De política y cosas peores

Armando Fuentes

14/07/17

Cinco veces. Sí, cinco veces le hizo el amor aquel galán a su flamante mujercita en el curso de la noche nupcial. Eso, ya de por sí notable, cobra mayor notabilidad si se considera que el novio, don Geroncio, era señor octogenario, en tanto que su desposada, Pomponona, era mujer joven y de exuberantes atributos corporales. Más aún: el maduro caballero ni siquiera era de Saltillo, cuyas miríficas aguas, ya se sabe, confieren al varón potencia viril extraordinaria, que en este caso explicaría no sólo aquellas cinco veces, sino otra más de pilón. Después de cada uno de los episodios connubiales don Geroncio se fumaba un cigarrito -de la marca Carmencitas, por más señas-, y luego volvía con ejemplar denuedo a librar otra batalla de amor. Pomponona se inquietó mucho al ver la asiduidad erótica de su marido, y más cuando éste dio señales de querer hacer obra de varón por sexta vez. Le dijo, preocupada: «Se va usted a morir». «No -respondió él tranquilamente-. Nada más éstos me fumo en todo el día». El domador del circo realizó su arriesgado acto: metió la cabeza entre las fauces del feroz león africano. Salió el domador, pero su cabeza no, de modo que la empresa se vio obligada a buscar un nuevo domador. Se presentaron dos aspirantes: una hermosa mujer y un tipo con aspecto astroso. Ella se despojó de su ropa, entró desnuda a la jaula del león y a latigazos lo hizo que se echara ante ella y le lamiera, dócil, todo el cuerpo. Admirado, el empresario le preguntó al otro aspirante: «¿Puede usted superar eso?». «Sí -respondió el tipo-. Y ni siquiera necesito que me dé los latigazos». Este día es crucial no sólo para la elección de gobernador en Coahuila, sino también para el futuro del estado. Hoy se reúnen los consejeros del IFE a fin de determinar si los candidatos del PRI y el PAN se excedieron en sus gastos de campaña, y si esa irregularidad es causa suficiente para dejar sin efectos el proceso electoral. Si la decisión del organismo apunta hacia anular dicha elección, eso será un golpe de muerte al moreirato, régimen que instauró en Coahuila un ámbito de corrupción, violencia, autoritarismo y vergonzosos pleitos interiores. Contrariamente, si se confirma el triunfo priista declarado por la autoridad electoral local, eso abre la puerta a la ominosa posibilidad de que tal régimen mantenga su influencia, por más que el candidato declarado vencedor, Miguel Riquelme, ha dado muestras claras de querer deslindarse de quienes lo hicieron candidato y actuaron en su favor para allegarle el triunfo. En su mayoría la opinión de los coahuilenses se inclina por la anulación, y por que haya una nueva elección con otros candidatos y sin la sombra de los actuales detentadores del poder. La ciudadanía ya quiere dejar atrás esa oscura página de la historia política de Coahuila. Lo ha demostrado con manifestaciones públicas cuya intensidad y número de asistentes no tienen precedente en la entidad. Desde luego tales sentimientos no deben influir en el criterio de los consejeros, obligados a actuar con objetividad e imparcialidad, y a tomar en cuenta sólo las prescripciones de la ley, rectamente interpretadas, y los datos que arroje la documentación aportada por los diversos partidos y por los candidatos independientes. Confiemos en que las deliberaciones de los consejeros del IFE estarán basadas en los principios y valores que deben normar su actividad, y no en consignas, arreglos cupulares o intereses partidistas. Esperemos igualmente que su decisión redunde en bien para Coahuila y para los coahuilenses. Eso, para decirlo con expresión de pueblo, es lo mero prencipal. FIN.

MIRADOR

Miro el retrato de bodas de mis abuelos.
Mi abuela está sentada en un sillón de Viena. Sostiene en una mano su ramo de novia y en la otra un abanico. El abuelo está en pie. Tiene en la mano izquierda su sombrero, y ha puesto la derecha sobre el hombro de su desposada. Los dos miran al frente, de modo que su mirada te sigue cuando pasas frente a ellos.
Algo extraño me sucedió la otra noche. Dejé abierto el postigo de la sala, y como había empezado a llover temí que el agua entrara y mojara el piso de madera. Encendí la luz y vi que en la fotografía los abuelos no estaban viendo al frente: se estaban mirando uno a otro. Ella lo veía a él, y él a ella. Cuando el resplandor del foco los iluminó dejaron de mirarse y rápidamente volvieron a fijar la vista donde la tenían.
No me digan que esto es imaginación o invento. Hagan la prueba con la foto nupcial de sus abuelos o sus padres muertos. Estoy seguro de que verán lo mismo que vi yo. Lo que sucede es que el amor dura más que la vida. Hagan la prueba.
¡Hasta mañana!…

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