ella. Al año se divorció de mí y tuve que darle 5 millones de dólares. Permítanme, amigos míos, que les dé un consejo. Si vuela, flota o folla, mejor renten». La investigación realizada por la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas, con datos que llevan a concluir que hubo colusión de autoridades coahuilenses con organizaciones criminales, constituye un duro golpe al moreirato, y arroja nuevas sombras sobre el gobierno de Rubén Moreira a unos cuantos días de que acabe su sexenio. Tales revelaciones pueden influir en la situación política que Coahuila guarda en vísperas de que el TRIFE rinda su decisión final sobre la elección de Gobernador, tan impugnada por la Oposición y cuya confirmación o anulación están todavía en el aire. Sea lo que fuere lo cierto es que ese régimen, el que los coahuilenses llaman «moreirato», ha llegado a su fin. Con él termina una época que la ciudadanía en general quiere ya dejar en el pasado. Coahuila entrará ahora en un tiempo de cambio. Lo necesita y lo merece. Don Algón dormía profundamente en horas de la madrugada cuando sonó de pronto el timbre de la puerta. Alarmado se puso una bata y acudió a abrir. Quien llamaba era un astroso pedigüeño. Le pidió al ejecutivo: «¿Puede darme 20 pesos para una taza de café?». Don Algón se enfureció: «¿Para pedirme 20 pesos me despiertas a las 3 de la mañana?». Respondió el pordiosero: «Yo no le digo a usted a qué horas haga su trabajo. No me diga a mí a qué horas debo hacer el mío». Sigue ahora un cuentecillo que doña Tebaida Tridua, censora de la pública moral, reprobó con acritud. Las personas de moral estricta deben abstenerse de leerlo. El papá de Pepito le dio una lección sobre la manera de hacer pipí: «Número uno: ábrete la braguetita. Número dos: saca tu cosita. Número tres: haz el pellejito hacia atrás. Número cuatro: haz pipí. Número cinco: sacude tu cosita. Número seis: haz el pellejito hacia adelante. Número siete: guarda tu cosita. Número ocho: cierra la braguetita. Número nueve: lávate las manitas». Poco después la mamá de Pepito le informó a su marido: «El niño no quiere salir del baño». «¿Por qué?» -se extrañó el padre. «No sé -repuso la señora-. Está repitiendo una y otra vez: Tres-seis; tres-seis; tres-seis «. FIN. «Perdí mi inocencia tras los arbustos de un parque» -relató evocadoramente Babalucas-. Y la ocasión habría sido más memorable aún si no hubiera estado ahí yo solo». Doña Macalota se molestó bastante al ver que don Chinguetas, su casquivano esposo, veía con atención reconcentrada a una chica de esculturales formas que paseaba su belleza por la playa. Le preguntó, irritada: «¿Qué tiene ella que no tenga yo?». Le contestó don Chinguetas: «Tiene lo mismo que tú. Sólo que ella lo ha tenido 30 años menos». Don Languidio, señor de edad madura, le pidió a su médico de cabecera algún potenciador sexual -así dijo él: «potenciador sexual»- que lo ayudara a cumplir sus deberes maritales. El facultativo le entregó una pastillita azul y le recomendó: «Pruebe sus efectos con alguna linda chica». Replicó don Languidio: «Con las lindas chicas no necesito ningún potenciador sexual». Lord Highrump narró en el club sus experiencias personales: «Compré un jet. A los pocos meses el piloto hizo un mal aterrizaje. Por fortuna no hubo desgracias personales, pero como el piloto iba borracho la compañía aseguradora no cubrió los daños. Perdí ahí 5 millones de dólares. Compré luego un yate. El capitán lo estrelló contra un arrecife, y el yate se hundió en minutos. Afortunadamente nos salvamos, pero como el accidente fue por negligencia no pude cobrar el seguro. Perdí otros 5 millones de dólares. Luego conocí a una hermosa chica. Me casé con ella. Al año se divorció de mí y tuve que darle 5 millones de dólares. Permítanme, amigos míos, que les dé un consejo. Si vuela, flota o folla, mejor renten». La investigación realizada por la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas, con datos que llevan a concluir que hubo colusión de autoridades coahuilenses con organizaciones criminales, constituye un duro golpe al moreirato, y arroja nuevas sombras sobre el gobierno de Rubén Moreira a unos cuantos días de que acabe su sexenio. Tales revelaciones pueden influir en la situación política que Coahuila guarda en vísperas de que el TRIFE rinda su decisión final sobre la elección de Gobernador, tan impugnada por la Oposición y cuya confirmación o anulación están todavía en el aire. Sea lo que fuere lo cierto es que ese régimen, el que los coahuilenses llaman «moreirato», ha llegado a su fin. Con él termina una época que la ciudadanía en general quiere ya dejar en el pasado. Coahuila entrará ahora en un tiempo de cambio. Lo necesita y lo merece. Don Algón dormía profundamente en horas de la madrugada cuando sonó de pronto el timbre de la puerta. Alarmado se puso una bata y acudió a abrir. Quien llamaba era un astroso pedigüeño. Le pidió al ejecutivo: «¿Puede darme 20 pesos para una taza de café?». Don Algón se enfureció: «¿Para pedirme 20 pesos me despiertas a las 3 de la mañana?». Respondió el pordiosero: «Yo no le digo a usted a qué horas haga su trabajo. No me diga a mí a qué horas debo hacer el mío». Sigue ahora un cuentecillo que doña Tebaida Tridua, censora de la pública moral, reprobó con acritud. Las personas de moral estricta deben abstenerse de leerlo. El papá de Pepito le dio una lección sobre la manera de hacer pipí: «Número uno: ábrete la braguetita. Número dos: saca tu cosita. Número tres: haz el pellejito hacia atrás. Número cuatro: haz pipí. Número cinco: sacude tu cosita. Número seis: haz el pellejito hacia adelante. Número siete: guarda tu cosita. Número ocho: cierra la braguetita. Número nueve: lávate las manitas». Poco después la mamá de Pepito le informó a su marido: «El niño no quiere salir del baño». «¿Por qué?» -se extrañó el padre. «No sé -repuso la señora-. Está repitiendo una y otra vez: Tres-seis; tres-seis; tres-seis «. FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. Llegó a mi oficina el color rojo y declaró sin más: -Soy el mejor de todos los colores. Quise saber: -¿Por qué lo dice? Respondió: -Si usted les pregunta a diez personas cuál es su color favorito por lo menos ocho responderán: «El rojo». Me atreví a decirle: -Eso no significa que sea usted el mejor color. Se puso colorado por el enojo, y preguntó a su vez: -¿Por qué lo dice? -Porque ningún color es mejor que otro. Todos son diferentes, y todos son necesarios. Eso hace que todos sean iguales. El rojo enrojeció y se fue mascullando no sé qué. Pienso que hice bien al decirle lo que le dije: más vale una colorada y no cien descoloridas. ¡Hasta mañana!…