De política y cosas peores

5/11/2017 -El marido tenía una pistola. Así, cuando encontró a su esposa en el lecho conyugal con otro hombre, le disparó al amante toda la carga del revólver. Suspiró la señora: «Cero y van cuatro. Ay, Hildegardo: con ese modo tan radical que tienes de reaccionar vas a acabar quedándote sin amigos». Dos padres de familia hablaban de los peligros que corrían sus hijos varones en edad de merecer. «Salen con una muchacha -comentó uno de ellos-, y la chica puede tener herpes o sida. ¡Cómo me gustaría que mi hijo conociera alguna muchacha a la antigüita, que simplemente tuviera gonorrea!». Don Valetu di Nario, señor de edad madura, acudió a la consulta del doctor Ken Hosanna y le manifestó: «Doctor: tengo problemas para izar la vela de la barca en que antes navegaba sin problemas por el mar deleitoso del amor». El facultativo no entendió la barroca expresión que usó el señor Di Nario para decir que sufría de disfunción eréctil. Cuando éste le explicó en términos llanos lo que le pasaba le indicó: «Antes del acto del amor coma usted mucho y beba más. Recuerde la máxima latina: Sine Cerere et Libero friget Venus . Sin Ceres y Baco -es decir sin comer y beber- Venus se enfría». Pasaron unos meses, y el provecto señor regresó con el sapiente médico. Su problema de ineptitud fálica, le dijo, persistía. Recomendó el galeno: «Antes del acto del amor no coma ni beba nada». «Pero, doctor -se desconcertó don Valetu-. La última vez que lo consulté usted me sugirió que antes de ir a la cama fuera a la mesa y comiera y bebiera en abundancia. Ahora me dice que no coma ni beba nada». «Señor mío -replicó, solemne, el doctor Hosanna-. La ciencia médica evoluciona cada día». Bucolito, el hijo mayor de don Poseidón, granjero acomodado, tuvo dimes y diretes con Ligeria, una chica que tenía fama de ser de envases de muy poco peso, por no decir que era de cascos ligeros. Semanas después la muchacha salió embarazada. «¡Caramba! -se preocupó Bucolito-. ¡Espero que la criatura no sea mía!». Al poco tiempo la hija de don Poseidón, Eglogia, tuvo conversación carnal con un agente viajero de la Compañía Jabonera «La Espumosa», S. A. de C. V., y a resultas de esos diretes y esos dimes quedó ligeramente embarazada. «¡Caramba! -exclamó Eglogia preocupada-. ¡Espero que la criatura no sea mía!». El hijo de Usurino Matatías, el avaro mayor de la comarca, le pidió a su padre algo de dinero. Quería invitar a cenar a una linda chica a la que cortejaba. De mala gana el ruin señor le dio al muchacho una menguada cantidad. Ya en el restorán la chica vio la carta y dijo: «Supongo que pediré la langosta». Le sugirió el galán: «¿Por qué no supones otra vez?». Doña Jodoncia, la tremenda esposa de don Martiriano, le contó a su vecina: «Hoy le di 100 pesos a un pedigüeño». «¡Cien pesos! -se asombró la vecina-. Y ¿qué dijo tu marido?». Contestó doña Jodoncia: «Me dijo: Gracias «. El rabino Lamden y el padre Estolio conversaban una tarde. El sacerdote le preguntó al rabino: «Tengo curiosidad por saber si alguna vez ha comido usted carne de puerco». «Lamento decir que sí -se apenó el rabino-. En cierta ocasión me comí un sándwich de jamón, y debo confesar que me gustó bastante». Tras unos instantes de silencio le dijo el rabino al sacerdote: «Ahora es mi turno de preguntar. Dígame, amigo mío: ¿alguna vez ha estado usted con una mujer?». «Me avergüenza decir que sí -respondió el cura-. En cierta ocasión me acometió el deseo de la carne, e incurrí en pecado de fornicio con una joven y bella feligresa de mi parroquia». Tras otro instante de silencio habló el Rabino Lamden: «Mucho mejor que un sándwich de jamón ¿verdad?».FIN.

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