Armando Fuentes
02/11/17
Pompilina, muchacha en flor de edad, contrajo matrimonio con el señor Vetulio, caballero de muchos almanaques. Al año de casada fue a la consulta del doctor Wetnose, reputado ginecólogo, y le manifestó su inquietud por no haber encargado aún familia. La interrogó el facultativo, y se enteró de que el esposo de la joven mujer rondaba los 80. Le sugirió, insinuante: «Si quiere usted quedar embarazada deberá buscar alguna ayuda. ¿Me entiende?». «Sí, doctor» -replicó Pompilina. Y le aseguró que de inmediato la buscaría. Meses después regresó con el médico. A más de una amplia sonrisa de felicidad lucía las evidentes señas de un próspero embarazo. Le dijo el doctor Wetnose, sonriendo también: «Veo que buscó usted ayuda». «Sí, doctor -respondió ella-. Lo único malo es que mi marido también embarazó a la ayuda». Simplicio se hizo novio de Ugolina. La pobre chica era feíta, por decir lo menos. A la madre del mancebo no le gustó nada su futura nuera, y así se lo manifestó a su hijo. Él se atribuló. «¿Por qué no te gusta mi novia, mamá?». «Es muy fea» -respondió, claridosa, la señora. «Madre -opuso Simplicio con solemnidad-: la belleza de Ugolina está en su interior». Sugirió la madre: «Pues pélala, hijo». El Creador hizo los cielos, la tierra y los océanos, y dio vida también a las criaturas que los pueblan. Se dispuso a descansar, pero en eso la gallina le pidió audiencia. «¿Qué quieres?» -preguntó el Padre. «Señor -replicó la gallinita-. O haces más chico el huevo o haces más grande el hoyo». Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, visitó un casa de asignación, mancebía, ramería, manfla o lupanar, y contrató los servicios de una de las señoras que ahí laboraban. Al empezar la acción el cliente vio en el cuerpo de la mujer un sospechoso insecto. «¿Qué es eso?» -preguntó escamado. «No lo sé -replicó ella-. Soy prostituta, no entomóloga». Muchos mexicanos piensan que López Obrador es un peligro para México. Yo creo que más bien es un peligro para sí mismo. Algunas acciones suyas hacen dudar de su decantada «honestidad valiente» y lo ponen en entredicho ante la ciudadanía. Causó extrañeza su alianza con el PT, partido que según la fama pública es el más corrupto entre los muchos que hay. Crece el asombro si se considera que AMLO ha dicho siempre que Carlos Salinas de Gortari, a quien llama «el innombrable», es la cabeza de la mafia del poder. Y sucede que el PT es un engendro del salinato. Su fundador y sempiterno líder, Alberto Anaya, recibió apoyo y protección del entonces Presidente, y por virtud de la viciada y viciosa partidocracia bajo la cual vivimos ahora los mexicanos ha obtenido de los sucesivos gobiernos ayudas millonarias que dan lugar ahora a una investigación por presuntos desvíos de esos fondos. Y sin embargo López Obrador desdeñó al PRD, el partido que lo llevó a ser Jefe de Gobierno del Distrito Federal, y acogió en su seno al risiblemente llamado Partido del Trabajo. Habrá que imaginar la clase de personas que estarían cerca de AMLO si llegara a la Presidencia. Esta última frase provocome un repeluzno que me bajó por la espina vertebral desde la nuca hasta no quiero decir dónde. Lo aliviaré con un pícaro cuentecillo final. La maestra de Pepito les mostró a los niños un cartel en cual aparecían los enanitos de Blanca Nieves en el momento de ir a sus labores en la mina. Caminaban uno tras otro con expresión feliz. Quería la profesora que sus pequeños alumnos aprendieran que el trabajo produce satisfacción y gozo a quien lo cumple. Les preguntó: «¿Por qué los enanitos se van riendo?». Al punto respondió Pepito: «Seguramente porque la hierbita les hace cosquillitas en los güevitos». FIN.Pompilina, muchacha en flor de edad, contrajo matrimonio con el señor Vetulio, caballero de muchos almanaques. Al año de casada fue a la consulta del doctor Wetnose, reputado ginecólogo, y le manifestó su inquietud por no haber encargado aún familia. La interrogó el facultativo, y se enteró de que el esposo de la joven mujer rondaba los 80. Le sugirió, insinuante: «Si quiere usted quedar embarazada deberá buscar alguna ayuda. ¿Me entiende?». «Sí, doctor» -replicó Pompilina. Y le aseguró que de inmediato la buscaría. Meses después regresó con el médico. A más de una amplia sonrisa de felicidad lucía las evidentes señas de un próspero embarazo. Le dijo el doctor Wetnose, sonriendo también: «Veo que buscó usted ayuda». «Sí, doctor -respondió ella-. Lo único malo es que mi marido también embarazó a la ayuda». Simplicio se hizo novio de Ugolina. La pobre chica era feíta, por decir lo menos. A la madre del mancebo no le gustó nada su futura nuera, y así se lo manifestó a su hijo. Él se atribuló. «¿Por qué no te gusta mi novia, mamá?». «Es muy fea» -respondió, claridosa, la señora. «Madre -opuso Simplicio con solemnidad-: la belleza de Ugolina está en su interior». Sugirió la madre: «Pues pélala, hijo». El Creador hizo los cielos, la tierra y los océanos, y dio vida también a las criaturas que los pueblan. Se dispuso a descansar, pero en eso la gallina le pidió audiencia. «¿Qué quieres?» -preguntó el Padre. «Señor -replicó la gallinita-. O haces más chico el huevo o haces más grande el hoyo». Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, visitó un casa de asignación, mancebía, ramería, manfla o lupanar, y contrató los servicios de una de las señoras que ahí laboraban. Al empezar la acción el cliente vio en el cuerpo de la mujer un sospechoso insecto. «¿Qué es eso?» -preguntó escamado. «No lo sé -replicó ella-. Soy prostituta, no entomóloga». Muchos mexicanos piensan que López Obrador es un peligro para México. Yo creo que más bien es un peligro para sí mismo. Algunas acciones suyas hacen dudar de su decantada «honestidad valiente» y lo ponen en entredicho ante la ciudadanía. Causó extrañeza su alianza con el PT, partido que según la fama pública es el más corrupto entre los muchos que hay. Crece el asombro si se considera que AMLO ha dicho siempre que Carlos Salinas de Gortari, a quien llama «el innombrable», es la cabeza de la mafia del poder. Y sucede que el PT es un engendro del salinato. Su fundador y sempiterno líder, Alberto Anaya, recibió apoyo y protección del entonces Presidente, y por virtud de la viciada y viciosa partidocracia bajo la cual vivimos ahora los mexicanos ha obtenido de los sucesivos gobiernos ayudas millonarias que dan lugar ahora a una investigación por presuntos desvíos de esos fondos. Y sin embargo López Obrador desdeñó al PRD, el partido que lo llevó a ser Jefe de Gobierno del Distrito Federal, y acogió en su seno al risiblemente llamado Partido del Trabajo. Habrá que imaginar la clase de personas que estarían cerca de AMLO si llegara a la Presidencia. Esta última frase provocome un repeluzno que me bajó por la espina vertebral desde la nuca hasta no quiero decir dónde. Lo aliviaré con un pícaro cuentecillo final. La maestra de Pepito les mostró a los niños un cartel en cual aparecían los enanitos de Blanca Nieves en el momento de ir a sus labores en la mina. Caminaban uno tras otro con expresión feliz. Quería la profesora que sus pequeños alumnos aprendieran que el trabajo produce satisfacción y gozo a quien lo cumple. Les preguntó: «¿Por qué los enanitos se van riendo?». Al punto respondió Pepito: «Seguramente porque la hierbita les hace cosquillitas en los güevitos». FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. En su sabiduría de siglos el pueblo mexicano ha hecho de la muerte una celebración de vida. Para quienes conservan su raíz los muertos no están muertos. Viven en otro mundo, y regresan a éste un día al año -o una noche- a comer y beber las viandas y licores que en vida disfrutaron. Hombres perversos han puesto en su prójimo el temor a la muerte. Sólo debe tener miedo de morir quien ha tenido miedo de vivir. Nadie sabe si después de la muerte se nace otra vez, o si la muerte es un sueño final en el que no se sueña. Sea nuevo nacimiento o reposo eterno, sea cuna o sea lecho, la muerte no es temible. Por eso nuestro pueblo ve en la muerte a un miembro más de la familia, y la pone en figura de risueña calavera hecha de azúcar, con el nombre de cada quien escrito en letras de colores. Dijo un sabio: «No temo a la muerte. Ahora que yo estoy ella no está. Y cuando ella esté yo ya no estaré». Muramos, pues, en paz cuando nos llegue el paso de morir. ¡Hasta mañana!…