De política y cosas peores

Armando Fuentes Aguirre

01/11/17

Ningún poema inmortal ha sido escrito por un bebedor de agua. La frase pertenece a Horacio, de quien se dice que era famoso catador de vinos. Don Cucoldo y su compadre Pitorraudo estaban tomando en la cantina «La hermana de lord Byron». Cucoldo se preocupó al ver a su compadre cariacontecido, morriñoso y apesadumbrado. Le preguntó: «¿Qué le pasa, compadre? ¿Sigue teniendo problemas con su esposa?». «No -contestó Pitorraudo-. Ahora el problema es con la suya». «¿Con la mía? -se sobresaltó don Cucoldo-. ¿Qué problema tiene usted con mi esposa?». El tal Pitorraudo dio un largo trago a su bebida y respondió sombrío: «Creo que nos está engañando». Un señor vio un sitio de estacionamiento frente al banco. Le preguntó al policía de la puerta: «¿Puedo estacionarme aquí?». Con laconismo respondió el jenízaro: «No». El otro inquirió atufado: «¿Y luego todos los que se estacionaron aquí mismo?». Replicó el policía: «Ellos no preguntaron». Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue de vacaciones con su joven y guapa prima Gerinelda. Al llegar al hotel pidieron habitaciones vecinas. En el desayuno Gerinelda le contó a la señorita Himenia: «Anoche entró en mi cuarto el gerente del hotel. Me dijo que al verme se había enamorado de mí perdidamente, y que si no me le entregaba ahí mismo se pegaría un balazo en la cabeza». «¡Mano Poderosa! -se espantó la señorita Himenia-. Y tú ¿qué hiciste?». Replicó Gerinelda: «¿Oíste algún disparo?». Extraño pueblo es el norteamericano. (Extraños pueblos son también el mexicano, el ruso, el japonés, el afgano, el chino y el finés. Todos los pueblos son extraños, pues los forman hombres, y el hombre es una extraña criatura. Pero voy a lo que iba). Nuestros vecinos del norte todo lo perdonan menos la mentira. «Are ya callin  me a liar?». En las películas del Oeste esas ominosas palabras eran el preludio de un mortal duelo a balazos. La confesión de haber mentido al FBI hecha por un cercano colaborador de Trump es la primera llamada que puede conducir a un desastre político para el estólido presidente yanqui. No hay mayor necedad que la soberbia, y en su arrogancia Trump parece sentirse por encima de los demás, y miente, miente, miente Mal destino lo aguarda si la justicia de su país lo sorprende en mentira sobre la presunta injerencia en su campaña de agentes rusos. Recordemos: las acciones que al final obligaron a Nixon a dejar su cargo empezaron con investigaciones a funcionarios menores de su administración. Desde luego a Trump no se le puede cantar todavía la canción que dice «El final se acerca ya.», pero todo indica que alguien está buscando ya la partitura. El reportero de espectáculos le preguntó al galán cinematográfico: «¿Cuántas esposas ha tenido?». Preguntó a su vez el artista: «¿Mías?». Babalucas fue a confesarse con el padre Arsilio. Le dijo que con frecuencia lo asaltaban las tentaciones de la carne, peligro que se hacía mayor porque él se dejaba asaltar. «¿Qué hago, señor cura?» -le preguntó afligido. Respondió el amable sacerdote: «Ora, hijo». Contestó el badulaque: «Las 6 y cuarto». Una paciente del doctor Wetnose, reputado ginecólogo, se veía extenuada, exánime, agotada. Le dijo al médico: «Así me tiene la encendida libídine de mi marido. Cada noche me requiere para sedar sus rijos, y no hallo cómo sofrenar sus eróticos impulsos. Si me acuesto bocarriba se me sube. Si me acuesto sobre el costado izquierdo, por ahí me llega. Si me acuesto sobre el costado derecho, me llega por ahí». Le sugirió el sabio facultativo: «Acuéstese en decúbito prono, o sea boca abajo». «¡Uh, doctor! -exclamó la señora-. ¡Cómo se ve que no conoce usted a mi marido!». FIN.Ningún poema inmortal ha sido escrito por un bebedor de agua. La frase pertenece a Horacio, de quien se dice que era famoso catador de vinos. Don Cucoldo y su compadre Pitorraudo estaban tomando en la cantina «La hermana de lord Byron». Cucoldo se preocupó al ver a su compadre cariacontecido, morriñoso y apesadumbrado. Le preguntó: «¿Qué le pasa, compadre? ¿Sigue teniendo problemas con su esposa?». «No -contestó Pitorraudo-. Ahora el problema es con la suya». «¿Con la mía? -se sobresaltó don Cucoldo-. ¿Qué problema tiene usted con mi esposa?». El tal Pitorraudo dio un largo trago a su bebida y respondió sombrío: «Creo que nos está engañando». Un señor vio un sitio de estacionamiento frente al banco. Le preguntó al policía de la puerta: «¿Puedo estacionarme aquí?». Con laconismo respondió el jenízaro: «No». El otro inquirió atufado: «¿Y luego todos los que se estacionaron aquí mismo?». Replicó el policía: «Ellos no preguntaron». Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue de vacaciones con su joven y guapa prima Gerinelda. Al llegar al hotel pidieron habitaciones vecinas. En el desayuno Gerinelda le contó a la señorita Himenia: «Anoche entró en mi cuarto el gerente del hotel. Me dijo que al verme se había enamorado de mí perdidamente, y que si no me le entregaba ahí mismo se pegaría un balazo en la cabeza». «¡Mano Poderosa! -se espantó la señorita Himenia-. Y tú ¿qué hiciste?». Replicó Gerinelda: «¿Oíste algún disparo?». Extraño pueblo es el norteamericano. (Extraños pueblos son también el mexicano, el ruso, el japonés, el afgano, el chino y el finés. Todos los pueblos son extraños, pues los forman hombres, y el hombre es una extraña criatura. Pero voy a lo que iba). Nuestros vecinos del norte todo lo perdonan menos la mentira. «Are ya callin  me a liar?». En las películas del Oeste esas ominosas palabras eran el preludio de un mortal duelo a balazos. La confesión de haber mentido al FBI hecha por un cercano colaborador de Trump es la primera llamada que puede conducir a un desastre político para el estólido presidente yanqui. No hay mayor necedad que la soberbia, y en su arrogancia Trump parece sentirse por encima de los demás, y miente, miente, miente Mal destino lo aguarda si la justicia de su país lo sorprende en mentira sobre la presunta injerencia en su campaña de agentes rusos. Recordemos: las acciones que al final obligaron a Nixon a dejar su cargo empezaron con investigaciones a funcionarios menores de su administración. Desde luego a Trump no se le puede cantar todavía la canción que dice «El final se acerca ya.», pero todo indica que alguien está buscando ya la partitura. El reportero de espectáculos le preguntó al galán cinematográfico: «¿Cuántas esposas ha tenido?». Preguntó a su vez el artista: «¿Mías?». Babalucas fue a confesarse con el padre Arsilio. Le dijo que con frecuencia lo asaltaban las tentaciones de la carne, peligro que se hacía mayor porque él se dejaba asaltar. «¿Qué hago, señor cura?» -le preguntó afligido. Respondió el amable sacerdote: «Ora, hijo». Contestó el badulaque: «Las 6 y cuarto». Una paciente del doctor Wetnose, reputado ginecólogo, se veía extenuada, exánime, agotada. Le dijo al médico: «Así me tiene la encendida libídine de mi marido. Cada noche me requiere para sedar sus rijos, y no hallo cómo sofrenar sus eróticos impulsos. Si me acuesto bocarriba se me sube. Si me acuesto sobre el costado izquierdo, por ahí me llega. Si me acuesto sobre el costado derecho, me llega por ahí». Le sugirió el sabio facultativo: «Acuéstese en decúbito prono, o sea boca abajo». «¡Uh, doctor! -exclamó la señora-. ¡Cómo se ve que no conoce usted a mi marido!». FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. Todos los días la lechera iba al mercado con su cántaro. Y todos los días el cántaro se le quebraba. Eso regocijaba mucho al fabulista, pues diariamente podía escribir una fábula moral acerca de los ilusos y soñadores. El fabulista escribió que la lechera quería vender la leche para comprar gallinas que le darían pollos que vendería para comprar una ternera que le daría vacas que vendería para comprar una casa y así poder hallar marido. La verdad es que la lechera no pensaba nada de eso. Rompía su cántaro de adrede, porque el vendedor de cántaros era joven y apuesto, a más de estar bien acomodado. A fuerza de verla cada día el cantarero se enamoró de la lechera y se casó con ella. La mujeres son más inteligentes que los hombres. Y más, mucho más inteligentes que los fabulistas. ¡Hasta mañana!…

 

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