Armando Fuentes
20/10/17
El joven cachalote llegó feliz con su papá y le contó lleno de orgullo: «Acabo de tener mi primera experiencia sexual. Le hice el amor a una hermosa ballena de cuerpo esbelto y carnes firmes. ¡Vieras qué lindamente meneaba su colita redondita!». «Hijo mío -manifestó el papá-. Sospecho que te follaste a un submarino». El padre Arsilio interrogó a doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad: «¿A dónde quieres ir: al Cielo o al infierno?». «Caramba, señor cura -vaciló la empingorotada mujer-. Del Cielo he oído cosas muy bonitas, pero creo que en el infierno estarán quienes forman mi círculo social». Llegó un señor a la librería «Tolle, lege» y le dijo al encargado: «Busco un libro llamado El matrimonio perfecto , pero no lo encuentro». Inquirió el librero: «¿Buscó en el anaquel de literatura de ficción?». El capataz le preguntó al nuevo peón: «¿Cómo te llamas?». «Agapito -respondió el trabajador-. Pero todos me dicen Pito». El jefe le dio la bienvenida y le pidió que cavara una zanja. Poco después llegó otro peón, y el capataz le ordenó señalándole la zanja: «Ve a cavar ahí con el Pito». Preguntó el recién llegado: «¿Qué no tienen un pico o una pala?».Tan desvirtuadas en este tiempo andan las cosas, tan fuera de su ser, que necesitamos repetir su nombre si las queremos auténticas y verdaderas. «Deme un café café», pedimos para evitar que se nos sirva un sucedáneo. Calificamos a alguien de honrado honrado, y con la iteración mostramos que su honestidad es irreductible, a diferencia de la cerradura, que cuida de la puerta hasta que alguien llega con la llave que sirve para abrirla. «Fulano es católico católico», decimos de quien profesa con sinceridad su religión, no cómo aquéllos que se arrepienten el domingo de los pecados que cometieron el sábado y volverán a cometer el lunes. Pues bien: el PRI no puede escoger como su candidato presidencial a un priista priista. Necesita a uno que no tenga pinta de priista, o que al menos no lleve el logotipo del partido como se lleva un lunar. A mi modo de ver, esa característica la tienen solamente dos precandidatos: José Narro, que es priista pero no lo parece, y José Antonio Meade, que ni lo parece ni lo es. En cualquier caso, sea priista o no, parézcalo o no lo parezca, el candidato que postule el PRI tendrá problemas grandes para ganar la elección en el 2018. Hay factores que podrían ayudarlo: la fragmentación del voto ciudadano; el temor a un cambio radical; el voto duro del partido y su sólida estructura; la libre disposición de los dineros públicos que suele favorecer a los candidatos priistas. Sea como fuere esa elección estará muy lejos de ser para el prigobierno una perita en dulce. Sus altos mandos deberán ir buscando campos de golf más económicos, y acostumbrarse a viajar en otro medio de transporte que no sea necesariamente el helicóptero. En su recital el pianista empezó a interpretar la Marcha Turca de Mozart, éxito de Yuja Wang. La esposa de Babalucas comentó: «¡Qué música tan pegajosa!». «Claro -declaró el badulaque-. El piano es de cola». (Un chiste más como éste y mis cuatro lectores quedarán reducidos a dos). El señor y su esposa trabajaban separadamente en sendas oficinas. Cierta noche, en la casa, el marido le pidió a su mujer que le copiara un informe que debía presentar el día siguiente. Ella, molesta, se negó: «¿No crees que ya tengo bastante de eso en la oficina?». Poco después la señora se arrepintió de la forma tan cortante en que había respondido a la solicitud de su esposo. Fue hacia él, se le sentó en las rodillas y empezó a besarlo y a hacerle caricias incitantes. Él, a su vez, la rechazó. Le dijo: «¿No crees que ya tengo bastante de eso en la oficina?». FIN.El joven cachalote llegó feliz con su papá y le contó lleno de orgullo: «Acabo de tener mi primera experiencia sexual. Le hice el amor a una hermosa ballena de cuerpo esbelto y carnes firmes. ¡Vieras qué lindamente meneaba su colita redondita!». «Hijo mío -manifestó el papá-. Sospecho que te follaste a un submarino». El padre Arsilio interrogó a doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad: «¿A dónde quieres ir: al Cielo o al infierno?». «Caramba, señor cura -vaciló la empingorotada mujer-. Del Cielo he oído cosas muy bonitas, pero creo que en el infierno estarán quienes forman mi círculo social». Llegó un señor a la librería «Tolle, lege» y le dijo al encargado: «Busco un libro llamado El matrimonio perfecto , pero no lo encuentro». Inquirió el librero: «¿Buscó en el anaquel de literatura de ficción?». El capataz le preguntó al nuevo peón: «¿Cómo te llamas?». «Agapito -respondió el trabajador-. Pero todos me dicen Pito». El jefe le dio la bienvenida y le pidió que cavara una zanja. Poco después llegó otro peón, y el capataz le ordenó señalándole la zanja: «Ve a cavar ahí con el Pito». Preguntó el recién llegado: «¿Qué no tienen un pico o una pala?».Tan desvirtuadas en este tiempo andan las cosas, tan fuera de su ser, que necesitamos repetir su nombre si las queremos auténticas y verdaderas. «Deme un café café», pedimos para evitar que se nos sirva un sucedáneo. Calificamos a alguien de honrado honrado, y con la iteración mostramos que su honestidad es irreductible, a diferencia de la cerradura, que cuida de la puerta hasta que alguien llega con la llave que sirve para abrirla. «Fulano es católico católico», decimos de quien profesa con sinceridad su religión, no cómo aquéllos que se arrepienten el domingo de los pecados que cometieron el sábado y volverán a cometer el lunes. Pues bien: el PRI no puede escoger como su candidato presidencial a un priista priista. Necesita a uno que no tenga pinta de priista, o que al menos no lleve el logotipo del partido como se lleva un lunar. A mi modo de ver, esa característica la tienen solamente dos precandidatos: José Narro, que es priista pero no lo parece, y José Antonio Meade, que ni lo parece ni lo es. En cualquier caso, sea priista o no, parézcalo o no lo parezca, el candidato que postule el PRI tendrá problemas grandes para ganar la elección en el 2018. Hay factores que podrían ayudarlo: la fragmentación del voto ciudadano; el temor a un cambio radical; el voto duro del partido y su sólida estructura; la libre disposición de los dineros públicos que suele favorecer a los candidatos priistas. Sea como fuere esa elección estará muy lejos de ser para el prigobierno una perita en dulce. Sus altos mandos deberán ir buscando campos de golf más económicos, y acostumbrarse a viajar en otro medio de transporte que no sea necesariamente el helicóptero. En su recital el pianista empezó a interpretar la Marcha Turca de Mozart, éxito de Yuja Wang. La esposa de Babalucas comentó: «¡Qué música tan pegajosa!». «Claro -declaró el badulaque-. El piano es de cola». (Un chiste más como éste y mis cuatro lectores quedarán reducidos a dos). El señor y su esposa trabajaban separadamente en sendas oficinas. Cierta noche, en la casa, el marido le pidió a su mujer que le copiara un informe que debía presentar el día siguiente. Ella, molesta, se negó: «¿No crees que ya tengo bastante de eso en la oficina?». Poco después la señora se arrepintió de la forma tan cortante en que había respondido a la solicitud de su esposo. Fue hacia él, se le sentó en las rodillas y empezó a besarlo y a hacerle caricias incitantes. Él, a su vez, la rechazó. Le dijo: «¿No crees que ya tengo bastante de eso en la oficina?». FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. ¿Recuerdas, Terry, cuando las golondrinas hicieron su nido en el zaguán de la casa del Potrero? Con curiosidad de perro joven seguías sus ires y venires. Y ellas no recelaban de ti. Salían del zaguán y regresaban llevando en el pico otro poco de material para construir su casa. Algunas semanas después nacieron los polluelos. Se renovaron los ires y venires de las golondrinas, ahora para traer el alimento de sus hijos. Pero entonces, por alguna extraña sabiduría, te mantenías alejado para no inquietar a las avecillas con tu presencia cerca de su nido. Un día cayó al suelo una de las golondrinitas, que apenas aprendían a volar. El gato vino aprisa. Tú, Terry, te pusiste entre él y la pequeña criatura en actitud de quien defiende un bien valioso al que amenaza algún peligro. Defendías la vida, Terry. Defendías la eternidad de la vida. Al día siguiente vi otra vez en su nido al pajarillo. Y vi cómo las golondrinas daban un giro sobre ti cada vez que entraban o salían del zaguán. Parecían darte las gracias con su vuelo. Ignoro si en verdad lo hacían. Nunca he sabido interpretar el vuelo de las golondrinas. ¡Hasta mañana!…