Armando Fuentes Aguirre
2/09/17
¡Béseme, doctor!» -pidió con vehemencia la mujer. «No puedo -opuso el facultativo-. La relación médico-paciente me lo impide». «¡Por favor! -insistió la ardiente fémina-. ¡Ansío conocer el sabor de sus besos!». «Imposible -volvió a negar el galeno-. El juramento hipocrático que hice me lo prohíbe. Violaría yo todos los principios éticos y morales de mi profesión». «¡Un beso nada más, doctor! -porfió, arrebatada, la mujer-. ¡Un solo beso el corazón invoca, que la dicha de dos me mataría! «. «Ya le dije que no -repitió el médico-. Es más, ni siquiera debería yo estar follando con usted». El ebrio iba en su automóvil y lo detuvo un oficial de tránsito: «Bebió usted más de la cuenta ¿verdad?». «¡Le rujo que me nomé tomás dos jefes, copa!» -profirió el borracho. «Sí -se burló el agente-. Por eso no se dio cuenta de que hace varias esquinas su mujer se salió del coche». «¡Alabado sea el Señor! -clamó el beodo-. ¡Por un momento pensé que me había quedado sordo!». Terminado el banquete de bodas los novios se retiraron discretamente a su bungalow en el hotel de playa. Él descorchó una botella de champaña y brindó con su flamante mujercita por su amor y su felicidad. En seguida la tomó tiernamente de la mano, la condujo al lecho y empezó a desvestirla. «¡Caramba! -se sorprendió ella-. ¡Siempre que voy a un hotel con un hombre las cosas terminan igual!». Con el quinto informe de Enrique Peña Nieto entra en su etapa agónica un régimen que ya estaba en agonía. La profusa propaganda pro gobierno no alcanza a contrastar la mala imagen de la administración y de quien la encabeza. Cercana ya la muerte del sexenio el Presidente y su partido buscan su transfiguración en la persona de alguien -Meade- que no ha estado cerca del partido ni del Presidente. Aun así, acciones desesperadas de última hora, como la designación de un fiscal anticorrupción a modo, acentúan el descontento general y oscurecen más el panorama para el mandatario. El tiempo que le queda será empleado en procurar el triunfo del PRI en el 2018, no en la atención de los grandes problemas nacionales. Las pugnas interiores en el PAN y la inesperada división surgida en el seno de Morena hacen concebir a los priistas un tenue principio de esperanza que les permite no darse por vencidos desde ahora en la elección presidencial. Así, mientras unos ven en el penúltimo informe de Peña Nieto el principio del fin, los priistas lo miran como el fin de otro principio. En fin. Don Chinguetas y su esposa doña Macalota fueron a una agencia de viajes. Ella le dijo al encargado: «Queremos hacer un viaje largo en nuestras vacaciones». Respondió el de la agencia: «Prepararé un itinerario». Le pidió don Chinguetas: «Continentes separados, por favor». El cazador blanco iba cargando en la cabeza un enorme bulto. Delante de él caminaba, altivo, un aborigen africano. Un nativo le dice a otro con tono de admiración: «No cabe duda: Zambo nació para mandar». El fiscal se dirigió a los miembros del jurado. «Observen ustedes al acusado -les dijo-. Miren su frente estrecha; sus cejas hirsutas; su nariz torcida; sus labios abultados.». «Señor juez -lo interrumpió, molesto, el reo- ¿se me está juzgando por ladrón o por feo?». Dulcilí, muchacha ingenua, iba a salir por primera vez con Yuppie Thon, el hijo del banquero del pueblo. La mamá de la cándida doncella se preocupó bastante, pues el galán tenía fama de play boy. Cuidó entonces de prevenir a su hija: «No vayas a dejar que ese joven se propase». Al regreso de la cita la señora le preguntó a la chica: «¿Se propasó el muchacho?». «No, mami -le aseguró Dulcilí-. Dijo que lo íbamos a hacer tres veces, y lo hicimos solamente dos». FIN.¡Béseme, doctor!» -pidió con vehemencia la mujer. «No puedo -opuso el facultativo-. La relación médico-paciente me lo impide». «¡Por favor! -insistió la ardiente fémina-. ¡Ansío conocer el sabor de sus besos!». «Imposible -volvió a negar el galeno-. El juramento hipocrático que hice me lo prohíbe. Violaría yo todos los principios éticos y morales de mi profesión». «¡Un beso nada más, doctor! -porfió, arrebatada, la mujer-. ¡Un solo beso el corazón invoca, que la dicha de dos me mataría! «. «Ya le dije que no -repitió el médico-. Es más, ni siquiera debería yo estar follando con usted». El ebrio iba en su automóvil y lo detuvo un oficial de tránsito: «Bebió usted más de la cuenta ¿verdad?». «¡Le rujo que me nomé tomás dos jefes, copa!» -profirió el borracho. «Sí -se burló el agente-. Por eso no se dio cuenta de que hace varias esquinas su mujer se salió del coche». «¡Alabado sea el Señor! -clamó el beodo-. ¡Por un momento pensé que me había quedado sordo!». Terminado el banquete de bodas los novios se retiraron discretamente a su bungalow en el hotel de playa. Él descorchó una botella de champaña y brindó con su flamante mujercita por su amor y su felicidad. En seguida la tomó tiernamente de la mano, la condujo al lecho y empezó a desvestirla. «¡Caramba! -se sorprendió ella-. ¡Siempre que voy a un hotel con un hombre las cosas terminan igual!». Con el quinto informe de Enrique Peña Nieto entra en su etapa agónica un régimen que ya estaba en agonía. La profusa propaganda pro gobierno no alcanza a contrastar la mala imagen de la administración y de quien la encabeza. Cercana ya la muerte del sexenio el Presidente y su partido buscan su transfiguración en la persona de alguien -Meade- que no ha estado cerca del partido ni del Presidente. Aun así, acciones desesperadas de última hora, como la designación de un fiscal anticorrupción a modo, acentúan el descontento general y oscurecen más el panorama para el mandatario. El tiempo que le queda será empleado en procurar el triunfo del PRI en el 2018, no en la atención de los grandes problemas nacionales. Las pugnas interiores en el PAN y la inesperada división surgida en el seno de Morena hacen concebir a los priistas un tenue principio de esperanza que les permite no darse por vencidos desde ahora en la elección presidencial. Así, mientras unos ven en el penúltimo informe de Peña Nieto el principio del fin, los priistas lo miran como el fin de otro principio. En fin. Don Chinguetas y su esposa doña Macalota fueron a una agencia de viajes. Ella le dijo al encargado: «Queremos hacer un viaje largo en nuestras vacaciones». Respondió el de la agencia: «Prepararé un itinerario». Le pidió don Chinguetas: «Continentes separados, por favor». El cazador blanco iba cargando en la cabeza un enorme bulto. Delante de él caminaba, altivo, un aborigen africano. Un nativo le dice a otro con tono de admiración: «No cabe duda: Zambo nació para mandar». El fiscal se dirigió a los miembros del jurado. «Observen ustedes al acusado -les dijo-. Miren su frente estrecha; sus cejas hirsutas; su nariz torcida; sus labios abultados.». «Señor juez -lo interrumpió, molesto, el reo- ¿se me está juzgando por ladrón o por feo?». Dulcilí, muchacha ingenua, iba a salir por primera vez con Yuppie Thon, el hijo del banquero del pueblo. La mamá de la cándida doncella se preocupó bastante, pues el galán tenía fama de play boy. Cuidó entonces de prevenir a su hija: «No vayas a dejar que ese joven se propase». Al regreso de la cita la señora le preguntó a la chica: «¿Se propasó el muchacho?». «No, mami -le aseguró Dulcilí-. Dijo que lo íbamos a hacer tres veces, y lo hicimos solamente dos». FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. La sombra que me mira ¿es una sombra? Cada noche la miro cuando así me mira. Me mira como si fuera yo una sombra. En la sombra me mira, y yo la miro a ella en la sombra. Su mirada me atrae hacia la sombra, y temo volverme sombra en ella. Ahora la sombra me mira y se pregunta: «¿Es una sombra?». Cada noche me mira cuando así la miro. La miro como si fuera ella una sombra. En la sombra la miro, y ella me mira a mí en la sombra. Mi mirada la atrae hacia la sombra, y teme volverse sombra en mí. La noche que me mira ¿es una sombra? ¿Soy una sombra yo para la sombra que me mira? ¡Hasta mañana!…