Armando Fuentes
16/10/17
Don Cornulio era un cabrón. Pido disculpas a mis cuatro lectores si acaso les he causado sobresalto con la sonora frase que abre hoy el telón de esta columnejilla. Sucede que el lexicón de la Academia define de este modo el término «cabrón» en una de sus acepciones: «Se dice del hombre al que su mujer es infiel, y en especial si lo consiente». Eso es precisamente lo que hacía don Cornulio: era esposo cuclillo; a sabiendas de los devaneos de su mujer los permitía, bien por indiferencia, bien por comodidad del hombre que cierra los ojos para no ver turbada su tranquilidad doméstica. En cierta ocasión un amigo le hizo a don Cornulio una pregunta indiscreta: «¿Tu mujer habla en el momento del acto del amor?». «Sí -afirmó él-. Me ha hablado desde un motel; desde el departamento del vecino; desde la casa de un compadre; desde el coche de un desconocido». Don Chinguetas llegó a su casa en altas horas de la noche. Se metió en el lecho y se acercó a doña Macalota con evidente intención de carácter erótico-sensual. Sintió ella la cercanía de su marido y le dijo: «Esta noche no. Estoy muy cansada». «¡Caramba! -exclamó don Chinguetas con disgusto-. ¿Pues qué les pasa esta noche a todas?». Don Algón iba a contratar una nueva secretaria. Le ordenó a su jefe de personal: «Dale el empleo a la rubia del vestido ajustado y los tacones altos». «Pero, jefe -opuso el empleado-. Es la que salió peor en el examen de selección. En el dictado de una carta cometió 14 errores. En el primer renglón». «Ya lo sé -replicó el salaz ejecutivo-. Pero en su solicitud, en el renglón correspondiente a Sexo , puso: No hay problema «. Comete error muy grande López Obrador cuando se refiere a Margarita Zavala llamándola una y otra vez «la esposa de Calderón». Eso lo hace aparecer como hombre que no sabe apreciar los méritos de una mujer, y en forma irrespetuosa, y aun machista, la hace depender de su marido. La política, con todo y ser lo que es, no debe suprimir las buenas formas, ni lo que en ese medio quede de caballerosidad. La actitud de AMLO pretende ser irónica, y es en verdad grosera. ¿O tanto temor le tiene el tabasqueño a la señora que así la agravia para minimizarla? Piense el propietario único de Morena que quien ofende a una mujer las ofende a todas. Su conducta en relación con Margarita Zavala hará seguramente que muchas ciudadanas le nieguen su voto en la elección del próximo año. Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, suele decir con aire suficiente: «A la mujer se le debería atribuir el número 111, porque empieza con uno, sigue con uno y acaba con uno». Yo digo que a las mujeres se les debe atribuir la cifra 01, porque sin ellas, que son el número 1, los hombres somos un cero a la izquierda. Y esto no es demagogia feminista. Es la verdad. La señorita Peripalda, catequista, acudió ante el obispo de la diócesis. Le preguntó: «¿Cómo está Su Excelencia?». «Un poco enferma» -respondió el dignatario, que cuidaba mucho la concordancia gramatical. Después de ese saludo la piadosa feligresa procedió a explicar la razón de su visita. «Ha de saber usted, señor, que el padre Pitomás, párroco de la iglesia de la Reverberación, dijo al paso de una mujer joven y guapa: A ésa yo le echaría tres polvos seguidos . Nadie me lo contó, señor obispo. Yo lo oí con mis propios ojos. Pienso que una expresión así es impropia, indigna e indebida en labios de un ministro del Señor. Por eso quise poner el hecho en su conocimiento, para los efectos a que haya lugar». «Dime -preguntó el jerarca-. El padre Pitomás ¿es uno chaparrito, moreno, de cabello chino?». Respondió la señorita Peripalda: «Ése es». Y declaró Su Excelencia: «Sí se los echa». FIN.Don Cornulio era un cabrón. Pido disculpas a mis cuatro lectores si acaso les he causado sobresalto con la sonora frase que abre hoy el telón de esta columnejilla. Sucede que el lexicón de la Academia define de este modo el término «cabrón» en una de sus acepciones: «Se dice del hombre al que su mujer es infiel, y en especial si lo consiente». Eso es precisamente lo que hacía don Cornulio: era esposo cuclillo; a sabiendas de los devaneos de su mujer los permitía, bien por indiferencia, bien por comodidad del hombre que cierra los ojos para no ver turbada su tranquilidad doméstica. En cierta ocasión un amigo le hizo a don Cornulio una pregunta indiscreta: «¿Tu mujer habla en el momento del acto del amor?». «Sí -afirmó él-. Me ha hablado desde un motel; desde el departamento del vecino; desde la casa de un compadre; desde el coche de un desconocido». Don Chinguetas llegó a su casa en altas horas de la noche. Se metió en el lecho y se acercó a doña Macalota con evidente intención de carácter erótico-sensual. Sintió ella la cercanía de su marido y le dijo: «Esta noche no. Estoy muy cansada». «¡Caramba! -exclamó don Chinguetas con disgusto-. ¿Pues qué les pasa esta noche a todas?». Don Algón iba a contratar una nueva secretaria. Le ordenó a su jefe de personal: «Dale el empleo a la rubia del vestido ajustado y los tacones altos». «Pero, jefe -opuso el empleado-. Es la que salió peor en el examen de selección. En el dictado de una carta cometió 14 errores. En el primer renglón». «Ya lo sé -replicó el salaz ejecutivo-. Pero en su solicitud, en el renglón correspondiente a Sexo , puso: No hay problema «. Comete error muy grande López Obrador cuando se refiere a Margarita Zavala llamándola una y otra vez «la esposa de Calderón». Eso lo hace aparecer como hombre que no sabe apreciar los méritos de una mujer, y en forma irrespetuosa, y aun machista, la hace depender de su marido. La política, con todo y ser lo que es, no debe suprimir las buenas formas, ni lo que en ese medio quede de caballerosidad. La actitud de AMLO pretende ser irónica, y es en verdad grosera. ¿O tanto temor le tiene el tabasqueño a la señora que así la agravia para minimizarla? Piense el propietario único de Morena que quien ofende a una mujer las ofende a todas. Su conducta en relación con Margarita Zavala hará seguramente que muchas ciudadanas le nieguen su voto en la elección del próximo año. Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, suele decir con aire suficiente: «A la mujer se le debería atribuir el número 111, porque empieza con uno, sigue con uno y acaba con uno». Yo digo que a las mujeres se les debe atribuir la cifra 01, porque sin ellas, que son el número 1, los hombres somos un cero a la izquierda. Y esto no es demagogia feminista. Es la verdad. La señorita Peripalda, catequista, acudió ante el obispo de la diócesis. Le preguntó: «¿Cómo está Su Excelencia?». «Un poco enferma» -respondió el dignatario, que cuidaba mucho la concordancia gramatical. Después de ese saludo la piadosa feligresa procedió a explicar la razón de su visita. «Ha de saber usted, señor, que el padre Pitomás, párroco de la iglesia de la Reverberación, dijo al paso de una mujer joven y guapa: A ésa yo le echaría tres polvos seguidos . Nadie me lo contó, señor obispo. Yo lo oí con mis propios ojos. Pienso que una expresión así es impropia, indigna e indebida en labios de un ministro del Señor. Por eso quise poner el hecho en su conocimiento, para los efectos a que haya lugar». «Dime -preguntó el jerarca-. El padre Pitomás ¿es uno chaparrito, moreno, de cabello chino?». Respondió la señorita Peripalda: «Ése es». Y declaró Su Excelencia: «Sí se los echa». FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. El padre Soárez platicaba con el Cristo de su iglesia. Le preguntó: -Señor: en nuestro ministerio ¿debemos dar preferencia a los pobres? -Claro que sí, Soárez -respondió él-. Y a propósito, dime: ¿qué fue de la Teología de la Pobreza? -Algunos clérigos la empobrecieron, Padre. Olvidaron que es enseñanza evangélica y la convirtieron en prédica política. -Es una pena -dijo el Cristo-, pues yo creía en ella. Sólo le hacía una observación. La pobreza no es sólo falta de dinero. Hay muchos ricos que en verdad son pobres. Sufren falta de amor, de paz; no tienen salud del cuerpo ni del alma. También a esos pobres debería llegar mi mensaje. En el fondo, Soárez, toda criatura humana es pobre. Fue así como el padre Soárez supo que la verdadera teología de la pobreza abarca a todos los hombres. Todos somos pobres; indigentes todos. ¡Hasta mañana!…