De política y cosas peores

Armando Fuentes

16/09/17

«¿Qué hacían anoche en la cama mi papá y tú?». La pregunta del niñito sobresaltó a su madre, que respondió lo primero que se le vino a las mientes: «Como tu papi está gordito yo lo ayudaba a hacer ejercicio para que se le baje un poco la barriga». «De nada servirá eso -comentó el pequeño-. Cuando tú te vas la mucama se la vuelve a inflar». Babalucas era mesero en una cafetería. Un cliente le pidió: «Me da un café. Sin crema, por favor». Fue el badulaque a la cocina, regresó y le dijo al hombre: «Señor: se nos acabó la crema. ¿Se lo puedo traer sin leche?». En el campo nudista el hombre le dijo a la mujer: «No me mires ahora, Curvilina, pero creo que en este momento te estoy deseando demasiado». Ovonio Granbolier, haragán de marca mayor, le preguntó a su esposa: «Vieja: ¿qué es hoy?». «Un huevón» -le respondió ella con ejemplar sentido de la síntesis. «No -quiso precisar el holgazán-. ¿Qué día?». Con el mismo laconismo replicó la señora: «Todos». «No entiendo -decía aquel sujeto-. Cuando hacía feliz a una sola mujer todos hablaban bien de mí. Ahora que hago felices a dos ¡a la cárcel por bígamo!». Goretina, devota doncella nutrida en la lectura de novelas piadosas como «Staurofila» y en obras de edificación como «Pureza y hermosura», contrajo matrimonio con Libidio, joven varón con mucha ciencia de la vida. La noche nupcial la desposada llegó al culmen del deliquio erótico guiada por el experto magisterio del sabidor galán. Al terminar el trance le preguntó él: «¿Te gusto?». «Mucho -respondió Goretina-. Pero ¿estás seguro de que esto no está prohibido por la moral cristiana?». «He caminado leguas y leguas, todas las leguas que Dios ha querido, y me siento cansado y un poco triste.». Con esas dolidas palabras empieza el relato de su vida don Artemio de Valle Arizpe, saltillense, gran Cronista que fue de la Muy Noble y Leal Ciudad de México. Él es uno de los muchos ilustres personajes salidos de las aulas del Ateneo Fuente, glorioso colegio que este año está celebrando los 150 de su edad. Pues bien: el pasado jueves yo caminé también leguas y leguas, y no me sentí cansado, sino lleno de arrestos y vigores, y no me sentí triste, sino antes bien colmado del gozo de vivir. He aquí que se conmemoró el día de 1933 en que los maestros y alumnos del Ateneo fueron a pie desde el viejo recinto de su escuela, en el antiguo convento franciscano, a ocupar el flamantísimo -y bellísimo- edificio que para ellos construyó don Nazario S. Ortiz Garza, ejemplar gobernador que dio una nueva casa a los ateneístas. Antier se revivió esa caminata. En ella participamos los ateneístas de ayer -yo el de mayor edad, seguramente- y los estudiantes de ahora, las muchachitas y jovencitos que hoy tienen la fortuna de vivir en el Ateneo los años que con toda probabilidad serán los más felices de su vida. Fue en verdad una jubilosa fiesta. Los dos perros daneses que encabezaban el desfile -él y ella, por aquello de la equidad de género- ladraban con alegría y orgullo, según pude traducir sus ladridos. («Daneses» es el nombre de los equipos deportivos del Ateneo). En el camino yo iba haciendo recuerdos de mi vida de estudiante en el plantel, y luego de mis cuatro décadas de maestro y de mis ocho años como director de la prestigiosa institución. Cuando menos acordé ya habíamos llegado al fin de la caminata. Así, cuando menos acuerde, llegaré al final de la vida. Pero aún hay sol en las bardas, laus Deo. «. Y mientras Él no me llame para Sí cumpliré contento mi destino.». Don Artemio escribió eso al final de su vida. Ahora lo escribo yo, que tendré en esta peregrinación ateneísta uno de los mejores recuerdos de mi atardecer. FIN.»¿Qué hacían anoche en la cama mi papá y tú?». La pregunta del niñito sobresaltó a su madre, que respondió lo primero que se le vino a las mientes: «Como tu papi está gordito yo lo ayudaba a hacer ejercicio para que se le baje un poco la barriga». «De nada servirá eso -comentó el pequeño-. Cuando tú te vas la mucama se la vuelve a inflar». Babalucas era mesero en una cafetería. Un cliente le pidió: «Me da un café. Sin crema, por favor». Fue el badulaque a la cocina, regresó y le dijo al hombre: «Señor: se nos acabó la crema. ¿Se lo puedo traer sin leche?». En el campo nudista el hombre le dijo a la mujer: «No me mires ahora, Curvilina, pero creo que en este momento te estoy deseando demasiado». Ovonio Granbolier, haragán de marca mayor, le preguntó a su esposa: «Vieja: ¿qué es hoy?». «Un huevón» -le respondió ella con ejemplar sentido de la síntesis. «No -quiso precisar el holgazán-. ¿Qué día?». Con el mismo laconismo replicó la señora: «Todos». «No entiendo -decía aquel sujeto-. Cuando hacía feliz a una sola mujer todos hablaban bien de mí. Ahora que hago felices a dos ¡a la cárcel por bígamo!». Goretina, devota doncella nutrida en la lectura de novelas piadosas como «Staurofila» y en obras de edificación como «Pureza y hermosura», contrajo matrimonio con Libidio, joven varón con mucha ciencia de la vida. La noche nupcial la desposada llegó al culmen del deliquio erótico guiada por el experto magisterio del sabidor galán. Al terminar el trance le preguntó él: «¿Te gusto?». «Mucho -respondió Goretina-. Pero ¿estás seguro de que esto no está prohibido por la moral cristiana?». «He caminado leguas y leguas, todas las leguas que Dios ha querido, y me siento cansado y un poco triste.». Con esas dolidas palabras empieza el relato de su vida don Artemio de Valle Arizpe, saltillense, gran Cronista que fue de la Muy Noble y Leal Ciudad de México. Él es uno de los muchos ilustres personajes salidos de las aulas del Ateneo Fuente, glorioso colegio que este año está celebrando los 150 de su edad. Pues bien: el pasado jueves yo caminé también leguas y leguas, y no me sentí cansado, sino lleno de arrestos y vigores, y no me sentí triste, sino antes bien colmado del gozo de vivir. He aquí que se conmemoró el día de 1933 en que los maestros y alumnos del Ateneo fueron a pie desde el viejo recinto de su escuela, en el antiguo convento franciscano, a ocupar el flamantísimo -y bellísimo- edificio que para ellos construyó don Nazario S. Ortiz Garza, ejemplar gobernador que dio una nueva casa a los ateneístas. Antier se revivió esa caminata. En ella participamos los ateneístas de ayer -yo el de mayor edad, seguramente- y los estudiantes de ahora, las muchachitas y jovencitos que hoy tienen la fortuna de vivir en el Ateneo los años que con toda probabilidad serán los más felices de su vida. Fue en verdad una jubilosa fiesta. Los dos perros daneses que encabezaban el desfile -él y ella, por aquello de la equidad de género- ladraban con alegría y orgullo, según pude traducir sus ladridos. («Daneses» es el nombre de los equipos deportivos del Ateneo). En el camino yo iba haciendo recuerdos de mi vida de estudiante en el plantel, y luego de mis cuatro décadas de maestro y de mis ocho años como director de la prestigiosa institución. Cuando menos acordé ya habíamos llegado al fin de la caminata. Así, cuando menos acuerde, llegaré al final de la vida. Pero aún hay sol en las bardas, laus Deo. «. Y mientras Él no me llame para Sí cumpliré contento mi destino.». Don Artemio escribió eso al final de su vida. Ahora lo escribo yo, que tendré en esta peregrinación ateneísta uno de los mejores recuerdos de mi atardecer. FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. El campo está empezando a bostezar.  Se acerca ya el otoño. Los árboles han cumplido su labor. Rindieron ya su fruto los manzanos, lo mismo que los ciruelos, y los perales, y los durazneros. Únicamente faltan los nogales de entregar en cada una de sus nueces el sol y el agua que bebieron todo el año. Pero también sus hojas amarillean en las ramas. Por la ventana miro el huerto y me posee la misma languidez que se adueña del paisaje. Sólo que yo no sé si he hecho mi tarea, y envidio a estas criaturas silenciosas, los árboles, que se van a descansar con la certeza de haber llevado a cabo su labor. Ahora pienso que las obras de la naturaleza se cumplen siempre, y las del hombre nunca. Jamás terminamos de hacer lo que debemos. Por eso pedimos que no llegue el otoño, y que el verano dure para siempre. Para eso sí somos buenos los humanos. Para pedir lo que no puede ser. ¡Hasta mañana!…

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