Nuestros Columnistas Nacionales


DE POLITICA Y COSAS PEORES


Armando Fuentes

13/08/2017

Bertrand Russell, matemático y filósofo -una cosa va con la otra-, relató en sus memorias que tanto él como su esposa llegaron vírgenes al matrimonio (en aquella época existía aún esa singular especie de rara avis). «Me satisface decir -escribió- que ni ella ni yo necesitamos asesoría alguna para hacer lo que debíamos hacer, y que pronto lo que antes fue ignorancia se convirtió en la más grande fuente de placer». En mis tiempos era inconcebible que una mujer llegara con experiencia al matrimonio, a menos que fuera viuda o divorciada. Viudas las había en abundancia; las divorciadas se podían contar con los dedos de una mano al persignarse. A la novia se le exigía ser virgen, aunque el novio no fuera precisamente un San José. Y es que tampoco se podía concebir que un hombre llegara a la noche de bodas sin los conocimientos necesarios para iniciar a su mujercita en los misterios de la vida conyugal. Para adquirir tales conocimientos la mejor universidad -y la única- era el burdel. También había, claro, muchachas y señoras que ejercían sin título, pero esas damas, pese a ser amateurs, salían más caras, y además había que oírlas antes, y hacerles plática después, lo cual no era necesario en el caso de las profesionales, bastante desinteresadas en materia de conversación. Pero advierto que me estoy apartando del relato, y ni siquiera lo he comenzado aún. Lo anterior viene a cuento por lo que sucedió con Flordelisia, joven mujer recién casada, y que por lo mismo acababa apenas de conocer los deliquios de himeneo. Le encantaron esos deliquios, tanto que hacía que su maridito los repitiera una y otra vez. Cierto día llegó él de su trabajo. Venía con hambre, y fatigado, así que lo primero que le dijo a Flordelisia al entrar al departamento fue: «Vamos a comer». «¡Fantástico, mi vida! -se alegró ella-. ¿Lo hacemos aquí mismo en la sala o vamos a la recámara?». «No te hagas la sorda -replicó el muchacho-. Dije a comer «. Pepito le preguntó a su padre: «Papi: ¿cómo decidieron casarse tú y mi mami?». «Te lo diré -repuso el señor-. Un día tu mamá me murmuró algo al oído. Yo me asusté. Le dije: Que estás ¿qué? . Fue entonces cuando decidimos casarnos». Un individuo se presentó ante el dueño del circo y le dijo: «Soy capaz de levantar en alto un gorila con una sola mano». «Traigan al gorila» -ordenó el empresario. Lo trajeron. Y dijo el individuo: «Éste tiene dos». Un tipo de nombre Hoganio sentía verdadera pasión por esa forma de masoquismo que se llama golf. Su esposa se desesperaba: «Golf, golf, golf. No hablas de otra cosa más que de golf». Él se desconcertó. Ignoraba que había otros temas de conversación. Le preguntó a su mujer: «¿De qué otra cosa quieres que hable?». Repuso la señora: «De cualquier otra cosa. De sexo, por ejemplo». «Ah, bueno -accedió Hoganio-. Mi caddie se está tirando a la esposa del campeón del club». Babalucas era recepcionista en un hotel. En cierta ocasión llamó un cliente, irlandés él, para hacer una reservación. Le pidió Babalucas: «Me da su nombre, por favor». Respondió el de Irlanda: «Sean O Grady». El badulaque se molestó. Le dijo al hombre: «Decídase, señor». Adán y Eva experimentaron por primera vez los inefables goces del placer carnal. Acabado que fue el acto inaugural ella le preguntó a él: «Lo que acabamos de hacer, Adán, ¿significa que ya estamos casados?». «Sí, Eva -repuso el primer hombre-. Después de esto ya estamos casados en legítimo matrimonio». «¿Somos ya marido y mujer?». «Sí, mi amor. Ya somos marido y mujer». En seguida sugirió Adán: «¿Lo hacemos otra vez?». «No -negó Eva-. Ahora que ya estamos casados me duele la cabeza». FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Historias de la creación del mundo.
El Señor hizo el Sol.
Y dijo el hombre:
-No está mal, pero sólo se va a ver durante el día.
El Señor hizo la Luna y las estrellas.
Dijo el hombre:
-No están mal, pero sólo se van a ver de noche.
El Señor hizo el mar.
El hombre comentó:
-No está mal, pero tiene mucha agua.
El Señor hizo al colibrí:
-Demasiado pequeño -dijo el hombre.
El Señor hizo al elefante:
Dijo el hombre:
-Demasiado grande.
Entonces el Señor estalló.
-El hombre ya me ha fastidiado demasiado. Ahora yo voy a fastidiarlo a él.
Fue entonces cuando hizo a la mosca y al zancudo.
¡Hasta mañana!…

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